El texto es un fragmento de la novela Asesinos ilustrados, publicada por la Editorial Extramuros en 2010 y que el lector puede encontrar en la red de librerías
—Dime Alex, ¿por qué La Isliada? Hay quienes han buscado en tu novela algún vínculo con la epopeya de Homero, y en cambio, no lo encuentran…
—Es que en realidad no hay ninguna relación. De hecho, cuando escribí mi novela y escogí ese título, ya había leído La Odisea pero solamente conocía La Ilíada a través de sus adaptaciones al cine.
—O sea, que sí puede tener algún vínculo con La Odisea.
—Tampoco… ¿Cuál tú le ves?
—«Nadie», el nombre con que tu protagonista se hace llamar a sí mismo, es el mismo que se otorga Odiseo para confundir a Polifemo, en el episodio del cíclope y los griegos que escapan disfrazados de ovejas…
—Cierto… Pero creo que es solo una coincidencia.
—Nada es casual… Al menos no en tu novela, según yo lo veo.
—Pues te juro que no pensé en eso… Y lo de «Isliada» es porque se me antojaba como una fusión de «Isla» y «Aislada»: dos palabras que encarnan el conflicto de mi protagonista, un joven que desea aislarse de la gente para vivir encerrado en la Isla de sí mismo. También mi juego con el título del poema homérico se justifica porque la historia de Nadie combina, a mi parecer, tanto el sentido de tragedia como el de la épica presentes en la literatura griega. Al igual que Edipo y Medea, mi personaje deviene asesino; y si bien es un antihéroe, yo encuentro mucho de proeza en sus acciones. ¿Acaso no se necesita un coraje inmenso para renunciar a la comunidad de los semejantes?
—El suceso que cataliza la metamorfosis subjetiva de tu protagonista, a mí me luce un poco forzado… El personaje interpreta la famosa frase de John Donne: «Nadie es una isla completo en sí mismo», en una dirección radicalmente contraria, y pasando por alto el resto de un poema que recalca el lazo entre los seres humanos y que se lamenta de cada muerte porque con ella se pierden fragmentos de humanidad. Presiento que al poeta inglés no le haría ninguna gracia la inversión del sentido que adopta su verso en tu novela…
—¿Qué es lo que intenta decirme exactamente? ¿No será que a usted le molesta, como a muchos, supongo, la manera en que yo desvirtué el mensaje «moralmente correcto» del poema, y en cambio, quieren reclamarme una supuesta «falta de verosimilitud»? Como alegato defensivo te respondo que, simplemente, hice lo que a mi entender corresponde a un autor de ficción: No traicionar la verdad de la vida, ni temer provocar, en nombre de una visión edificante de la literatura. ¿Quién puede negar que habitualmente las personas mal-interpretamos, porque interpretamos las cosas tal como nos conviene, en función de nuestros deseos particulares? Eso es lo que hace mi personaje cuando no se interesa en la totalidad del poema y desoye la perspectiva que el profesor busca trasmitir en clase. Él queda hechizado por ese primer verso, como una revelación que fecunda su mente, descubriéndole hacia dónde lo empuja su condición más íntima: Asumirse como Nadie, la isla completa en sí misma, suficiente para sí, indiferente a lo demás… Yo quisiera que usted también valorara el significado de mi novela desde este otro ángulo: ¿No es con unas cuántas frases hechas, aforismos, sentencias amplificadas y fuera de contexto, extraídas de libros, slogans o discursos, con lo que vamos condicionando día a día nuestra existencia? Yo busqué subrayar esa importancia que los seres humanos podemos darle a una simple frase. El que una mera expresión resonando con visos de verdad incuestionable, pueda determinar el destino de un hombre.
—Eres demasiado convincente. Te repito que me sorprende la madurez de tu pensamiento… Y te cuento, rapidito, un chisme que me enteré por casualidad. Dicen que cuando el jurado se puso de acuerdo para premiar La Isliada, es porque pensaban que era de un autor muy conocido, de mayor edad…
—¿Quién? ¿Es que entonces iban a premiar La Isliada solo por eso? ¿Si hubiesen sabido que era de un escritor joven y desconocido…?
—Alguien cuyo nombre no debo decirte… Y mejor cambiamos de tema… Mi siguiente pregunta es sobre la manera en que concebiste formalmente la novela. Las primeras noventa y tres páginas están escritas al estilo del Ulises de James Joyce —vaya «casualidad», otra vez se nos aparece La Odisea—. Como suele suceder en el monólogo interior, el tempo es lento, las acciones muy escasas y se revelan deformadas por la subjetividad del personaje. Sencillamente asistimos desde la mente del protagonista sin nombre a su transformación mental en «Nadie». Cambias de pronto, en las últimas treinta y dos páginas, a la tercera persona, con un narrador que se limita a seguir los pasos del protagonista y contar sin intromisiones de autor; nada de valoraciones ni subrayados dramáticos a pesar de la violencia de las escenas… Oí a un crítico literario comentar que La Isliada parece escrita en su primera parte por el Faulkner de Mientras agonizo; y en la segunda por el atormentado Edgar Allan Poe, luego de un tratamiento de electroshock que le permitiera alcanzar, al menos en la escritura, el laconismo de un James Mallahan Cain. ¿Qué tú respondes a eso?
—(Ríe) Bueno, es cierto que había leído Mientras agonizo, gracias a Alejandro, quien me asesoró en el tiempo que estuve leyendo y preparándome para arrancar con la escritura de la novela. También conocía ya los cuentos de Poe. Y algo de James Joyce, aunque no terminé el Ulises. Sin embargo, El cartero llama dos veces de Cain solo lo leí después… Y tengo el Pacto de sangre en lista de espera.
—¿Reconoces haber recibido alguna influencia de ellos?
—Quizás sí, y también no… Preferiría declarar que no he intentado analizar cómo funcionó en mí ese tema de las influencias. Lo que sí puedo afirmarte es que en ningún momento me propuse: «Ahora voy a escribir como Faulkner»…
Rafael Grillo (La Habana, 1970). Es escritor y periodista. Sus artículos y ensayos han aparecido en numerosas publicaciones cubanas y extranjeras. Ha obtenido varios premios, entre ellos el Jorge Ricardo Masseti, de periodismo internacional en 2006 y 2007, el Fundación de la Ciudad de Santa Clara en periodismo literario 2008 y el Luis Rogelio Nogueras de novela en 2009. Ha publicado los libros de ensayos Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo, el de periodismo literario Las armas y el oficio y las novelas Asesinos ilustrados e Historias del abecedario.