«El mundo es mi representación» Arthur Schopenhauer
Durante las primeras semanas de la enfermedad de Fidel, ocurrieron cosas interesantes en el mundo mediático, como por ejemplo, prender el televisor y encontrarse de pronto con el periodista cubano Randy Alonso hablando a cámara, algo completamente insólito en Buenos Aires, acostumbrados como estamos a la información sobre Cuba fabricada en Estados Unidos y difundida en el mundo hasta con la misma puntuación. «Como ven, la televisión cubana no informa sobre la enfermedad de su líder», comentó el locutor argentino. «Solo transmite programas culturales» (ya lo quisiéramos por aquí... pensamos los televidentes).
En el mundo global, cuando una celebridad se enferma, se emiten boletines médicos cada diez minutos, entrevistan a especialistas, uno tras otro y publican dibujitos de los órganos dañados, hasta alcanzar el máximo de morbosidad. Pero ¿qué hacer en este caso, ante la discreción convertida en silencio, anunciado —¡y cumplido!— de este país tan distinto a todos? ¡¡Se enferma el presidente más famoso del mundo y nada que informar!! El vacío informativo crecía al tiempo que se agotaban las imágenes de la euforia histérica en Miami, único material fílmico disponible. Como se sabe, todo vacío tiende a ser llenado. Lo ideal —la noticia deseada— eran tropas y tanques patrullando las calles en Cuba, multitudes descontroladas, fotos de presos torturados —como los de Iraq y Guantánamo—, declaración de estado de sitio, barcos atestados provenientes de Miami, en fin, «el régimen agonizaba» (ya tenían los titulares preparados, me contó un periodista amigo). Como nada de eso ocurría, enviaron reporteros a Cuba. Las cámaras mostraban la mayor tranquilidad en las calles, la gente deseando la pronta recuperación de su líder. Por fin, y respondiendo a pedidos urgentes desde las redacciones, lograron entrevistar a un «disidente» que se explayaba contra «el régimen» y contra Fidel en una plaza pública de La Habana. Entonces ocurrió algo gracioso: desde Buenos Aires, le pregunta el locutor al periodista que está con el personaje:
—¿Y hay mucha gente alrededor, escuchando esta entrevista?
—Solo el camarógrafo y yo. Nadie conoce aquí a esta persona.
La transmisión concluyó ahí mismo.
¿Y qué publicaban los diarios? Relatos completamente veraces sobre el Moncada, sobre el Granma, y una excelente biografía de Fidel, de Claudia Furiati.
Ante la ausencia completa de aunque fuera una sola de las noticias esperadas, y, en su lugar, ese vacío repentino, no había tiempo para inventar una mentira nueva que tuviera una mínima coherencia con las anteriores. Miami ya no tenía nada más que decir y Cuba apagó el sonido de golpe. El vacío era insoportable y había que llenarlo de inmediato. Lo único que quedaba a mano en esos momentos eran documentos, que, por definición son veraces.
Después, en plena recuperación del Comandante, continuó, por inercia, la información veraz: anuncios de adelantos del nuevo libro de Ramonet (Cien horas con Fidel), fotos de Fidel con Chávez, información sobre el NOAL (nunca se había publicado información sobre congresos internacionales en La Habana), ocupando los titulares hasta en los diarios de derecha.
En síntesis, se ha desatado una interesante campaña mundial, gratuita y no programada, sobre la verdad en Cuba. Una especie de golpe de judo en la batalla de ideas. Una transición informativa, temporal quizá, pero transición al fin.
Una vez más Fidel ha convertido una derrota en victoria.
*Arquitecto y periodista argentino, autor de varios libros sobre nuestro país, entre ellos: Cuba existe, es socialista y no está en coma y Cuba rebelde, el sueño continúa.