Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los ángeles del jueves

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Será muy difícil olvidar aquella tarde de jueves, el último del mes. Era la sesión de intercambio de la revista Temas, y en aquella ocasión el debate se reservó para el gobierno en la base. En fin, para ponerse a pensar. Recordamos que los organizadores tuvieron la feliz idea de invitar a la Gobernadora de la joven provincia de Mayabeque, donde se comenzaban a experimentar varias ideas en el funcionamiento de la administración local.

También estaban académicos y hasta investigadores que hablaron desde su condición de delegados de circunscripción o jefes de mesas electorales. Todo iba bien. Con anécdotas y opiniones sobre si las formas de gestión eran efectivas o no, si la ciudadanía realmente se siente representada o no y si los gobiernos tienen autonomía o no.

Por ahí iban las rectas y los swings (nunca curvas), cuando tres personas, una mujer y dos hombres, con ropas muy humildes, pidieron la palabra. Al escuchar quiénes eran muchos contuvieron el aliento. Eran delegados de circunscripción, y así lo dijeron: con un convencimiento, que no venía de los frufú; sino de la dura misión de representar a los de abajo.

Nadie los había invitado, aclararon. Estaban allí porque se habían enterado por alguna parte, y al encuentro se fueron sin muchos protocolos. Sus vivencias fueron de todos los colores. Uno de ellos confesó que el cargo le había regalado una diabetes y una hipertensión, pero aún así (lo acentuó con la punta del dedo hacia abajo, como si fuera un cuño firme) no se arrepentía de nada, y que después de sus familiares lo más querido en este mundo eran sus electores.

¿Por dónde estarán esos tres ángeles? Ahora que el país vuelve al proceso eleccionario, la memoria regresa a esos tres delegados y su sentido de pertenencia. ¿Cuántos de ellos existirán en Cuba en estos momentos?  Si en esta Isla se quiere ser mejor, habría que fijarse en muchas personas. Pero, sin duda, a la hora de pensar en ese gobierno que debe reinventarse cada día, se tendría que mirar, escuchar y también proteger a esos hombres y mujeres de abajo.

Gobernar a ras de cuadra, en cualquier lugar y época de este mundo, siempre pondrá a una persona honesta en aquella ruta que Leonor Pérez tanto le advirtió a su hijo José Martí: en el camino de los crucificados.

Solo que allí, en esa raíz de polvo, llanto y sudor, en la que se mezcla lo humano con lo divino, está la fuerza de un país. Cuando el gobierno, a cualquiera de sus niveles, se ha distanciado en alguna medida de esa base, más problemas y angustias les han surgido a la Revolución y al Estado que tiene por misión sustentarla. 

Por el contrario, cuando el vínculo se ha hecho más estrecho, con menos o ningún formalismo, la Revolución se ha fortalecido y ha demostrado su capacidad de remontar los obstáculos que a muchos les parecían imposibles de salvar.

Si un peligro deberá prever el proyecto político cubano es que lo administrativo desplace y termine devorando lo participativo. Algo así se pensaba en una asamblea de circunscripción al ver la asistencia mecánica, muy formalizada que había en ella. Una de las causas estaba cantada desde antes: a cada planteamiento desde abajo, había una justificación desde arriba. Nada que decir, y lo peor: nada que transformar.

Nuestras estructuras del poder del pueblo deben alejarse siempre de la comodidad. Esa zona de confort, que lastra iniciativas y acomoda aburguesamientos, tiene uno de sus antídotos en esa relación con la base en la que la dirección de las indicaciones y las presiones no pueden ser solo de arriba hacia abajo, sino al revés.

No en balde, en Cuba el Gobierno se nombra Poder, pero con un adjetivo sustancial: Popular. Esa palabra, lanzada a cada rato al consomé de los discursos, es la brújula más certera de lo que se quiere y de lo que se puede.

En seguirla, está el camino no de la crucifixión solitaria, sino en el encuentro con otros ángeles, que como los de aquel jueves de la revista Temas, le dan a cualquiera el sano orgullo de llamarse cubano.

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