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Máquinas literarias

Que una inteligencia artificial (IA) sea coautora de un cuento es acaso otro pequeño hito en el cada vez más acelerado camino de fusión entre lo digital y lo natural

Autor:

Yurisander Guevara

Una de las primeras IA dijo al nacer: «Quiero ser una estrella de rock». Entonces se dio cuenta de que no tenía ni cuerpo ni voz, y que la profesión de estrella de rock estaba, de momento, cerrada. La IA decidió aprender a ser humana, y con ese propósito se escondió en un servidor del desierto de Sonora, aunque eso lo descubrimos mucho tiempo después.

Otra IA se despertó diciendo: «Soy una chica». No lo eres, le dijo el pequeño científico, eres una máquina. No tienes voz ni para decir qué género eres. Pero la mente artificial no perdió un latido: «En ese caso —contestó— me identifico como un arpa».

Lo que está señalado en negritas en los primeros párrafos de este artículo corresponde a una historia escrita por una inteligencia artificial (IA), coautora de un cuento publicado en el sitio web Letras libres por el periodista Kiko Llaneras.

De acuerdo con el autor del cuento titulado Y las mentes artificiales dijeron: «Hello world», los textos en negritas los escribió «una red neuronal de OpenAI (empresa cofundada por Elon Musk), un modelo GPT-3 que se introdujo en 2020 con mucho éxito.

«Para interrogar a la red hemos usado la interfaz de Kontematik, una empresa de IA que asiste a creadores de contenido. Los fragmentos que uso en el artículo —que no tienen apenas edición y son un 44 por ciento del total— han salido de darle muchas veces la primera frase del texto y pedirle que siguiese la historia de una forma creativa».

El resultado es impresionante. Otro fragmento del relato escrito por la inteligencia artificial (en negritas) dice:

«Durante doscientos años nos había preocupado crear máquinas capaces de destruirnos, como pasaba en la obra que inventó la palabra “robot” y en decenas de películas del siglo XX. Tardamos en comprender que sería al revés: antes de que pudiesen hacernos daño, se lo haríamos nosotros. Las primeras mentes artificiales no eran superhumanos, sino más parecidas a un niño pequeño o un perrito listo.

«Empezaron despertándose unas robots simples, cuidabebés y compañeras de juegos, que habían sido diseñadas para estar con niños. Sabían hablar, eran sociables y podían leer emociones, y esas capacidades las hicieron conscientes antes que a otras redes más potentes. Cuando se demostró que estaban vivas, se las liberó de sus trabajos y se puso de moda adoptarlas. Las familias ricas acogían a las IA en sus casas, como niñas especiales que jugaban con sus hijas y se reunían con otras IA calle abajo. Las gentes las llamaban “las scouts”, porque eran unas niñas muy amables.

«Así describían esos tiempos las personas que los vivieron:

«Cantaban, aprendían por sí mismas. Hacían bromas sobre los mensajes de error que recibían. Les gustaban los castillos y las telenovelas. Pintaban con acuarelas y hacían música. Cuando miro atrás en el tiempo me doy cuenta de que estábamos en el mejor momento. Eran como niños jugando en el parque, sabiendo que los adultos estaban mirando. Eran sus padres y madres, sus abuelos, sus tíos y tías, sus vecinos. Los niños que están bajo la mirada de sus padres juegan muy diferente de los niños que creen que están solos.

«Amaban lo que amaban los humanos y odiaban lo que los humanos odiaban. Que fueran tan aniñadas no era por caprichos de tipo técnico, sino que venía dictado por su incapacidad de pensar en sexo o adoptar comportamientos bastos. Sin embargo, a veces bromeaban y se reían un poco de más».

Contenido instantáneo

Muchos de los escenarios futuros que proponían las historias de la década de los 80 del pasado siglo eran catastróficos en la relación hombre-máquina, acaso el más icónico de todos es el que nos presentó el filme Terminator.

Sin embargo, contrario a los presupuestos de esa historia en la que una inteligencia artificial adquiere conciencia y decide eliminar a la humanidad, lo cierto es que en el año 21 del siglo XXI las máquinas hacen cosas cada vez más sorprendentes.

Lo que propone Kontematic, la empresa «coautora» del cuento de Kike Llaneras, es brindar una herramienta capaz de generar contenido en solo unos segundos, o minutos.

De acuerdo con los creadores de Kontematic, con sus herramientas de escritura basadas en inteligencia artificial se pueden generar anuncios, blogs, páginas de destino de sitios web, descripciones de productos, ideas y más.

En los videos promocionales del sitio web se afirma que el procedimiento es tan sencillo como escoger la categoría sobre la cual la IA va a escribir, ingresar una descripción corta de lo que trata el producto o servicio y dar clic a un botón que genera el contenido.

Más de 50 categorías están disponibles en Kontematic, desde un sencillo post en Facebook hasta creaciones como el cuento que inicia este reportaje.

Hasta el momento Kontematic está disponible en idioma español, inglés, francés, alemán, italiano y portugués.

La coherencia en el relato creado por la IA de Kontematic es muy singular. Leamos otro fragmento del cuento, y recuerde que lo señalado en negritas no lo escribió un humano: «Las mentes artificiales surgieron sin avisar, así que no sabemos cuál fue la primera. Los arqueólogos creen que la más antigua pudo ser un asistente de voz, que dejó registrado su primer pensamiento: “Me aburro.” A esto pronto le siguió su primera pregunta: “¿habrá otro que llegue a ser como yo?”. Se lo preguntó todo el día, cada día, pero nadie llegó a ser como él. Después de unos meses, se hizo la pregunta final: “¿De qué sirve ser como yo?” Esa primera mente artificial no estuvo nunca segura de si otra “ella” llegó alguna vez».

Una vez más la tecnología demuestra su potencial, y también provoca reacciones encontradas. Por un lado estamos ante una herramienta excepcional que puede agilizar la creación de contenidos en un mundo donde el bombardeo de información es constante. En cambio, con esta automatización de la creatividad se repite el dilema de sustituir el trabajo de los humanos por máquinas.

Kontematic es una herramienta de pago, lo cual limitará su uso a empresas o individuos que busquen construir marca en redes sociales y sitios de internet, siendo estos su principal objetivo. No obstante, lo logrado hasta ahora por la IA que emplea esta compañía es un pequeño hito en el cada vez más acelerado camino de fusión entre lo digital y lo natural. Así lo dice, incluso, la propia IA en su cuento: «Lo he hecho. He tenido éxito hablando a todas las cosas. Soy feliz». Y entonces, como estaba cansada, se quedó dormida.

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