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Ojeada a 12 meses relevantes (II y final)

El pasado año trajo avances científicos en el estudio de la conciencia y las aplicaciones de la inteligencia artificial

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Los hitos científicos que dejó 2020 no fueron solo numerosos, sino, además, variados. En un año en que la investigación no se detuvo, desde el campo de la medicina a la física avanzaron otro paso, pasando por las colaboraciones, en esta nueva etapa en que ninguna ciencia anda sin el campo de otra.

En ese sentido, los descubrimientos en estudios neurológicos a aves descubrieron grandes implicaciones para el conocimiento sobre la conciencia humana; mientras la Inteligencia Artificial (IA) salió de los predios de la cibernética para aplicarse al estudio de proteínas vitales para la salud humana.

Aves subjetivas

Por décadas, el tema de la conciencia ha sido uno de los enigmas más esquivos para la ciencia. La relación entre el cerebro físico y las reacciones de la conciencia siguen siendo un misterio por alcanzar al día de hoy, y uno que apasiona. Pero 2020 fue el año en que dos estudios llevaron ese tema más lejos en el campo de las aves, y demostraron que las reacciones de los cuervos, aves sin corteza cerebral, pueden describirse como conscientes y subjetivas, algo bien arriesgado de decir, pues esto solo se había visto en humanos y otros primates.

El registro simultáneo del comportamiento y la actividad cerebral permitió a los científicos demostrar que los cuervos son capaces de percibir conscientemente la información sensorial.

Para sondear los procesos conscientes en las aves, los científicos entrenaron a dos cuervos: tenían que señalar si habían visto un estímulo en una pantalla moviendo la cabeza. La mayoría de los estímulos eran perceptualmente claros y los cuervos señalaron de manera confiable la presencia o ausencia de estos, respectivamente.

Aun así, algunos estímulos eran tan débiles que estaban en el umbral más subjetivo de percepción: los cuervos a veces indicaban que lo habían visto, mientras que en otros casos informaban que no. Aquí entró en juego la percepción subjetiva de estas aves.

Lo más curioso es que el análisis de las reacciones cerebrales revelaba de antemano a los científicos cuándo un cuervo había percibido o no el estímulo, y podían predecir cuándo daría la señal subjetiva. Por las implicaciones de estas conclusiones para detectar el origen de la conciencia mucho antes y más ampliado a otras especies de lo que se creía, estos estudios se hallan entre lo mejor de 2020 en materia de neurociencias.

Inteligencia artificial en el mundo de las proteínas

La IA está dando de qué hablar y colándose cada vez más en los campos en que necesitamos ayuda crucial para generar avances rápidos. Uno de ellos es en la predicción de la forma tridimensional de las proteínas. Esta ha sido por muchos años una tarea mayor, pues predecir la forma 3D precisa, en la que se plegará una cadena de aminoácidos a medida que se convierta en una proteína funcional, permite conocer cuál será su función bioquímica.

 El año que se fue tuvo en escena un programa de inteligencia artificial para lograr ese hito. Gracias a este, creado por investigadores de DeepMind, se pudo predecir la mayoría de las estructuras de proteínas de un estudio con tanta precisión como lo demostraron los engorrosos experimentos de laboratorio. Con tal aporte, el nuevo programa podría ayudar a los investigadores a descubrir los mecanismos de las enfermedades y desarrollar nuevos medicamentos.

 Se espera que en un futuro cercano, como está sucediendo en otros campos científicos, la IA avance en lograr este tipo de trabajos con proteínas, difíciles y costosos para el ser humano.

La predicción de la forma tirdimensional de las proteínas, un resultado de la inteligencia artificial.Foto: Salud Digital

Misteriosos estallidos de onda espaciales

Explosiones de ondas electromagnéticas desde distancias espaciales enormes y con duración de solo una milésima de segundo han intrigado a los astrofísicos durante mucho tiempo desde su primera detección en 2007.

Pero 2020 fue el año en que estos misteriosos estallidos rápidos de radio revelaron una faceta desconocida: no solo viajan desde lejanas galaxias sino que también surgen de nuestra propia Vía Láctea. Además, con las detecciones del 28 de abril, los observatorios canadiense CHIME y estadounidense STARE2 llegaron a otros niveles de detalles sobre este enigmático fenómeno, que esta vez fue atribuido al magnetar SGR 1935+2154 de nuestra galaxia.

El magnetar, o magneticstar (estrella magnética en inglés) es un tipo de estrella de neutrones con un campo magnético tan potente que deforma el núcleo de un átomo, y tiene una masa tan significativa que una cucharita de su materia pesaría varios miles de millones de toneladas, además, gira sobre sí mismo en el lapso de varios segundos.

Las ondas rápidas detectadas de ese cuerpo emitieron en un milisegundo tanta energía en ondas de radio como lo hace nuestro sol durante 30 segundos, un hallazgo tan asombroso que no se dudó en incluir entre lo más adelantado de la ciencia de 2020.

Ya no son tan misteriosos las explosiones de ondas espaciales gracias a la evidencia científica.Foto: La Vanguardia. 

Cambios en la comunidad científica

Entre tanto avance en tan diverso campo, hay uno que brilla tal vez por sobre muchos en lo conseguido en el pasado año. Cuando se tiene el valor de remover las bases de una comunidad tan especializada y en ocasiones egocéntrica, como la de las ciencias, es justo reconocerlo. Por eso los movimientos de concientización sobre el racismo en Estados Unidos y en otros sitios del mundo significaron un esfuerzo científico por ir más allá de las tendencias habituales y generar contenido académico, investigativo y activismo con base en la ciencia responsable.

 Así lo expresó la revista Science, y no hay mejor modo de contarlo: «Este año se siente diferente. De repente, después de George Floyd y todo lo demás que salió después de ese momento, al menos se podía llamar la atención de la gente», dice, y agrega que muchos científicos ahora parecen más abiertos a la idea que el racismo sistémico es un problema en su comunidad y a interesarse por el tema en profundidad.

 Ante tal avance, en su sentido más amplio, uno se pregunta, con la responsabilidad social de su lado, ¿cuánto bien no podría lograr la espectacular ciencia de estos años?

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