Me había prometido que no escribiría sobre La Paca. Es demasiado arriesgado intentar transmitir tu espíritu, las esencias y mezclas de tu alma. Hace apenas unas horas terminó un homenaje en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el mismo lugar donde tantas veces estuviste. Allí se sentía tu presencia. Tal vez debería mencionar los nombres de algunos de los que estaban, pero sé que nos viste.
Luego, caminaba con suavidad, miraba a lo lejos, y te imaginaba. Me pregunto qué pensarías de nosotros. ¿Cuál sería el mejor homenaje para ti, este y cuántos otros, o ya es suficiente? ¿Qué te gustaría totalmente? ¿Cómo te fuiste o cómo estás?
En medio de todo, sigo con eso fijo. Te pienso y tecleo, aprieto las letras y sigues en mi mente. Tal vez porque siento que esta es la única forma de seguir conversando contigo.
Sabemos lo importante que eran las palabras escritas para ti, todo el tiempo que dedicaste a escribir, siempre con el tono de una conversación, por eso en tus párrafos se sienten también tus gestos, las carcajadas
y las muecas. Tu ímpetu y el impulso de siempre palpitan con fuerza.
No escribiré mucho, solo te confirmo que tienes amigos verdaderos, gente que te quiere con todos tus matices. Nos dejaste un legado como amiga, mujer guerrera y cubana total, como periodista y caimanera. Lograste algo muy difícil: ser odiada, pero a la vez querida hasta por las mismas personas a las que criticabas.
Paquita Armas Fonseca se convirtió en una especie de marca, en un símbolo de la crítica, especialmente en lo relacionado con la televisión, pero mirabas con sentido analítico casi todo, hasta lo más personal de tus amigos. Entre todas las pasiones y energías, que parecían casi desbordantes, sobresalía siempre el cariño y tu afán de ayudar. Hiciste que muchos de tus amigos nos hiciéramos amigos también entre nosotros.
Los arroces con vegetales y los pacazos (momentos para compartir en su casa entre miembros de la revista El Caimán Barbudo y otros amigos) siempre estarán en nosotros. Tal vez hasta intentemos hacer algunos, pero indudablemente no serán iguales. Tu sazón como persona es irrepetible.
Seguramente, ya estás junto al Blado. Quizá ambos se ríen de nosotros desde la altura, o recuerdan anécdotas relacionadas con el Joaco o Fide, algunas discusiones sobre periodismo, cierto programa humorístico o deporte, un titular o una palabra determinada… Desde allá deben estar felices por la actuación de Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol.
En El Caimán nos dejaste también una impronta, un legado, no solamente en las páginas nacidas entre 1983 y 1985, cuando fuiste jefa de Redacción y directora. Si el Blado es el Caimanero Mayor, tú eres la Caimanera Mayor. Dedicaste muchos años, talento, esfuerzo y voluntad a esta especie de ser vivo, llamado El Caimán Barbudo, por el que tanto disfrutaste y también sentiste dolores. Aquí, en la AHS, también sentimos tu presencia, como jurado de concursos y en otras muchas actividades.
Te agradecemos por los consejos y el cariño. Ojalá hubiésemos estado aún más cerca. Te imaginamos siempre llena de vida, de un lugar a otro, o frente a la laptop, el televisor siempre encendido. Un abrazo muy sincero, como siempre.