Elecciones. Autor: Reuters Publicado: 19/11/2022 | 09:31 pm
Como si ser el primero le diera ventaja para obtener la candidatura republicana con vistas a la elección presidencial de 2024 y regresar triunfante a la Casa Blanca, el exmandatario Donald Trump anunció su decisión el martes en la noche, justo a una semana de las elecciones de medio término y desde su mansión floridana de Mar-a-Lago, quizá pensando en aquello de que «quien da primero da dos veces».
«El regreso de EE. UU. empieza ahora», le dijo Trump a sus fanáticos seguidores, vestidos con la parafernalia de quienes continúan aseverando que le robaron la presidencia en 2020, y a quienes les advirtió: «Esta no es una tarea para un candidato, es una tarea para un gran movimiento». ¿Volverá la turba violenta a las calles?, una amenaza flota en el ambiente.
Sin embargo, hoy por hoy, hay más de una interrogante sobre su real posibilidad cuando está a la vista que por mucho empeño que puso, mucho discurso pronunciado en mítines electorales en apoyo a candidatos al Congreso y a otros cargos, el resultado fue más bien mediocre para sus elegidos —negacionistas de los resultados adversos de 2020 que llevaron a Joseph Biden a la presidencia—, y jamás se produjo la inmediata y arrasadora «marea roja» que había prometido.
A esa debilidad política se le suman los problemas legales que penden sobre el exmandatario: en primer lugar su papel protagónico como instigador en el asalto al Capitolio; el escándalo de los documentos clasificados de su presidencia que fueron requisados por el FBI en su mansión de Mar-a-Lago; la investigación por manipulación de las elecciones en Georgia, cuando durante una conversación telefónica con el secretario de Estado de Georgia, el republicano Brian Raffensperger, lo presionó para revertir los resultados de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 con estas palabras: «Lo único que quiero hacer es esto. Solo quiero encontrar 11 780 votos, que es uno más de los que tenemos porque ganamos el estado», pero Georgia lo ganó el demócrata Joseph Biden y con ello la Presidencia.
Otros dos conflictos legales en Nueva York son el caso contra el grupo inmobiliario Organización Trump, su imperio empresarial, por «valoraciones de activos fraudulentas y engañosas en sus declaraciones financieras anuales» de los años 2011 a 2021, demanda de la fiscal general de Nueva York, Letitia James, contra el expresidente y sus tres hijos mayores, Donald Jr., Eric e Ivanka; y la demanda por difamación de 2019 impulsada por la escritora E. Jean Carroll, que involucra acusación de agresión sexual en los años 90.
No hubo marea roja
Cuando ya había transcurrido más de una semana del 8 de noviembre electoral, el Partido Republicano a duras penas alcanzó la mayoría de 218 escaños, y aún faltan siete asientos por decidir. Los demócratas tienen 210, por lo que no es una diferencia notable, pero mayoría al fin y al cabo, aunque posiblemente desmonte la pretensión republicana de investigar a la familia Biden, especialmente a su hijo por sus negocios en el extranjero.
En enero, cuando la legislatura tome posesión, la demócrata Nancy Pelosi dejará de presidir la Cámara y probablemente ocupe el cargo el actual líder de la minoría republicana Kevin McCarthy, aunque el segmento más conservador de su partido cuestiona apoyarlo o le ponen condiciones para darlo.
Sin embargo, igual pretensión republicana de controlar el Senado y tener el poder de doblegar al Presidente demócrata se le hizo agua entre los dedos. Los demócratas tienen 50 escaños, y aun suponiendo que en la segunda vuelta de Georgia, el próximo 6 de diciembre, gane el candidato republicano, en votaciones empatadas de esa cámara alta legislativa decidirá la vicepresidenta del país, pues Kamala Harris preside esa ala capitolina.
Por tanto, los senadores demócratas podrán confirmar a los candidatos judiciales de Biden, y también rechazar proyectos de ley aprobados por la Cámara sin el beneplácito de este bando político y establecer su propia agenda.
