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Dos razones amenazan con hundir al Primer Ministro israelí

Ehud Olmert no goza de popularidad dentro de su propio partido y un informe sobre el fiasco de la agresión de Tel Aviv al Líbano lo apunta directamente

Autor:

Luis Luque Álvarez

Probablemente la canciller Tzipi Livni sea el remplazo de Olmert. Foto: AP Ya sabemos la historia de aquel esplendoroso buque que «ni Dios podía hundir», pero que finalmente terminó en las profundidades. Una impertinente roca de hielo se le atravesó en su ruta desde Inglaterra hacia Nueva York, y de un choque brutal, lo envió al fondo del océano y a las pantallas de cine.

Del primer ministro israelí, Ehud Olmert, se dirá en el futuro que también tocó fondo, aunque quizá el cine nunca lo inmortalice. Disponer de solo un tres por ciento de popularidad es casi como hacerle compañía al hoy solitario y desvencijado Titanic, aunque el mencionado político parece no darse cuenta. No obstante, si un solo iceberg fue el culpable de la desgracia del famoso barco, al jefe del gabinete sionista son varios los témpanos que le están agujereando el casco.

El peor de ellos es un informe elaborado por una comisión investigadora para delimitar responsabilidades sobre el fiasco que resultó para Tel Aviv la agresión contra el Líbano, en julio de 2006. El lunes, el equipo dirigido por el ex juez Eliahu Winograd reveló parte de sus conclusiones, en las que la palabra más empleada es «fracaso», y en las que se dice que Olmert «tomó sus decisiones sin consultas sistemáticas, especialmente al margen del ejército, a pesar de que no cuenta con experiencia en política exterior ni en asuntos militares».

El asunto es que el Primer Ministro, confiado en la «invencibilidad» de las armas israelíes, aprobó atacar al País de los Cedros para «rescatar» a dos soldados capturados por la milicia chiita libanesa Hizbolá, y de paso, mermar las capacidades defensivas del único cuerpo armado capaz de hacerle frente a una agresión de Tel Aviv.

Pero ni lo uno ni lo otro: hasta el 14 de agosto, cuando se hizo el alto el fuego, Hizbolá había lanzado unos 4 000 cohetes contra ciudades del norte de Israel, más de 150 israelíes habían muerto, otros cientos de miles quedaron sin asistencia de su gobierno, y los dos militares hebreos permanecían —y permanecen— en manos del grupo libanés.

De tal modo, el informe reparte culpas entre Olmert, Amir Peretz (titular de Defensa), y Dan Halutz, jefe de Estado Mayor, quienes «tuvieron una contribución personal a este fracaso. El Primer Ministro, dijo Winograd, actuó «apresuradamente y sin asesorarse»; Peretz no pidió ni examinó los planes del ejército, ni verificó su preparación, y Halutz «no tenía planes actualizados para una escalada en la frontera con Líbano» y «no advirtió al gobierno sobre la falta de preparación para ir a una guerra».

De todo esto se desprende que el gobierno israelí no tenía ni idea de lo que era una guerra real. Durante años, su ejército se acostumbró a las nada marciales tareas de retener durante horas a las embarazadas palestinas en los puntos de control, a demoler casas y a disparar desde el aire contra poblados sin defensa antiaérea. Se habituó demasiado a la ocupación, y terminó haciéndole daño.

Y otro hielo navega amenazante contra Olmert: su propio partido, Kadima. «Existe una mayoría de diputados de Kadima que apoya los llamados a la dimisión», dijo a la AFP un alto responsable de esa formación, que pidió el anonimato. Aunque no todos se esconden. La canciller, Tzipi Livni, dijo el miércoles que le había pedido al Primer Ministro que renunciara, para que la gente recuperara la confianza.

Por cierto, a Livni se dirigen las miradas de quienes desean una tabla salvadora para Kadima. Pero ese es otro tema. Si ella es o no el relevo, ya veremos. Lo innegable es que Olmert hace aguas... y no precisamente fuera de la vista de los transeúntes.

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