Como esas malas franquicias que se estiran hasta lo interminable, ahora hemos de presenciar las consecuencias de los incendios de la Amazonía
Seríamos ingenuos si pensáramos la vida como la agenda temática de los medios. Quisiéramos que tras el silencio hacia un tema, la tristeza que él genera realmente dejara de existir. Sin embargo, lo cierto es que aunque hayan dejado de ser titular, los incendios de la Amazonía durante este año que ya se va nos dejaron más que noticias y repentinos silencios, y son los mudos investigadores de largo plazo los que lo saben con mayor certeza.
Ahora es la revista Scientific Report la que señala con el dedo donde debemos mirar para no pecar de ingenuos cuando veamos callar a los diarios. Según un estudio que publica por estos días, los incendios dejan tras de sí un efecto no deseado, que además, pone en peligro no solo a la región.
«La deforestación y los incendios en la Amazonía, que ocurren principalmente en Brasil, Bolivia y Perú, no pueden ser considerados simplemente un problema regional», alertó Newton de Magalhães Neto, investigador de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, en Brasil, líder de la investigación.
La deforestación amazónica actual está más relacionada a la tala y la quema intencional que a problemas naturales. Foto: BBC
«Los incendios tienen implicaciones sociales a escala continental, porque aceleran la pérdida de los glaciares, aumentan el riesgo de una crisis de agua y la vulnerabilidad de numerosas comunidades andinas ante el cambio climático».
Sí, como lo leyó. Aceleran la pérdida de los glaciares y ponen en riesgo la vida de mucha gente que depende de ellos.
El culpable directo, específicamente, es el humo que desprendieron los kilométricos incendios amazónicos, pero no solo los de este año, sino los más grandes incendios desde varios años atrás.
Para determinar el impacto del humo de los fuegos en los glaciares regionales, fueron utilizados modelos de computación que interpretaron y monitorearon el movimiento de las partículas de humo y su efecto en el hielo de los Andes. Las imágenes satelitales, además, contrastaron esos resultados para reducir el margen de error.
Como ejemplo, los responsables del estudio midieron el impacto del humo en el glaciar Zongo, en Bolivia, y centraron su análisis en el período entre los años 2007 y 2016, cuando también ocurrieron grandes incendios en la Amazonía.
El resultado nefasto de esas humaredas fue que se albergaron en los glaciares haciéndolos más oscuros, y limitando su capacidad para reflejar el sol. Con superficies «manchadas», los glaciares ya no eran capaces de repeler los rayos del sol con igual eficacia, lo que conllevó, según las imágenes satelitales, a un derretimiento acelerado.
Para poner el efecto en datos numéricos, los expertos constataron que el carbón negro o el polvo junto a otros factores agravantes pueden aumentar el derretimiento anual en los glaciares en un tres por ciento a un seis por ciento. Y en el caso de concentraciones muy altas, el polvo puede aumentar la pérdida en un 11 por ciento a 13 por ciento, y el carbón negro en un 12 por ciento a 14 por ciento.
Estos números son mucho más alarmantes si se añaden al cuadro general de calentamiento atmosférico, por supuesto.
Como si las consecuencias de los incendios fueran tan interminables como el fuego mismo, la Amazonía volvió a ser centro de otro estudio que arrojó resultados igualmente alarmantes: la deforestación en la selva amazónica brasileña entre agosto de 2018 y julio de 2019 fue de 9 762 kilómetros, un aumento de un 29,5 por ciento con respecto a igual período del año anterior, mientras la pérdida de vegetación es la más alta registrada desde 2008, año en que superó los 12 000 kilómetros cuadrados.
El resultado llegó de parte de un estudio privado cuyas conclusiones divulgó el ministro de Ambiente de Brasil, Ricardo Salles, en una conferencia de prensa.
La cifra precisa ascendió a 802 kilómetros cuadrados la masa forestal perdida en esa región.
El Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon), que analiza el mayor bosque tropical del planeta desde hace casi tres décadas, señaló en su informe que una gran parte de la deforestación tuvo lugar en terrenos privados (48 por ciento) y apuntó que otro 31 por ciento ocurrió en asentamientos, mientras que el 14 por ciento afectó a unidades de conservación protegidas y un siete por ciento a tierras indígenas.
Esta vez los culpables directos fueron no solo los fuegos, sino además la tala. El impulsor de la pesquisa fue Imazon, un instituto sin ánimo de lucro, compuesto por investigadores brasileños que usan la información suministrada por varios satélites para monitorear la Amazonía y divulgar datos sobre la deforestación en esa vasta región.
Según un informe del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), otro grupo altamente afectado, lógicamente, es el humano. El organismo, vinculado con la Iglesia católica, reveló otro dato interconectado a los anteriores: las invasiones de tierras indígenas en Brasil subieron un 44 por ciento en los nueve primeros meses de este año, algo que coincidió con mayor tala y más cantidad de fuegos. ¿Casualidad?
Ante tanto dato negativo, los científicos de ambos estudios no solo apuntan a reflexionar sobre los efectos funestos de la tala y la quema en sitios tan imprescindibles como la selva tropical, además alcanzan a localizar un resultado en cierto modo positivo para la ciencia: una mejor comprensión de la interconexión vital de los espacios y ecosistemas naturales, ese modo único en que un problema o un estímulo repercuten de una zona a otra.
Desde tal ángulo, podría pensarse que el fuego amazónico haya generado problemas aún no vistos, pero a la vez, si asumimos que no nos queda más camino que el optimismo, habrá soluciones que impacten en una región y se trasladen hacia otras zonas afectadas.
Mientras todos estos datos salen a la luz y son analizados, se celebra en Madrid la cumbre mundial sobre el clima, COP25, que comenzó este lunes con nuevos llamamientos urgentes para una acción concertada contra el calentamiento global por parte del secretario general de la ONU, António Guterres.
Con la mira en el aumento global de temperaturas y de la concentración de CO2 en la atmósfera, los líderes mundiales reunidos en Madrid, encabezados por Guterres, urgieron a aumentar la ambición para frenar el cambio climático y combatir los efectos de esta grave crisis en verdaderos hechos. Esperemos que los escuchemos todos con cada acto diario, si recordamos que, de hecho, cada acción repercute en muchos mundos naturales.