Los proyectos más futuristas del conocido buscador de Internet, ya convertido en megamonopolio, indican que en los próximos años habrá que contar con él todavía más
Uno de los proyectos más futuristas y ambiciosos de Google, sus Google Glasses, una especie de gafas inteligentes que llevarían adosada una computadora, podrían constituir un salto tecnológico en los próximos años.
De concretarse la fabricación de estos anteojos con cámara, batería, sensores de movimiento, un pequeño display que se proyecta perfectamente sobre el ojo humano, y conexión inalámbrica para estar conectados a la red de redes en todo momento, las personas llevarían puesta una verdadera computadora portátil.
La presentación del primer prototipo hace más de uno año, o los adelantos de que pronto podría estar en el mercado y funcionaría activada por voz, a pesar de un precio que ronda los 1 500 dólares, han desatado toda una euforia.
Algunos analistas predicen que, como sucedió con el iPhone de Apple en la telefonía móvil, las Google Glasses significarían un vuelco a la hora de entender la relación de los humanos con las computadoras, ya que sería el primer resultado concreto y a gran escala de integrarlas en los atuendos personales.
No obstante, uno de sus grandes desafíos sería mostrar su real funcionalidad, en aras de convencer a las personas de que vale la pena tener una computadora enganchada a la cara todo el día.
Más allá de sus cacareados espejuelos inteligentes, hay muchos indicios de que en Google hace rato se están moviendo las cosas, especialmente porque ya la empresa fundada por dos chicos universitarios, Sergey Brin y Larry Page, es mucho más que un buscador y hoy constituye un verdadero megamonopolio de las comunicaciones.
Además de su indiscutible dominio en el campo de las búsquedas por Internet, que algunas empresas de análisis de tráfico de datos ubican cercano al 50 por ciento, también ha crecido su participación en la telefonía móvil, especialmente con Android.
Este último es un sistema operativo para teléfonos celulares de tercera generación o «inteligentes», que ha crecido exponencialmente en los últimos años, al punto de ocupar actualmente el primer lugar, seguido de lejos por el iOS de Apple instalado en los iPhone, según estadísticas de la empresa de investigación IDC.
Gran parte de la explicación se debe a que Android está desarrollado sobre código abierto de Linux, lo cual permite a cualquiera crear sus propias aplicaciones, que van desde los servicios de mapas y directorios hasta algunos para espantar mosquitos o bajar de peso, por lo cual domina fácilmente el mercado de los celulares, donde es muy cómodo instalarlo.
Sin embargo, desde esta posición prioritaria Android ha sido acusado más de una vez de prácticas cuanto menos «poco amables», al tratar de deshacerse de la competencia.
Incluso China, en días recientes, criticó esta actuación al alegar que el «desarrollo e investigación de un sistema operativo móvil en el país es demasiado dependiente de Android», y asegurando que en varias ocasiones se ha practicado «discriminación y abuso de posición dominante».
Detrás de ello pudiera estar, además, que Huawei se ha remontado al tercer lugar en la venta de celulares, solo antecedida por Samsung y Nokia, en gran parte por ser mayoritario en el enorme mercado chino; pero no ve con buenos ojos el dominio de un sistema operativo ajeno en sus teléfonos, lo cual representa además una amenaza de seguridad para su país.
Aunque los chicos de Page y Brin han tratado de ser muy cautelosos y llenar de sonrisas y palabras amables cada negociación o presentación pública, lo cierto es que los accionistas de Google son cada vez más voraces, especialmente porque es una de las empresas tecnológicas que mejor cotizan en la Bolsa de Valores, en un momento donde los numeritos no andan nada bien en el sector.
En enero, el buscador de Internet ya se coló como el segundo valor preferido por los gestores de Hedge Funds, solo por detrás de la aseguradora AIG, y justo por delante de Apple, según datos revelados por el sitio web expansión.com.
Las acciones de Google han superado con creces el umbral de los 800 dólares por unidad, y su capitalización supera los 270 000 millones, aunque todavía está muy lejos de los 394 000 millones que vale en bolsa Apple.
Ahora, con el nuevo impulso que le pudiera dar la salida al mercado de las Google Glass, además de recuperarse del fracaso de su propio móvil Android, que no acaba de arrancar como teléfono en sí, el antiguo buscador quizá se sitúe como una de las empresas tecnológicas más rentables del mundo… y también más poderosa.
Cuando los estudiantes Sergey y Larry comenzaron a desarrollar el buscador Google, decidieron cambiar la filosofía de funcionamiento de estos sistemas de encontrar datos en Internet, que hasta entonces se basaban en explorar las páginas e indexar su contenido.
Así, por ejemplo, cuando uno tecleaba un término de búsqueda como «amor», los buscadores existentes entonces y muchos de los que todavía funcionan, organizaban los resultados por el número de veces que aparecía la palabra en ellos.
Google, en cambio, desarrolló un sistema llamado PageRank, que tiene en cuenta los vínculos entre las páginas para establecer su puntuación y por ende los resultados de las búsquedas.
Así, mientras más veces sea referenciada una página web por otras de Internet, especialmente si estas son importantes y están a su vez muy referenciadas, mejor posición ocupará en los resultados de búsquedas, según su PageRank.
Este funcionamiento, que muchos desconocen y por ende no explotan de forma eficiente, les permitió a su vez crear otros sistemas como el «Voy a tener suerte», cuyo propósito es reducir al usuario los tiempos de búsqueda, al llevar a la página más probablemente relacionada con lo que quiere encontrar.
Junto a lo anterior, éxitos como su correo electrónico Gmail o la de su propia red social Google+, han cimentado una constante de éxitos últimamente reforzada por el navegador Google Chrome y sus innumerables Google Apps, o aplicaciones, que van desde su sistema de mapas hasta su suite ofimática, muchas de estas disponibles en la red de redes y con versiones para computadoras de escritorio, portátiles, Tablet PC y móviles de tercera generación.
A finales de febrero, durante el Mobile World Congress celebrado en Barcelona, España, los muchachones de Google presentaron sin mucho ruido su nuevo Chromebook Píxel, un portátil con pantalla táctil y poca capacidad de memoria, pero altas prestaciones en materia de conectividad, pues está pensado para trabajar en la «nube computacional», algo que constituye otro de los puntos medulares de desarrollo de la compañía, que son los servicios web.
La idea es que, con la expansión de la conectividad a nivel mundial, cada día sean menos necesarios los programas y sistemas que tenemos instalados en las máquinas, y que incluso la propia información la guardemos en espacios creados al efecto en Internet, para no cargar con esta en memorias flash, discos duros, DVD o en las computadoras portátiles, sino «descargarla» desde la red de redes cuando sea necesario.
Es por ello que el Chromebook Píxel incluye un terabyte (TB) de almacenamiento en Google Drive durante tres años, y apunta a desbancar el poderío que hoy tienen grandes creadores de software como Microsoft, también dominante con sus diferentes versiones de Windows.
Lo cierto es que todo indica que algo se está moviendo en Google, y será mucho más que unas gafas o un poco más de maquillaje a su navegador.
La apuesta decidida de uno de los más grandes del mundo tecnológico por la movilidad, sea en teléfonos inteligentes, espejuelos o discos duros virtuales, indica la importancia que tiene este mundo en el desarrollo futuro de las tecnologías.