Laura Richardson y su Gobierno continúan aferrados a la política de «patio trasero». Autor: Colorado News Publicado: 20/03/2024 | 11:22 pm
A la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, bien podría nombrársele también «embajadora» para Latinoamérica: es la funcionaria de la administración Biden que más alude a la región… y más la visita.
Claro que a esta general, al mando de uno de los 11 comandos de combate unificado de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, las misiones diplomáticas pudieran resultarle ajenas.
No obstante, desde que asumió en 2021 ha estado en Brasil, Ecuador, Colombia, Uruguay, y el mes que viene realizará su segunda visita a Argentina; aunque es obvio que para esos periplos no la habrán movido, exactamente, afanes relacionados con la esfera de la diplomacia.
Aunque el componente militar de la política de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe pareciera desplazado por una estrategia de supuesta mejor vecindad que busca de todos modos mantenerla bajo su influencia, Washington no ha renunciado a su presencia militar en la región, como lo demuestra la pervivencia de sus bases y la mantenida realización de ejercicios bélicos conjuntos.
A ellos se añaden acuerdos que permiten a sus soldados la entrada y salida de los países firmantes por periodos de tiempo cortos, pero reiterados, como ha ocurrido en Perú y Ecuador, para anunciadas labores de cooperación.
Esos esfuerzos dejan a la zaga acuerdos de presunta cooperación comercial de los que no se ha visto saldo, como el convite que la Casa Blanca ha
denominado Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas, y que se adivina como intento de punta de lanza contra la auténtica integración latinoamericana y caribeña.
Los reales intereses estadounidenses en la región, sin embargo, han sido reiteradamente voceados por Richardson, quien no oculta el apetito que los recursos naturales latinoamericanos siguen despertando en EE. UU.
Su obsesión por el litio y otros minerales es notable y, según los trascendidos que anteceden a su viaje a Argentina en abril, el tema estará en la agenda, aunque no será el único y, seguramente, tampoco el más importante.
El orden geopolítico en la región, la «seguridad» internacional y la denominada lucha contra el narcotráfico también estarán en la orden del día.
Ello incluye la ostensible preocupación estadounidense por la incrementada presencia de China y Rusia en Latinoamérica, merced a las relaciones de cooperación y colaboración establecidas por Beijing y Moscú con muchas naciones de nuestro hemisferio.
Entorpecer esos nexos resultaría un lastre para ellos.De modo que deben esperarse cortapisas sobre Buenos Aires, incluyendo la pervivencia de un centro de exploración de espacio profundo que tiene China en el país, según dijeron fuentes locales no identificadas a las que ha aludido el diario argentino Clarín.
«La instalación de espacio profundo de China en Argentina es una gran preocupación para mí como militar y por lo que (Beijing) hace contra aliados y socios», ha dicho Richardson sin tapujos.
Claro que del lado argentino debe esperarse la mayor cooperación, pues no resultará de mucho esfuerzo para el presidente Javier Milei alinearse con las políticas de una nación hacia la cual no oculta su admiración.
Latinoamérica debe estar ojo avizor: de los resultados de esta visita podrá colegirse si, además de desguazar la institucionalidad de Argentina, Milei aspira a convertir a su país en cuña contra los intereses de América Latina.