No es nueva la idea del cambio en la prensa cubana. La Revolución que la refundó después de 1959, para quitársela a las élites venales, entreguistas y corruptas y ponerla en manos del pueblo, para darle el poder de la libertad de expresión que nunca había tenido, cambia ella misma, y para hacerlo necesita de la más urgente transformación de su sistema mediático, como parte del sistema comunicacional del país.
Seríamos cuando menos políticamente ingenuos, para no decir irresponsables, si nos acomodáramos a la idea de que el modelo de prensa que hizo victoriosa a esa Revolución hasta hoy, heredado de las prácticas del socialismo del siglo XX —cuya suerte ya conocemos— sería funcional para garantizar la resistencia y el triunfo del proyecto nacional liberador cubano en el siglo XXI.
El socialismo próspero y sostenible, al que se le agregó el apellido de democrático en su nueva conceptualización, después de amplias discusiones, requiere para su concreción de cambiar, como planteó Fidel en uno de sus conceptos supremos, y hacerlo con todo lo que deba ser cambiado, entre ellos el modelo de prensa y de comunicación públicas que heredamos del llamado socialismo real, cuyos errores y deformaciones crónicas lo convirtieron en irreal.
Desconocer lo anterior solo puede provocarle al socialismo cubano graves desajustes, incluyendo que buena parte de las decisiones adoptadas se vuelvan contra nosotros por ignorar reglas comunicacionales básicas, como denunció en la última rendición de cuenta de su gestión ante la Asamblea Nacional del Poder Popular el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República.
Resulta grave ignorar el contexto tan peculiar en que ocurren nuestros cambios: redefinición radical de las reglas de la comunicación global, bajo la égida de una tiranía infocomunicacional, conversión acelerada, sin suficientes antivirus culturales, de la realidad cubana en una sociedad en red, y una creciente y perversa guerra híbrida con acento en lo comunicacional que, junto a los efectos dramáticos de la COVID-19, nos mantienen en una crisis prolongada con costosas repercusiones en todos los ámbitos de nuestras vidas.
Si es así hasta hoy, tendríamos que preguntarnos cuánto más se agudizará nuestro escenario con el ascenso de Donald Trump a la cabeza del imperio, escoltado por los oligarcas de las tecnologías que condujeron al mundo a la vergonzosa era de la posverdad. Al mundo cuyos graves desequilibrios de justicia le demoraron la solución de la última pandemia le será más extendido y costoso erradicar la infodemia, esta grave ingesta de engatuzamiento global capaz de hacer populares a las ideas más deshumanizantes y extremas.
El despojo inicial que buscarán esos oligarcas de las tecnologías con su perturbador en jefe al frente, es el de la razón humana a través de la manipulación, la conquista de todos sus canales, primero que el de Panamá.
Esa es la hora en que llegamos al 5to. Festival Nacional Virtual de la Prensa. Un evento que nació alimentándose de experiencias, indagaciones y análisis del pasado para adelantar el porvenir. Un espacio que, como subrayamos en el primer encuentro, busca superar la etapa de las lamentaciones colectivas en el sector de la prensa, por la de la creatividad colectiva, el largo período de catarsis por el de los proyectos y su concreción.
Su génesis estuvo en la idea de la Presidencia de la UPEC nacida del 10mo. Congreso, de establecer un sistema de trabajo por proyectos. Nos percatamos que el sistema de eventos, premios y concursos de la organización estaba muy enfocado en el reconocimiento e impulso del trabajo individual, lo cual favorecía o estimulaba muy poco la transformación integral de nuestros medios.
A la par, debíamos encontrar una manera de que la teoría se pusiera al servicio de las transformaciones, en vez de engordar las polillas en los gaveteros. Una ciencia divorciada del cambio y del desarrollo es una atrofia y un desperdicio social y civilizatorio lamentable, sobre todo en el periodismo cubano, donde grandes referentes profesionales terminaron por completarse como paradigmas académicos.
De esa manera, fue que la parte teórica del evento terminó por honrar al maestro Julio García Luis, el más importante estudioso de la relación entre prensa y poder en tiempos de Revolución, mientras que su segmento de innovación lo hace con Juan Antonio Borrego, ilustre zapador de nuestros sueños de cambio. Aún en el más allá, como lo hicieron en el más acá, ambas personalidades fueron quitándole minas, a riesgo de todo, a nuestra a veces apática y hasta escéptica voluntad de revolucionarnos para revolucionar Cuba.
Sin la semillita de búsqueda y exploración para nuestro periodismo que se sembró en medio de la tragedia humana de la COVID-19, cuando la norma era encerrarse, no hubiese sido posible iniciar el experimento posterior en 16 medios del país, cuyos resultados alentadores aconsejan su expansión al resto del sistema mediático nacional.
En estos cinco años desde el primer festival se crearon las bases políticas, jurídicas e institucionales para avanzar hacia la construcción de un nuevo modelo de prensa y de comunicación pública para nuestro socialismo. Un modelo que a diferencia del que sostiene el totalitarismo infocomunicacional mundial, no esté al servicio de las élites, sino del pueblo por su carácter público. Un modelo que, como recoge en sus postulados la primera Ley de Comunicación Social en la historia de Cuba y su Revolución, que promueva que la prensa forme parte de los mecanismos de control social y popular y de rendición de cuenta de las instituciones a la ciudadanía.
No nos bastaría para ello con hacer cumplir el precepto del maestro Julio García Luis de que la libertad de prensa es el derecho de la sociedad organizada a tener medios. Esa premisa hay que completarla con el derecho de esa sociedad a tener medios sólidos, modernos, creíbles, innovadores, articulados entre sí y con sus iguales en el mundo y con una autoridad y ascendencia social que le permitan romper con el cerco de mentiras, soberbia y odios que pretende su desarme moral y simbólico.
Precisamente por ello, a casi 130 años de la caída iluminadora del fundador de Patria y refundador del periodismo patriótico y antimperialista cubano, para nuestra prensa revolucionaria el cambio no es una opción, es una urgencia.
*Palabras en la inauguración del 5to. Festival Nacional Virtual de la Prensa Julio García Luis, que se celebra del 11 al 13 de febrero.