EL humor está en crisis. No es nuestra la culpa, dicen los profesionales de la jarana. Para remediarlo algunos se arman de uno de los rasgos de nuestra identidad: el choteo. Hasta en la televisión cargan las chisteras, pero una cosa es reírnos de nuestros problemas, y otra bien distinta, es reírnos de los de otros.
A modo de pulla justificativa, los cómicos argumentan: los vaivenes de la ética y la estética, y la confrontación con quienes no asimilan la arremetida picaresca nos reducen las alternativas y marchitan la inspiración.
En cambio, no se resignan. Hay quienes han encontrado cómo arrancar la carcajada al instante. Puede insertarse dentro del humor de situación y en el argot popular lo denominan como «dar chucho o cuero»: en pleno espectáculo, se acercan a una de las mesas y arremeten chuscamente contra las parejas que muestren alguna diferencia de edad, raza, peso, nacionalidad. La audiencia se desternilla de la risa, seguramente por no haber sido ellos los escogidos y degradados públicamente.
En la televisión, en La hora de Carlos, Ángel García «Antolín, el Pichón», lo aclaraba: «No empleo esos métodos, tengo otros recursos, me gusta más el chiste de reacción tardía o de hallazgo».
En sus comienzos, la comedia silente empleaba las colisiones de personas, autos, trenes. Todo lo que se moviera y tropezara podía resultar risible. Hoy, mucho humor colisiona... con el público, lo apabulla, como si no valieran las palabras.
En el referido programa, Juana Bacallao hizo reír como pocos, se choteaba a sí misma, un rasgo de nuestra identidad. Quizá por eso ella se califica como «Juana, la cubana».
En otra ocasión, en que los invitados fueron los integrantes del dúo Buena Fe, hicieron referencia a la importancia del mensaje estético en la obra del artista, a tener cuidado con lo que llamaron boberías porque el público es el receptor más exigente que se puede tener. Cuando Carlos les solicitó que le firmaran un CD, este estalló al abrirlo. Fue una broma que devaluó las reflexiones anteriores.
Antolín había dicho también: «A los colegas que utilizan ese método no me molesto ni en ir a verlos». Un sano consejo que Carlos no había escuchado, y sus invitados ignoraban para fatalidad de algunos de ellos.
El humor comenzará a abandonar su hipotética crisis cuando, en principio, sentarse en la primera fila deje de ser un peligro para la integridad del espectador.
Un precepto general lo dice desde hace mucho: No propinarás tratos crueles o degradantes; otro bíblico: Ama al prójimo como a ti mismo; y otro que le atribuyen a Oscar Wilde: «Se puede bromear con todo, pero no de cualquier manera». Y este último: el humor es humilde; si humilla es ironía.