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La cultura entre escaques

Desde su expansión por el continente europeo gracias a los contactos culturales y comerciales con la civilización musulmana, el juego de ajedrez ha tenido un protagonismo singular en las artes visuales occidentales

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Entre las escenas más memorables de la saga literaria y cinematográfica Harry Potter, de J. K. Rowling, muchos recordarán aquella en la que el intrépido hechicero formó parte de una partida de ajedrez viviente en la que el sacrificio de una pieza/persona era el requisito imprescindible para la obtención de la victoria. En efecto, gracias a esta obra maestra de la fantasy del presente siglo no pocos lectores y cinéfilos han descubierto la dimensión teatral y coreográfica del juego ciencia que ha sido explotada para exaltar su carácter estético e incentivar su divulgación entre los potenciales adeptos a los trebejos.

Más allá de la pródiga imaginación de J. K. Rowling, las demostraciones de living chess han estado presentes a lo largo de la historia, y su impacto sociocultural y simbólico ha perdurado a través de varias generaciones. Hace poco más de un siglo, en la Plaza Ouritski de Leningrado —sitio emblemático de la cultura rusa por su proximidad al Palacio de Invierno, epicentro de la Revolución de Octubre— se llevó a cabo en 1924 una representación de «ajedrez humano» entre oficiales del Ejército Rojo y marineros de la Flota soviética. En esa ocasión, los maestros eslavos Piotr Romanovski e Ilia Rabinovitch fueron los artífices de esta singular representación lúdica que captó la atención de 8 000 espectadores durante más de cinco horas.

Apenas un año después se disputaría el torneo Moscú 1925, la más prestigiosa cita competitiva organizada en tierras soviéticas desde el triunfo del movimiento bolchevique, que contó con la presencia de varios grandes maestros —entre ellos los campeones mundiales Emanuel Lasker y José Raúl Capablanca— y que inspiró el cortometraje La fiebre del ajedrez de Vsevolod Pudovkin.  

Desde su expansión por el continente europeo gracias a los contactos culturales y comerciales con la civilización musulmana, el juego de ajedrez ha tenido un protagonismo singular en las artes visuales occidentales. Ya fuera en mosaicos y vitrales que integraban la arquitectura religiosa, representaciones heráldicas, manuscritos «iluminados», miniaturas, grabados, vanitas, naturalezas muertas y cuadros de costumbres; los trebejos han sido abordados desde múltiples estilos pictóricos y sensibilidades.

Con presencia permanente en manifestaciones de la cultura de masas como las series televisivas, adaptaciones cinematográficas, puestas en escena, historietas y narraciones de ficción, el ajedrez ha sido abordado durante siglos desde el lenguaje pictórico gracias a la mano de notables genios artísticos como Lucas van Leyden (1494-1533), Sofonisba Anguissola (1532-1625), Moritz Retzch (1779-1857), Honoré Daumier (1808-1879) y Luigi Mussini (1813-1888). Precisamente, le debemos a Mussini la primera representación de las artes plásticas de una partida auténtica, que recrea el enfrentamiento entre Ruy López de Segura y Leonardo de Cutri en el torneo Madrid 1575, la primera porfía registrada para determinar al mejor jugador del mundo.

Jaque perpetuo abordará, por tanto, la contribución del juego ciencia al imaginario filosófico, estético y conceptual del hombre moderno. Por su connotación más allá de lo deportivo, el ajedrez ha devenido un símbolo por excelencia de la huella fugaz y perenne del hombre sobre el planeta.

De la isla de Lewis a Weimar

Más allá de la curiosidad circunstancial que generara entre quienes asistieron a la sesión del 11 de abril de 1831 convocada por la Sociedad de Anticuarios de Escocia, el juego de piezas conocido como Ajedrez de Lewis —descubierto en las Islas Hébridas— comenzó a adquirir una inusitada importancia en la historia del arte. Una vez que integrara las colecciones del Museo Real de Escocia y del British Museum, el Ajedrez de Lewis —cuya creación se remonta al siglo XII en la localidad noruega de Trodheim— consolidó su merecido renombre, y aún hoy se considera como una de las expresiones más refinadas de la artesanía lúdica.

La connotación de obras maestras adquiridas por algunos sets ajedrecísticos que han sido personalizados por un «toque artístico» ha sido un fenómeno habitual a partir de las expresiones artísticas de vanguardia. En este sentido, muchos recordarán cuánto impactó a la sensibilidad contemporánea el Club Obrero, la insólita creación de Alexander Rodchenko —que incluía un mobiliario destinado para la práctica del ajedrez, donde se alternaban los colores rojo y negro—, apreciada por millones de personas durante la Exposición internacional de las artes decorativas e industriales modernas (París, 1925). Imbuido de este espíritu renovador, Josef Hartwing de la escuela de Bauhaus, había concebido un modelo de schachspiels (piezas de ajedrez) que recreaba todo el carácter innovador de la Bauhaus en términos de funcionalidad geométrica y de diseño aplicado.   

