Caracas será escenario de la Cumbre a partir de la cual echará a andar la CELAC. Autor: Ismael Batista Publicado: 21/09/2017 | 05:15 pm
CARACAS.— Doscientos años después del inicio de los primeros procesos independentistas, la aglutinación en un bloque único y plural de las 33 naciones soberanas de América Latina y el Caribe será un parto natural. Un nacimiento histórico y necesario que solo ahora ha alcanzado su madurez.
Primero fue la liberación de las metrópolis. Luego, la prolija construcción y acendramiento de las identidades nacionales —época difícil donde localismos, regionalismos, caudillismos, intereses económicos, entreguismos, desuniones, hicieron larga y dura mella, en la que se cebaron los bolsillos, las intrigas y los hilos del poder hegemónico, tanto yanqui como europeo.
Después vino la resistencia a la primera oleada neocolonial y a los golpes castrenses, que tuvo y tiene en la Revolución Cubana la cumbre libertaria. Con esta, se abrió el rumbo a la descolonización de la mayoría de las pequeñas islas del Caribe y territorios continentales como Belice, aunque también se establecieron, tan o más crueles que antes, las dictaduras; con sus decenas de miles de asesinados y desaparecidos.
Recién fue el enfrentamiento y triunfo sobre la segunda gran oleada neocolonial: el neoliberalismo. Esta tuvo y tiene en la Revolución Bolivariana su ejemplo cimero. Y entonces se abrió, al influjo de la telúrica de los movimientos populares y sociales, la llegada al poder de los excluidos de América Latina.
Ha sido un camino duro, difícil, sufrido. Pero el Nuevo Mundo sigue siendo el lugar de la posibilidad infinita.
Punto de no retorno
El establecimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) el próximo fin de semana marcará un hito. No estará exento de tropiezos, zancadillas, deconstrucciones. Mas Nuestra América ha llegado a un punto sin retorno.
Caracas será el espacio histórico de la fundación formal y espiritual del organismo unitario. La mayoría de los 33 presidentes y primeros ministros de la región han confirmado su asistencia a la investidura, los próximos 2 y 3 de diciembre.
El organismo continental —el primero en que no estarán EE.UU. y Canadá— tendrá entre sus pilares «consolidar la independencia de nuestros países, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y declarar la región como una zona de paz y desarrollo», ha expresado varias veces a la prensa Nicolás Maduro, canciller del país anfitrión, Venezuela.
«Con la CELAC —agregaba— se logrará unir a toda la región en una sola organización para comenzar a construir los lazos reales y el desarrollo de nuestros países».
Y así es. Y mucho habrá por hacer.
Con un producto interno bruto (PIB) superior a los 6 000 millones de millones de dólares —según datos de organismos internacionales— América Latina y el Caribe representan en su conjunto la tercera potencia económica a nivel mundial y el mayor productor de alimentos del planeta.
Es, sin embargo, la región donde imperan las mayores diferencias en la distribución de la riqueza. Y más de un tercio de su población entra en la clasificación de pobre o indigente.
Aquí, por ejemplo, el diez por ciento de las personas más ricas perciben el 48 por ciento de los ingresos totales, mientras que el diez por ciento de la gente más pobre apenas accede al 1,6 por ciento de la riqueza nacional, según el más reciente informe del Fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA).
La CELAC es un organismo único. Sus países comparten idéntico pasado, culturas afines. Aunque en el Caribe se hablen varias lenguas y en el continente predominen el español, el portugués y centenares de idiomas originarios, su tronco matriz es indoamericano, africano e ibérico. O viceversa. Es un patrimonio idiosincrático exclusivo que hace de la región la geografía natural y humana más compacta y similar de las que se haya tenido noticias en el curso de la civilización humana.
En Caracas, el fin de semana que viene, Nuestra América le estará pariendo al mundo un nuevo corazón.
Demografía y cultura
EN América Latina y el Caribe, incluyendo los territorios que aún siguen bajo ocupación colonial o son calificados como «territorios de ultramar», viven 570 millones de personas (Fondo de Naciones Unidas para la Población-UNFPA).
Habitan aquí más de 650 pueblos originarios que hablan más de 600 idiomas, algunos de ellos dominados por pocas personas.
La esperanza de vida ronda los 70 años, aunque su fluctuación puede ser dramáticamente asombrosa, como en Haití, donde «el tiempo de vida per cápita» solo llega a los 58 años.
Notas económicas
Brasil, México, Argentina y Venezuela son las cuatro economías más poderosas de nuestro continente. El PIB de los auriverdes en 2010 los colocó como la séptima potencia mundial. Venezuela posee las mayores reservas de petróleo y gas del mundo, y prevé un crecimiento de alrededor del cinco por ciento para 2012.
Cuba ocupó el lugar 51 a nivel mundial en el Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2010, mientras que Haití, el territorio más pobre del continente, ocupa el 145 entre 158 repúblicas censadas.