Para escribir este artículo, se me ocurre pedirle prestado el título que le dio la famosa novelista inglesa Emily Bronte a su única novela, Wuthering Heights, o sea, Cumbres Borrascosas, en su traducción al español, novela que terminó siendo un clásico de la literatura inglesa.
Cumbres borrascosas se podría llamar a las dos cumbres a las que asistió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en días pasados. La primera de estas ocurrió en Canadá, a donde el Presidente norteamericano asistió para reunirse con Japón y sus aliados europeos en el marco del grupo de naciones desarrolladas conocido como el G-7, la segunda, la ya llamada histórica reunión que sostuvo con el presidente norcoreano Kim Jong-un.
Trump, que es un hombre impulsivo, egocentrista y mentiroso, pero que no necesariamente tiene que siempre estar equivocado, se burló de sus aliados del G-7, hizo lo que mejor le pareció, desoyó los pedidos al entendimiento de los otros jefes de Estado y no firmó —después que había dicho que lo haría— el documento final de la cumbre. Si algo de lo que hizo en Canadá vale la pena aceptar como bueno, fue el reclamo de que Rusia volviera a ser miembro pleno del exclusivo club. Es absurdo que Rusia no esté representada en ese grupo de naciones y que, sin embargo, Italia sí lo esté. Rusia pertenecía al mismo, pero por decisión del resto de los países fue expulsada del grupo. Trump pide su reingreso y no veo razón alguna para que no lo esté. Rusia es una nación desarrollada, euroasiática, con una gran economía de Primer Mundo. No existe ninguna explicación para que no sea reincorporada a ese grupo de naciones. Rusia no ha hecho nada que no hayan hecho anteriormente el resto de los países que lo componen.
Trump, como una más de sus medidas absurdas, ha creado una guerra comercial contra sus eternos aliados, aplicando una altísima tarifa al acero y al aluminio que importa de Europa y de Canadá. Esas medidas lo único que hacen es hacerle daño a sus aliados y en definitiva al pueblo norteamericano, que tendrá que pagar más por la mercancía que utiliza esos productos.
Con Canadá y su Primer Ministro ha ido más allá de la guerra comercial y ha ido al insulto personal y a las amenazas, solamente porque Justin Trudeau afirmó que era absurdo que se utilizara el argumento de la seguridad nacional de los Estados Unidos para justificar el aumento en las tarifas.
A Trump se le vio aislado en las reuniones del grupo, soberbio como es, llegó casi a dar a entender que Estados Unidos bien podría abandonar el mismo. No es como para no tomarlo en serio. Ya hemos visto lo que ha sido capaz de hacer con el Acuerdo de París sobre el cambio climático y con los acuerdos firmados junto a otras naciones para la desnuclearización de Irán.
Evidentemente, Trump está llevando a este país a un aislamiento muy peligroso. No respeta las decisiones y los acuerdos firmados por sus antecesores, y le importa tres bledos lo que digan de él. El hombre es una veleta que lo mismo va hacia un lugar que a otro y es, además, una fábrica de decir mentiras. Lo que dice por la mañana puede, muy fácilmente y sin siquiera ruborizarse, desmentirlo por la tarde.
Llegó tarde a la cumbre y se fue temprano de la misma sin importarle lo ofensivo de su actitud. Tan mal parada dejó la reunión que ya se decía que en vez de G-7 el grupo se podía renombrar G-6 más 1.
Hace solamente unos meses en las Naciones Unidas, Donald Trump, amenazó a la República Popular Democrática de Corea con dejarla plana y arrasarla de la faz de la tierra. Se burlaba mañana, tarde y noche del Presidente norcoreano, llenándolo de nombretes y tratando de ridiculizarlo. Sin embargo, ahora, lo llena de elogios y dice que es una excelente persona, un joven brillante y un verdadero líder de su pueblo.
Es indudable que la cumbre que hace unos días se llevó a cabo en Singapur entre los dos presidentes es un paso en la dirección correcta. Siempre he creído que el diálogo directo es la mejor forma de resolver las diferencias y este paso que se ha dado pone, al menos por el momento, a ambos países en el camino de poder llegar a un acuerdo que evite una catástrofe como la que se avecinaba.
La cumbre estuvo a casi nada de no llegarse a realizar. Las declaraciones que hicieron el vicepresidente, Mike Pence, y el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, días atrás sobre la misma fueron funestas, desafortunadas y nada alentadoras, pero como Trump es un trompo loco que no le hace caso a nadie, la realizó.
Vamos a ver si ahora se cumple lo prometido y que esta reunión haya llevado a ambas naciones al entendimiento mutuo. El tiempo dirá la última palabra.