The Hill lo dijo crudamente: «Los republicanos se enfrentan a la discordia interna después de que obtuvieron una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes, pero no lograron cambiar el Senado, lo que llevó a los miembros a cuestionar si el partido necesita una revisión del liderazgo», y uno de los liderazgos cuestionados es precisamente el de Donald Trump, aunque a decir verdad, si fuera el reelecto gobernador de Florida, Ron DeSantis, el candidato republicano en 2024, como su avance en las urnas del estado indica; Estados Unidos y el mundo no lograrían ganancia alguna con otro ultraconservador al frente del imperio.
Por supuesto, no serán los únicos aspirantes. La talanquera se ha abierto y no serán pocos los que se lancen al ruedo.
Por cierto, el exvicepresidente Mike Pence, que pudiera ser uno de esos aspirantes, ha dicho en entrevista con Fox & Friends hace pocos días que los estadounidenses le comentan que quieren ver las políticas de la administración Trump, pero un liderazgo que refleje la «civilidad y el respeto» «que podría unir al país en torno a nuestros más altos ideales». En más de una entrevista, Pence ha repetido que cree que habrá «mejores opciones» que Trump para la nominación republicana en 2024.
El consejo editorial de National Review, una de las principales publicaciones del conservadurismo, escribió: «Es demasiado pronto para saber cómo será el resto del campo, excepto que ofrecerá alternativas mucho mejores que Trump».
Y lo que es peor para el personaje, las encuestas tras estas elecciones de 2022 lo muestran menos popular que Biden, que tampoco está boyante en ese capítulo del favor ciudadano. Una encuesta de Politico-Morning Consult publicada el martes encontró que el 65 por ciento de los votantes no cree que Trump deba presentarse para la Casa Blanca.
Otros campos de batalla
Volviendo a estos comicios de medio término, otro escenario fue el de las gobernaciones de 36 estados de EE. UU.
Alabama, Alaska, Arizona, Arkansas, California, Colorado, Connecticut, Florida, Georgia, Hawái, Idaho, Illinois, Iowa, Kansas, Maine, Maryland, Massachusetts, Michigan , Minnesota, Nebraska, Nevada, New Hampshire, Nuevo México, Nueva York, Ohio, Oklahoma, Oregón, Pennsylvania, Rhode Island, Carolina del Sur, Dakota del Sur, Tennessee, Texas, Vermont, Wisconsin y Wyoming dejaron el siguiente resultado para los 50 estados:
Hay 21 trifectas republicanas y 17 demócratas, un término que describe cuando un solo partido logra la gobernación y la mayoría en ambas cámaras legislativas, mientras en diez estados el control se ha dividido (Nevada, Arizona, Kansas, Luisiana, Wisconsin, Kentucky, Virginia, Carolina del Norte, Pensilvania y Vermont), y en los dos estados restantes, Alaska y New Hampshire, aún no está clara la situación. Antes de estas elecciones 23 estados eran controlados por trifectas republicanas y 14 demócratas.
Cualitativamente, las cifras tampoco han favorecido a los republicanos que perdieron dos gobernaciones, las que fueron ganadas por los demócratas.
Además de elegir a los «servidores públicos» a casi todas las instancias, en las boletas de algunos estados aparecían temas por los cuales votar y uno de los más controvertidos fue el derecho reproductivo o dicho más claro, el derecho al aborto, que fue tomado como bandera por los demócratas y los republicanos se abstenían de opinar durante la campaña electoral, a sabiendas de lo que pudiera costarle en las urnas.
En los referendos en Michigan, Vermont y California para proteger el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en sus constituciones, el sí prevaleció, pero en Kentucky y Montana, donde la iniciativa presentada era para limitar ese derecho, no fue favorecida la posición antiabortista que como se sabe la Corte Suprema de EE. UU., dominada por seis jueces de pensamiento bien conservador —tres de ellos designados por Trump—, le abrió puertas a la visión retrógrada el pasado junio cuando revocó la sentencia conocida como Roe vs. Wade, que desde 1973 garantizaba el derecho al aborto en el país, y esa prohibición fue obedecida por 13 estados y otros lo han restringido.
Decididamente, en la «tóxica atmósfera política», como algunos análisis describieron la situación, los votantes estadounidenses han favorecido de manera general a quienes se presentaron como defensores de su democracia, frente a los que la han socavado con acusaciones de fraude desde 2020 y con su participación o apoyo al asalto del Capitolio el 6 de enero de 2021, léase trumpismo, aunque se evidencia en los números la clara división de la sociedad estadounidense.