Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sucio Trump

Autor:

Ricardo Ronquillo Bello

Pareciera que Donald Trump quiere aparecer en las futuras enciclopedias interestelares, una vez que del planeta Marte, donde quiere plantar bandera, pase al miércoles, jueves, viernes y todos los siguientes días de sus desvaríos políticos, como uno de los villanos del nuevo oeste, en que todo indica tiene calculado convertir el mundo conocido, por conocer y hasta el inframundo.

En vez del Sucio Dave, uno de los villanos más notorios de los que asoló el viejo oeste, el Sucio Trump, de la temporada de los bandoleros del siglo XXI, ya no solo conformes con asolar los territorios de Arkansas, Texas, Dakota del Sur, Las Vegas, Nuevo México..., sino prestos a extender el pillaje, la extorsión y el terror por los cuatro costados del planeta y el más allá.

 Al menos ya tiene por adelantado la imagen que él mismo y sus cofrades de aventuras «manipulacionales» acaban de escoger como la foto oficial de su presidencia, como convicto de causas penales, presumiblemente impagables. Nada más intente imaginarlo con su cara de cuatrero desafiante y ficha acompañante en WikipeMartes, WikipeNeptuno o WikipePlutón… ¿Cómo lo evaluarán históricamente nuestros continuadores marcianos…?

Pero, mientras llega tan lejos para contaminar con sus decretos la Vía Láctea, concentra sus duelos de matón equivocado en reverdecer listas en las que el que debía aparecer es su nombre y no el de un pueblo como el cubano martirizado hasta el escarnio, amenaza con expropiar todos los canales de la razón humana, junto con los territorios circundantes de la vía interoceánica de Panamá, en sus fiebres de la razón convierte en provincias lo que son naciones, rebautiza golfos o compra territorios como quien aprieta el botón rojo de su Oficina Oval para pedir una coca cola.

Si todo lo anterior, por separado, o junto, no fuera tan siniestro como expresión de la crisis civilizatoria que ese imperio y algunos de sus personeros representan, nos desmoreceríamos de la risa como hizo la tan de etiqueta Hilary Clinton cuando en la toma de mando del decadente imperio, el Sucio Ave, perdón, el no más limpio Trump, adelantó su intención de renombrar el Golfo de México como «de América».

Las caras y reacciones de otros personajes durante la toma de Poseidón—discúlpenme, me confundí por aquello de dios de todos los mares y agitador de la Tierra—. Realmente quería referir que las caras de otros jerarcas en la toma de posesión no eran menos expresivas…

Creo que, en relación con el cambio de nombre del Golfo de México hasta los dignos y desprendidos hermanos de la tierra de Benito Juárez, tan abiertos a las causas más justicieras, estarían de acuerdo, si con esa América se refiriera al continente que busca levantarse del saqueo, la expoliación y la división a que lo sometieron las peores doctrinas del Destino Manifiesto.

Solo que, hasta donde alcanza la vista, al mesiánico personaje, salvado por el Señor de un atentado —según proclama— para salvar a su país y a los humanos junto a su divina figura, sería cuando menos improbable que lo muevan ideas especialmente misericordiosas.

Así lo demuestra su sola reacción ante el reclamo de clemencia que parece haberse salido de los guiones bien armaditos del espectáculo de asunción durante un sermón en la Catedral Nacional de Washington. Su cara de yo no fui y los mensajes posteriores en redes, en los que ordenaba a la obispa pedir perdón por sus reclamos misericordiosos, dicen muy bien que no es precisamente la clemencia justiciera, ni siquiera la que reclaman los dioses, lo que contemplan las escrituras sagradas de este otro sermoneante de ocupaciones, compras, humillaciones, vejaciones y chantajes.

El MAGA mesías del nuevo sueño americano resulta tan amenazador que el regularmente dormido Joe Biden, quien intentó guardar las formas frente a un contendiente que se las pasa todas por su pelaje rubicundo, se despertó de un salto, aunque tardíamente como fue común en numerosas de sus acciones, y antes de irse como alma que lleva el diablo de la Casa Blanca lanzó muy graves alertas tardías.

En despedida televisada a la nación advirtió: «Hoy se está formando una oligarquía en Estados Unidos de extrema riqueza, poder e influencia, que realmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos básicos y libertad y una oportunidad justa para que todos salgan adelante».

El tardío Biden, lo mismo para darle paso a otro candidato de su partido en la decisiva carrera electoral que para sacar a países de listas donde nunca debieron estar, agregó estar igualmente preocupado por el posible surgimiento de un complejo industrial tecnológico, que también podría plantear peligros reales para su país.

«Los estadounidenses están siendo enterrados bajo una avalancha de información errónea y desinformación, lo que permite el abuso de poder. La prensa libre se está desmoronando. Los pilares están desapareciendo. Las redes sociales están renunciando a la verificación de hechos», zanjó.

Por supuesto, como todavía no logró despertarse del todo el pobre y demorado Biden solo tuvo tiempo y palabras para adelantar la pesadilla que puede estar planeando sobre su país.

Olvidó por completo que lo que plantea como una sobra muy peligrosa para su «América primero» fue el martirio incesante de pueblos enteros, con ideas, disposiciones y recursos brotados de los cuatro años de su saliente administración, menos populista, aunque tampoco menos cínica.

El problema para los estadounidenses y el resto de los terrícolas en alerta temprana por los desplantes y desmanes previsibles no es que, como el Sucio Ave, el camarada reaccionario, derechista y conservador Trump no se bañe como el bandido del siglo XIX, porque, a decir verdad, aunque en la distancia, no parecen salir malos olores de sus largas chaquetas de etiqueta, tal vez de la misma marca que tapó a la querida Melania bajándose el sombrero hasta la altura de los ojos.

El problema real es la suciedad que le brota desde dentro, desde las entrañas de una ideología que, como la del Sucio Ave, está acompañada y respaldada, como pudimos ver en la coronación de unos muy poderosos cuatreros, listos a martirizar el mundo como su nuevo oeste.

A los cubanos el dormitante Biden no necesita alertarnos, desde hace mucho tiempo sabemos qué espera cuando la podredumbre moral brota…

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