Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Siete vidas no son suficientes

Autor:

Rosmery Pineda Mirabal

Ha roto su rutina de soledad para esperarme a menos de diez centímetros detrás de la puerta. Aún no logro encontrar la llave en ese agujero negro que son los bolsos de nosotras, las mujeres, pero su maullido se acelera con cada escalón completado.

Estaba esperando, como quien espera el fin después del mar, o la lluvia después de tanto sol, lo sé por cómo me ha mirado esta vez. Pero así mira siempre cuando ha visto en la gente una compañía duradera, a la que puede acariciar o arañar en dependencia de su complicado humor.

He abierto la puerta, y con ella, las buenas tardes —o buenas noches— es la primera frase de una conversación fluida en la que ambas nos desahogamos. Parecerá entonces que comienzo un ejercicio de introspección, y sin embargo, ¿solo eso puede parecer cuando una se sienta a hablar con su gata?

Mientras ella aprovecha el remanso de un tiempo limitado sobre mis piernas, olvido estas preguntas, en tanto en ese soltar y coger de lo que sería (para muchos) solamente un animal de cuatro patas, van mis preocupaciones, mis miedos y la lista de pendientes de los próximos días… Ustedes no lo saben, pero ella sí.

¿Qué no opina? Ciertamente no hemos puesto sobre la mesa esa pregunta, porque hay cosas que son obvias y a veces es mejor el silencio antes de una inadecuada respuesta. Son muchos los detalles de las complicaciones o trajines diarios e intento no sobrecargarla con nombres que tardan solo unas horas en el camino. Por eso, quizá, prefiere reservarse algunos de sus comentarios.

¿Qué no ayuda? Ha escuchado más de tres veces, en menos de una tarde, el cuento de la señora que no cumplió su palabra y me hizo creer en su anuncio pacotillero de Facebook. A la próxima vez, bajará de la silla donde ha estado sentada todo este rato, pensará que ya es tarde y hará una señal hacia la cocina. Al menos ella necesita escuchar el sonido de las ollas y olfatear algo más que café.

¿Que ocupa o limita mi tiempo? Si lo analizo así, creo que se impone una pregunta: ¿por qué sucede de esa manera? Las cosas que nos importan ocupan el tiempo que queramos, las cosas que cuidamos no limitan nuestro tiempo ni nuestros planes; más bien nos abren otro mundo de (auto)cuidado y cariño, de aprendizaje y superación.

Entonces, cuando me replanteo ese cotilleo para desafiarlo, porque sus lógicas me parecen absurdas, también surgen otras preguntas. ¿Qué hay de aquellos internados en la soledad de su último piso? ¿A dónde van los temores nocturnos? ¿Cómo aprenden a cuidarse sin haber cuidado antes? ¿Cómo sobreviven con tanto lugar muerto?

Tener una mascota no es la única solución para salvarnos, ni siquiera, usando una metáfora, para «escaparnos de la realidad». Tenerla implica, en primer lugar, una decisión. Por eso no juzguen a los valientes que después de poner a prueba todas las vidas asignadas durante su jornada laboral tienen el deseo de regresar con una sonrisa a casa.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.