Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El recuento de 365 días

El Gobierno y el pueblo japonés agradecen la solidaridad y los ánimos expresados por los cubanos

Autor:

Nyliam Vázquez García

Quizá quienes vivieron la tragedia del terremoto y el tsunami desearían hacer lo que las olas de más de diez metros. Barrer con esas imágenes terribles de aquel 11 de marzo debería aliviar el dolor de las heridas intangibles; sin embargo 365 días después queda mucho por hacer. No se puede olvidar, porque los japoneses están en plena reconstrucción del espacio físico deshecho, de sus vidas, en la medida de lo posible. Mientras avanzan necesitan compartir las lecciones aprendidas.

Para mitigar el dolor habrá que estar seguro que nada similar podría volver a ocurrir. Más de 15 000 muertos y unos 3 000 seres humanos aún desaparecidos dan cuenta de la tragedia. Muchas personas que vivían cerca de la planta nuclear de Fukushima todavía no pueden volver, ni podrán hacerlo, mientras quienes lo perdieron todo tras el desastre permanecen en casas temporales y albergues, en espera de esa normalidad ansiada. Todavía falta.

Para el embajador de Japón en Cuba, Masuo Nishibayashi, una de las tareas más importantes en el proceso de reconstrucción es conseguir la estabilidad de la parada en frío de la planta nuclear accidentada, concluida en diciembre pasado, y conseguir la descontaminación radiactiva de los suelos.

Durante la inauguración en La Habana de la exposición fotográfica sobre el gran terremoto, Nishibayashi agradeció el apoyo del pueblo cubano en los momentos más difíciles.

«Quisiéremos mostrarles cómo fue el desastre y cómo se está recuperando Japón y también agradecer el apoyo del pueblo cubano», expresó el diplomático en declaraciones a JR.

Las imágenes de hace un año, expuestas en el salón 1830 del Hotel Nacional de Cuba, sobrecogen nuevamente. De frente otra vez ante el mar arrasando con todo a su paso, ante la desesperación de las personas, ante el caos, vuelve el sabor amargo de aquellos días, la impotencia. Luego también están ahí y alivian esas otras imágenes de los voluntarios salvando, de las familias reencontrándose con los fragmentos deshechos de sus vidas anteriores —álbumes de fotos, la mochila escolar— y, en medio de la tristeza, esbozan una sonrisa sorprendida por el hallazgo.

Llega entonces la esperanza con los dibujos de los niños, las muestras de solidaridad y con la certeza de que ese pueblo —ya lo demostró después de la Segunda Guerra Mundial— sabe superar toda adversidad.

«Japón debió afrontar grandes dificultades, pero también tuvo la oportunidad de reconocer y confirmar la importancia de la amistad, la solidaridad humana y la colaboración mutua: kizuna (lazos de amistad)», expresa un mensaje anterior del propio Embajador japonés.

Y los «kizuna» no faltaron ni entonces ni ahora. Es hermoso descubrir en el recorrido por la exposición que honra la memoria de los muertos e intenta dar ánimos a los sobrevivientes, la vista de las mil grullas de papel con la tradicional técnica japonesa del origami, hechas por los pioneros cubanos.

No es casualidad que en épocas de crisis se estrechen los amigos. Tampoco lo es que el recuento, 365 días después de la peor jornada vivida por el pueblo japonés en las últimas décadas, cargue inequívocamente la certeza del resurgir de las cenizas, aunque la herida en la memoria colectiva sea muy profunda.

Muchos no han dejado de trabajar, más allá de las ayudas y de los planes gubernamentales. Cierto, hay quienes han abandonado las zonas cero en busca de un futuro mejor que no encontraron más entre las montañas de escombros, entre las hileras de grúas que los recogen, en las pequeñas casitas temporales, en el silencio; pero son más los que creen en que volverá la vida a las prefecturas afectadas, son más los que acompañan esa sensación desde la distancia.

Y después de todo, reconforta saber que aquellos que mucho sufrieron y en buena medida todavía padecen la tragedia invisible, inclinan la mirada en señal de respeto y dicen: «Gracias».

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