Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No perder la esperanza

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Cuidemos el planeta, Más salud, Palestina libre, Un nuevo año con mucho amor y dinero, Vive intensamente, Quiero a mis amigos en mi país, Vivamos sin guerras, Que mis hijos siempre estén bien, Felicidad para todos los cubanos, Que no falte la risa… y pudiera seguir con la lista infinita de deseos que se han escrito al aire libre, en plena Habana Vieja. Caligrafías diversas, tintas de distintos colores, letras mayúsculas y minúsculas, estrellas y corazones en las oraciones. El artista alemán Martin Steinert instó a hacerlo.

Nube de madera es el título de la obra que, majestuosa, ocupa un espacio en la Plaza Vieja del Centro Histórico de la capital. Quien quiera minimizar la instalación, puede decir que se trata de numerosas tablas —1 800, para ser exacta—, estrechas, clavadas unas con otras, armando una especie de pelota abierta, inconclusa hacia el cielo. Pero eso sería demasiado ingenuo.

Son ocho metros de alto y diez de diámetro. La estructura fue construida a mano en poco menos de tres semanas, y estoy segura de que en medio del montaje Martin debe haber conversado con numerosas personas de distintas edades, intrigados por su efímera nube. Nadie imaginaría, quizá, lo que provocaría días después.

No es la única nube de este tipo que el artista ha construido. Suman 35 en nueve países; y no sé cómo ha sido en otras latitudes, pero lo que me conmovió este fin de semana fue leer tantos mensajes sinceros y, sobre todo, en franca referencia al
bienestar colectivo.

Alguna oración había que manifestara un anhelo individual, claro. Sin embargo, la mayoría expresa el interés por vivir en un planeta mejor, en un mundo mejor, en un país mejor. Y eso, en una época en la que algunos solo muestran el deseo de resolver sus problemas sin importar si la solución afecta a otros, realmente me alegra.

Un niño cargaba a una niña más pequeña para que pudiera dibujar una flor al lado de lo que ya él había escrito, y una pareja de adolescentes escribió cada uno una palabra que comenzaba con la última sílaba de la que el otro había graficado. Un extranjero escribió en su idioma y, al preguntarle en inglés sobre su deseo, sonrío y me dijo: Go back to Cuba.

Me gustó estar ahí y ser testigo de lo que, si alguien me contara, tal vez no le hubiera creído. Tengo fe en el mejoramiento humano, como afirmara el Apóstol, pero ciertamente, a veces, preocupa tanto «sálvese quien pueda». Comprobé entonces que, como escribí minutos antes de irme del lugar, lo importante es no perder la esperanza.

Definitivamente, podemos encontrar sorpresas a cada paso.

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