Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nuestra brújula antimperialista

Autor:

Adianez Fernández Izquierdo

«Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso», escribió José Martí en la carta que el destino quiso quedara inconclusa el 18 de mayo de 1895.

El texto, escrito a su amigo Manuel Mercado, ha quedado como un legado profético del Apóstol para las generaciones venideras, una suerte de documento de obligatoria lectura, para no olvidar nunca el afán colonizador de la potencia del Norte, siempre sedienta de tierras ajenas. La cita, aunque no es la única referencia en la literatura martiana que deja clara su posición antimperialista, es quizá la más divulgada hasta la actualidad por cuánto recoge en pocas oraciones.

José Martí, durante 15 años de su corta, pero fecunda vida, estuvo «en el monstruo» y conoció «sus entrañas». Sus estudios y análisis de la sociedad norteamericana y la expansión de los monopolios, le permitieron advertir sobre el peligro que corrían las naciones americanas, amenazadas por «los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima». No en balde llamaba a los pueblos de América a unirse: «¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!».

Martí conoció de cerca los efectos del monopolio. Decía en una de sus crónicas en el diario La Nación, de Buenos Aires, el 5 de septiembre de 1884: «El monopolio está sentado como un gigante implacable a la puerta de todos los pobres», una crítica sin dudas a los efectos de los grandes consorcios sobre los más desposeídos, porque aumenta la miseria de las mayorías humildes.

Mientras, el 2 de noviembre de 1889 escribió: «Jamás hubo en América de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez ni obligue a más vigilancia, ni pida a examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes (…) hacen a las naciones americanas de menos poder. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, (…) que ha llegado para la América Española la hora de declarar su segunda independencia».

Esta segunda independencia implicaba sin dudas no ceder ante las intenciones expansionistas de Estados Unidos, que han llegado hasta nuestros días y que amenazan con arreciar bajo la administración de Donald Trump, quien pretende adueñarse de cuanto territorio se le antoje, disponer del mundo y doblegar las naciones a su voluntad.

¿Acaso sus intenciones actuales de comprar Groenlandia, cambiarle el nombre al Golfo de México y adueñarse del canal de Panamá no son expresión de aquello que Martí advirtió hace más de un siglo? ¿Acaso las masivas deportaciones con las que amenaza y su discurso antinmigrantes no es expresión del desprecio hacia los latinoamericanos y caribeños? ¿No son el bloqueo a Cuba y los cientos de medidas coercitivas expresión de esas ansias imperialistas de someter al resto a sus designios?

Ejemplos sobran. Nuestra historia y la de los pueblos de América estuvo y está llena de sucesos que, por mucho, dan la razón al Martí preclaro que supo alertarnos y sembró la semilla antimperialista en otros, como Mella y el propio Fidel, para que siguiera germinando siempre ese espíritu.

Mientras exista la sed expansiva del Tío Sam, habrá que volver siempre al pensamiento de Martí, un hombre cabal, íntegro y con una capacidad de análisis de la realidad y visión de futuro tal, que un día antes de morir nos legó un mensaje profundo, razón de nuestra lucha y necesidad de andar siempre unidos los pueblos de América, para impedir que Estados Unidos caiga con fuerza sobre nosotros.

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