Venezuela inicia desde este martes una nueva etapa del proceso bolivariano, consolidado por la rotunda victoria electoral del domingo.
La votación en los recientes comicios legislativos y regionales venezolanos constituye otro mentís a la tesis del fraude echada a rodar desde las presidenciales de julio de 2024 por la derecha violenta que, como en otras ocasiones, se decantó ahora por no acudir al torneo y llamar a la abstención. Ello ubica a ese sector como autoproclamado paria político; sin credibilidad pues sigue operando «por fuera» de la institucionalidad de Venezuela.
En contrapartida y por primera vez en la historia de las elecciones bolivarianas —32 comicios con este—, las fuerzas chavistas han obtenido casi el total de las gobernaciones —23 de 24—, lo que ha pintado de rojo el mapa de la nación, y ocuparán desde enero el 82 por ciento de los asientos de la Asamblea Nacional: una mayoría facultada para aprobar las legislaciones necesarias al período que se abre, sin que las bancadas opositoras que también estarán representadas en el hemiciclo, puedan conspirar contra ella.
No solo contribuyó al triunfo el trabajo, seguramente ideológico y no propagandístico, desarrollado por la tolda roja «casa por casa» durante la campaña electoral, como recordaba luego de la elección el actual titular de la Asamblea, Jorge Rodríguez.
El lapso que media entre las presidenciales y estas elecciones —que las relegitiman—, ha demostrado la escasa fuerza moral de esos líderes opositores que, luego de proclamar el fraude, no asistieron al Tribunal Supremo de Justicia cuando su Sala Electoral llamó a todos los aspirantes presidenciales a acudir con sus actas, tras lo cual abandonaron el país y buscaron en vano el reconocimiento internacional que necesitaban, en el propósito de aislar al Gobierno de Nicolás Maduro.
Luego siguieron conspirando, según se ha denunciado tras el desmonte de esos planes mediante la captura de mercenarios extranjeros, detenidos a tiempo para frustrarlos.
La activa política exterior de Maduro en ese período, su reconocimiento en importantes foros internacionales, la capacidad de negociación demostrada por Caracas en los fugaces encuentros con enviados de Donald Trump, pese a la mantenida agresividad de Estados Unidos; la concentración del ejecutivo en los planes de desarrollo económico y social junto a las organizaciones sociales que le acompañan, también deben contarse en el preámbulo del triunfo bolivariano del domingo.
Del otro lado, la postulación de figuras de la propia derecha que se deslindaron de la dividida Plataforma de la Unidad Democrática y compitieron en esta lid, constituye evidencia de que hubo libertad para elegir, y de que quienes se ausentaron y llamaron a la abstención, cavaron una vez más su propia tumba.
La presencia en el Parlamento, desde enero, del exgobernador del estado de Miranda e, incluso, líder golpista en la fracasada asonada contra Chávez de abril de 2002, Henrique Capriles Radonski, junto a otras figuras derechistas como Iván Stalin González —otrora dirigente del movimiento estudiantil conocido como «de las manitas blancas» por su ascendencia burguesa—, y de Luis Emilio Rondón, constituyen también evidencias —si hicieran falta—, de que el sistema institucional y electoral venezolano no hizo exclusiones.
De cualquier modo, elementos soliviantadores como la derechista María Corina Machado tratarán de volver a mentir manipulando las cifras de asistencia a las urnas, en la pretensión de desviar la atención de las imbatibles cifras obtenidas por el chavismo. Algo parecido hicieron en los comicios de julio.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) fue, como siempre, preciso al dar a conocer los resultados. Acudió a votar el 42,63 por ciento del padrón, un índice consecuente con la asistencia que se ha registrado en otros eventos de esta naturaleza, pues históricamente asisten menos votantes a los comicios regionales que a otras lides electorales.
La jornada transcurrió de manera pacífica, y dio la victoria a quienes la gestaron y la ganaron en buena lid, asegurando el paso a una etapa que el proceso bolivariano asume luego de sortear los obstáculos de la crisis económica impuesta por las medidas punitivas de Estados Unidos. Por tanto, los días por venir se acometerán con renovada fuerza.
Chávez estará orgulloso.