Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La muerte de Max

Autor:

Lázaro Fariñas

Tendría yo siete u ocho años cuando por primera vez oí su nombre, el cual me llamó la atención. No sé si por ser un nombre extraño para mí o porque mi hermano mayor, a quien veía como a un padre, pertenecía al mimo partido que él, o sea, el Ortodoxo. No tengo la menor idea por qué hasta cierto punto lo admiraba, quizás fuera por ser un hombre muy joven con relevancia nacional. Durante la época que mandaba el Sargento asesino llamado Fulgencio Batista, no supe nada de él. Fue al triunfo de la Revolución Cubana que volví a oír su nombre. Militaba ya no en el Partido Ortodoxo sino en el Segundo Frente Nacional del Escambray que dirigía Eloy Gutiérrez Menoyo. De pronto me enteré en La Habana que la dirigencia de esa organización, incluyéndolo a él, había abandonado Cuba en una lancha.

Cuando llegué a Miami a finales de 1961 volví a oír su nombre. No creo que hubiera seguido apoyando a Menoyo y sus compañeros. A pesar de que el Miami Cubano era relativamente pequeño, no me lo encontré hasta que fundó y fungió como director de un periódico dedicado a la masa de cubanos que iba en aumento y entonces lo conocí personalmente y por supuesto, me cayó bien. Unos años después que Menoyo llegara a Miami desde una prisión en Cuba, éste fundó una organización que nombró Cambio Cubano y a la cual él se unió. Durante esa década, antes de Cambio Cubano, nos encontrábamos de vez en cuando en cualquier calle de la ciudad, conversábamos un poco y después cada uno cogía su camino. Yo, con otros dos periodistas, realizaba un programa de doble impacto, Tv y Radio al mismo tiempo. El algunas veces pasaba por los estudios para decirnos que nuestro programa, llamado Debate, era lo mejor que se hacía en la prensa local.

No fue hasta 1994, cuando La Nación y la Emigración, que empezamos a vernos más que ocasionalmente, y empezamos una verdadera amistad, en la que constantemente nos llamábamos por teléfono casi todos los días, él me llamaba o yo lo llamaba a él. Su esposa y mi esposa se hicieron amigas, así que muy frecuentemente hacíamos comidas en las casas o salíamos a comer a diferentes restaurantes de la ciudad. También, como le gustaban las tertulias igual que a mí, participé junto con él en innumerables de ellas. En esas tertulias se creaban muchísimos debates, casi siempre el tema era Cuba.

Comenzamos a ir a Cuba juntos y a tener encuentros en los que participaban Alfredo Guevara, Eusebio Leal, Ricardo Alarcón, Luis Báez, Reynaldo Taladrid y otros muchos más, todos invitados por él. Yo creo que aquellos viajes los hacíamos más o menos cada mes y medio o dos meses. En algunos de eso viajes él hacía tertulia con Fidel, su amigo de siempre, y me contaba que eran horas las que se pasaban conversando.

Ese gran amigo mío empezó a tener dolores que cada vez se le hacían muy fuertes. Un cáncer brutal le había invadido su cuerpo que se fue deteriorando poco a poco hasta que la enfermedad lo postró en una cama de donde no pudo salir. Hace como dos semanas recibí una llamada de él desde su cama, lo único que pude hacer fue darle ánimo, aún me reconocía bien. Este hombre, con más de 90 años cumplidos, salía en manifestaciones a las calles de Miami pidiendo el fin del bloqueo. Su amor a la soberanía e independencia de Cuba lo mantuvo hasta el último día de su vida. Conoció la historia de su época a profundidad, así como fue amigo de muchos, conoció a casi todas las figuras de relevancia de la misma, sin importar su posición política. Nunca he conocido a una persona que igualara su memoria tanto de nombres como sucesos con tanta exactitud y detalles en forma tan certera.

Hoy, mi esposa Marta y yo nos sentimos muy dolidos al recibir la cruel aunque esperada noticia de su fallecimiento, no tengo palabras para describir la tristeza que nos embarga. Se fue Max Lesnik Menéndez, el amigo de Cuba y de Fidel, mi amigo hasta su muerte, pero lo seguiré recordando hasta que en otro espacio del infinito nos volvamos a ver.

 

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