Aunque el clítoris fue «descubierto» hace unos cinco siglos, apenas se habla de él en voz alta desde el siglo pasado, gracias a las investigaciones del matrimonio Masters y Johnson
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombras...
Dulce María Loynaz
Los genitales femeninos y masculinos se parecen más de lo que la gente sospecha, lo cual es lógico, porque ambos se forman a partir de la misma estructura fetal primaria en un proceso de diferenciación que inicia en las primeras semanas del embarazo.
El pene y el clítoris tienen tejidos y funciones parecidas (como su capacidad eréctil y su alta sensibilidad), pero por su disposición anatómica el primero resulta más visible y popular mientras que el segundo permanece escondido tras un capuchón y se extiende «secretamente» a lo largo de la vulva, detalle ignorado aún por mucha gente.
Sobre el tamaño promedio del pene hay miles de estudios, desglosados incluso por latitudes y edades para cuidar el ego de los hombres menos favorecidos en esa maratónica medición falocéntrica. Sobre su colega femenino, en cambio, apenas se habla en voz alta desde el siglo pasado, gracias a las investigaciones del matrimonio Masters y Johnson.
En realidad el clítoris fue «descubierto» hace unos cinco siglos y luego olvidado intencionalmente por la medicina. Ni siquiera libros tan prestigiosos como el centenario Manual de Anatomía de Grey es pródigo en detalles sobre él, afirma Helen O′Conell, uróloga australiana que describió la fisiología completa de este órgano hace pocos años y halló su prolongación en bulbos de tejido eréctil que rodean la vagina (al parecer muy relacionados con el llamado punto G), prácticamente ignorados hasta esa fecha por la ciencia.
¿Cuánto mide un clítoris promedio? ¿Qué forma tiene? ¿Qué factores pueden influir en estos parámetros? En charlas de Sexo Sentido con jóvenes de varias universidades se repiten estas interrogantes, y también llegan a través del correo electrónico, asociadas a conflictos de parejas y a temores sobre su rol en la salud de la mujer.
Como promedio, el clítoris alcanza entre ocho y diez centímetros en la edad adulta, pero solo es visible en su porción externa (cuerpo y glande), la cual no suele pasar de los tres centímetros en la mayoría de las mujeres. En algunos casos apenas sobresale unos milímetros del capuchón y en otras ni se ve, pero aún así puede palparse bajo la piel y es igual de sensible a las caricias.
En el otro extremo están las mujeres cuyo órgano resulta muy grande desde el nacimiento o crece demasiado durante la pubertad e incluso de adultas. Este hiperclitoridismo o clitoromegalia genera alarma en la familia y en el personal médico a cargo de la situación. Ante las dudas, lo primero es solicitar un estudio genético para descartar una intersexualidad y luego buscar las causas ambientales o genéticas que expliquen ese tamaño inusual.
Lo que se hereda no se hurta, dicen los abuelos, y eso es válido también para estos asuntos: La mayoría de los clítoris grandes son naturales, como pasa con los penes masculinos, y si su dueña entiende que eso no es problema no hay por qué intervenir clínicamente en el asunto.
La hipertrofia clitoridiana adquirida (no congénita) es más rara y sí exige atención médica, porque puede responder al abuso de ciertos medicamentos, o a enfermedades como las endocrinopatías, los tumores virilizantes de ovario, la neurofibromatosis u otros trastornos, dato que aparece en una investigación de la doctora Dunia del Castillo y colaboradores, del Instituto de Hematología e Inmunología, publicada en la biblioteca virtual de salud, BVS, de Infomed.
Una causa intencional de agrandamiento es el empleo de esteroides en la reasignación de transexuales (de mujer a hombre), pero como esas drogas también se usan para aumentar la masa muscular de las atletas se sugiere informarles antes sobre el posible efecto colateral sobre su clítoris, que puede sobrepasar los seis centímetros en su porción visible y lucir como un pene pequeño.
Y mientras unas sufren por su aparente falo otras se las ingenian para incorporar esta cualidad a su bagaje erótico en una época en que muchos hombres están más dispuestos a explorar sensaciones sin discriminar rarezas.
Tal vez por eso un número cada vez mayor de mujeres buscan un crecimiento artificial de ese órgano mediante cirugías estéticas que lo liberen de su capuchón, acudiendo a los fármacos descritos o con aparatos mecánicos que eleven la circulación sanguínea y por ende la vascularidad de la zona y su volumen.
No hay evidencias contundentes a su favor, pero se habla de estas terapias como una manera de tratar la anorgasmia… o más bien la autoestima, porque el precursor de todos los orgasmos sigue siendo el cerebro y hay muchas vías de llegar a él, empezando por la autoaceptación.
Pero, pensándolo bien, tiene poco sentido mutilar el clítoris de una bebé o una mujer ya crecida —sea grande o pequeño— solo porque le genera inseguridad y preguntas incómodas de vez en cuando. A la larga tal decisión puede comprometer su vida sexual y resultar mucho más frustrante para ella.
Es mejor elegir cuidadosamente a quién y por qué mostramos algo tan íntimo y delicioso: un consejo válido para cualquier mujer, sin importar tamaños o temores.