Los británicos dirán adiós a las armas. Foto: AP Decididamente, Iraq no es el «fuerte» de las tropas británicas...
Ya en 1932 debieron irse de allí, sin importar que, en la guerra imperialista contra los otomanos (1914-1918), dejaron yacentes en las arenas a 92 000 de sus soldados. Aunque, a decir verdad, eran mayormente de la India, otra de sus posesiones coloniales.
Pero hoy no. Los más de 130 efectivos de Londres que han sido ultimados por la resistencia en el país árabe, pesan tanto como la oposición del pueblo británico a la ilegal agresión, desde sus primeros instantes.
Algo de esto parece haber entendido el primer ministro Tony Blair, cuando el miércoles informó su decisión de retirar en los próximos meses a 1 600 de los 7 100 soldados que el Reino Unido tiene desplegados en el «pacífico» sur de Iraq. Para fines de 2008 —y eso que hasta ahora el gobierno era reacio a anunciar plazos— se irán los restantes.
Dos fuerzas contrapuestas le deben estar desgarrando el estómago al bueno de Tony. Por un lado, le zumban al oído sus archirrepetidas palabras de que los militares británicos solo abandonarían Iraq «una vez que hayan terminado el trabajo», y por otro, le llegan señales rojas de que, si no hace algo de lo que el electorado le ha estado demandando a gritos, muy pobre herencia le dejará a su sucesor en Downing Street número 10 cuando él se vaya en pocos meses.
¿Qué ha pasado entonces? ¿Hay algún «trabajo terminado» como para que Blair decida recoger pita? ¡Pero si durante la misma noche del miércoles los insurgentes atacaron con misiles antitanque dos bases militares británicas en la sureña Basora! Lamentablemente, los rebeldes no colaboran con el optimismo del Primer Ministro.
Si se toma nota además de que el recrudecimiento de las acciones contra las fuerzas ocupantes, ha llevado a su amigo George a sumar 21 500 soldados a sus abultadas y paradójicamente insuficientes tropas en Iraq, ¿qué pasó con el «espíritu de alianzas» de Blair, que no ha considerado reubicar a sus militares en otras zonas para darle una manito a Washington? ¡Mmmm...!
Por cierto, en la Casa Blanca se han esforzado en hacer una sonrisita despreocupada, y les ha salido una mueca. Para Tony Snow, portavoz de Mr. President, «el hecho de que se haya progresado en un par de áreas, ha posibilitado que los ingleses pudieran retirar algunas de sus fuerzas».
Admirable, ¿no? Al cabo de cuatro años de estancia de unas tropas respaldadas por un alarde de tecnología bélica que sería la envidia de Atila el Huno, el contingente militar británico ha progresado ¡en solo «un par de áreas»! Muy positivo, muy positivo.
Hipocresías aparte, la verdad de esta movida política es que Londres admite, sin decirlo, que no hay ni habrá un Iraq dócil por mucho tiempo, y que a los invasores les va a costar trabajo eterno lograr algo parecido a la paz.
Así, un Blair obsesionado con dejar un legado honorable, pone el dedito en el muro para intentar contener las olas que, en definitiva, le saltan por encima. Pero a la tumba política se habrá de llevar el churro de grandes proporciones que hicieron él y su «mejor amigo».
Es el precio de estar «en el lado correcto».