De manera significativa, el matrimonio integrado por John Lennon y Yoko Ono —uno de los más fecundos de la historia del arte— tuvo su primer punto de encuentro en la Indica Gallery de Londres, donde en 1966 la artista japonesa exhibió su White Chess Set, una instalación en la que los visitantes/contendientes de esta anodina partida de ajedrez renunciaban a «aniquilarse». Pocos años después, Lennon y Yoko alentaron a varias generaciones de militantes antibelicistas, como su canción War is Over que en 2023 inspiró un cortometraje homónimo de animación que recrea la amistad entre soldados de bandos opuestos a través de la práctica del ajedrez postal.

Entre los mayores transgresores dentro de las vanguardias artísticas, Marcel Duchamp (1887-1968) inauguró la corriente conceptualista, una de las tendencias dominantes del arte contemporáneo. Tanto como el impacto teórico y mediático que generaban sus provocativas instalaciones, Duchamp alcanzó reputación entre sus contemporáneos por sus dotes como ajedrecista que le permitió disputar el Campeonato Nacional de Francia Niza 1925 e integrar la selección francesa capitaneada por el campeón mundial Alexander Alekhine que compitió en la 5ta. Olimpiada de Ajedrez Folkestone 1933. 

Precisamente, Marcel Duchamp fue el eje temático de la mayor exposición museográfica de las últimas décadas consagrada a la dimensión artística y conceptual del juego ciencia: Fin de partida. Marcel Duchamp, el ajedrez y las vanguardias, exhibida en la Fundación Joan Miró, de Barcelona, entre 2016 y 2017. Gracias al valioso material artístico, fotográfico, fonográfico y audiovisual proveniente de las más afamadas colecciones privadas e institucionales del arte contemporáneo, esta megaexposición devino un acontecimiento cultural sin precedentes.

Entre pugnas y reflectores

Durante la celebración de la 74ta. Superfinal del Campeonato de Rusia durante 2021 en Ufa, en la región de Bashkortostán, se produjo un hecho insólito para la mayoría de los aficionados: la clasificación de Alexandra Goryachkina al apartado «abierto» o «absoluto». Esta hazaña deportiva de Goryachkina, que un año antes había disputado el Campeonato del Mundo Femenino, compartió en términos mediáticos un hecho no menos insólito: la celebración del torneo de élite de una de las potencias ajedrecísticas del planeta en el Museo de Arte Bashkir Nesterov.

En efecto, esta singular batalla ajedrecística se produjo en presencia de las obras más encumbradas del arte ruso, que fueron silentes testigos de las férreas batallas sobre el tablero. Tan formidable ambiente cultural y deportivo no fue privativo de esta región uraloaltaica, ya que desde casi una década la Federación Rusa de Ajedrez (RCF) había impulsado el Programa Ajedrez en los Museos desde que en 2012 en Moscú se disputó el Campeonato Mundial entre los Grandes Maestros Boris Gelfand y Vishy Anand en la galería Tretiakov.

Al año siguiente, París y San Petersburgo, dos de las capitales culturales europeas, compartieron la sede del Alekhine in Memoriam 2013. Para rendir tributo al primer maestro eslavo que alcanzó el título de campeón mundial se destinaron espacios expositivos del Museo del Louvre y del Museo Estatal Ruso. En 2016, con motivo del aniversario 10 del Mijaíl Tal in Memoriam, se escogió como ámbito competitivo el Museo del Impresionismo Ruso que vio coronarse al futuro retador a la corona mundial Ian Nepomniachtchi. Durante el lapso mencionado, las ediciones de la Superfinal incrementaron su prestigio cultural y competitivo al desarrollarse alternativamente en sedes como el Museo de Arte de Nizhny Novgorod (2013), el Museo Histórico de Arte y Arquitectura de Kazán (2014), el sistema de fortificaciones de Kaliningrado (2015), el Museo de Historia Local y Natural de Novosibirsk (2016), el Museo de Historia Política de Rusia (2017), el Palacio de la Cultura de Chelyabinsk (2018), el Museo Tchaikovsky de Votkinsk (2019) y el Museo de Ajedrez de la Federación Rusa (2020).

Más que constituir un elemento decorativo, la iniciativa de convocar competencias de primer nivel en lugares representativos del patrimonio artístico ruso, es una potente herramienta de promoción de la cultura eslava entre múltiples grupos etarios. Con el mismo ímpetu que la flamante Revolución bolchevique apostó por la masificación de los trebejos hacia la década de 1920 que consolidó a la URSS como la primera potencia mundial de ese deporte, los artífices del programa Ajedrez en los Museos no tardarán en extender los beneficios sociales e intelectuales de esta noble práctica.

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