Uno de los desafíos que se abre ante los jóvenes cubanos es fortalecer nuestra lucha contra el imperialismo en aras de alcanzar una sociedad más justa y equitativa. Para ello resulta vital fomentar el antimperialismo de José Martí, quien vivió en el monstruo, conoció sus entrañas y comprendió el peligro que representa para Cuba y América Latina la política expansionista del imperio estadounidense.
En carta enviada a su amigo Manuel Mercado, expresó: «Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber (…) de impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso».
El imperialismo hace a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres, como muestra la realidad de esos millones de personas que no tienen acceso a agua, alimentos ni servicios de salud. Desde muy temprano Martí también entendió que lo más importante no es lo material, lo utilitario, sino aquello que mueve el sentimiento humano por el bien de los demás. Así lo refirió en uno de sus apuntes: «Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento. Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad». Martí nos enseñó que no podemos desechar la búsqueda de la prosperidad ni oponernos a ella, pero esta ha de alcanzarse a través del trabajo creador y un comportamiento ético y humanista que garantice justicia para todos.
La lucha por el socialismo es la vía para lograr la equidad. Ser antimperialista es ser anticolonialista, es defender el derecho de los pueblos a la paz, la libre autodeterminación e independencia. Hay que enfrentar cualquier acción dirigida a menoscabar la dignidad del ser humano y quebrantar la paz: ese es nuestro deber. Ser antimperialistas significa condenar la guerra y los conflictos bélicos que destruyen familias, dañan el medioambiente y exterminan naciones.
Lo que hoy sucede en Palestina es muestra fehaciente del daño causado por el imperialismo. Es urgente asumir una posición firme que globalice la solidaridad internacional con ese pueblo, víctima de un proyecto colonial, la unidad —esa por la que también luchó Martí y que constituye el principal factor de nuestro proyecto de soberanía—, el respeto a las diferencias, la no injerencia en los asuntos internos de los países, la igualdad de derechos y oportunidades para todos los seres humanos y todas las naciones…
Debemos insistir en que se respete y respalde la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, pues eso significa hacer frente a la ofensiva imperial. Desde los movimientos y organizaciones juveniles y también desde las plataformas digitales, tenemos que concientizar a los jóvenes de que es necesario enfrentar al imperialismo para seguir construyendo un mundo mejor, más justo y equitativo.
El momento actual continúa siendo de definiciones, por eso seguimos construyendo el socialismo en Cuba, con una juventud en la primera línea del trabajo para impulsar la economía, generar bienestar y enfrentar la crisis global, una juventud que lucha contra el bloqueo económico, comercial y financiero de EE. UU. y la creciente hostilidad del imperialismo.
Esa generación de vanguardia, que mantiene vivos los legados de Martí y Fidel, consecuente con la historia y protagonista de las transformaciones políticas, sociales y económicas que Cuba ha decidido, posee hoy la gran responsabilidad de afrontar estos y otros desafíos y ayudar a construir un mundo mejor.
El legado de nuestro Apóstol tiene una especial significación frente a la hegemonía imperial y la política del Gobierno de EE. UU. en su afán por destruir la Revolución Cubana. Desde mi condición de cubana, joven martiana y comunista, invito a fortalecer el antimperialismo como valor esencial y única vía para alcanzar la paz, la igualdad y la justicia social.
*Presidenta de la FEEM en el municipio Cacocum e integrante del Movimiento Juvenil Martiano en Holguín.
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