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Cuevas, el que anotó la primera carrera

Para que se tenga una idea de la clase de bateador que era Miguel Cuevas Piedra, nacido el 24 de febrero de 1935, tuvieron que pasar 30 años para que el villaclareño Oscar Machado le rompiera, en la versión de 1997-1998, su primacía de 86 compañeros fletados hacia la goma y aún se mantiene el récord de 11 sacrificios que impuso en esa propia campaña

Autor:

Osvaldo Rojas Garay

Aunque han pasado algunos días de su partida física, todavía se habla de la huella dejada en nuestro béisbol por Miguel Cuevas Piedra, sin duda, el mejor toletero de las series nacionales en la década del 60 del pasado siglo, avalado por la gran cantidad de lideratos y récords que acumuló en ese período, entre ellos un título de bateo, tres en jonrones e igual cantidad en carreras remolcadas.

Para que se tenga una idea de la clase de bateador que era este pelotero, nacido el 24 de febrero de 1935, y quien en trece temporadas lució las franelas de Azucareros, Orientales, Granjeros y Camagüey, tuvieron que pasar 30 años para que el villaclareño Oscar Machado le rompiera, en la versión de 1997-1998, su primacía de 86 compañeros fletados hacia la goma y aún se mantiene el récord de 11 sacrificios que impuso en esa propia campaña.

Don Miguel era un estudioso del bateo, tenía una libreta donde registraba su desempeño en cada partido, anotaba los lanzamientos que le hacía cada serpentinero, con cuál de ellos lo había dominado y a cuál le había bateado.

En los 4tos. Juegos Panamericanos efectuados en Sao Paulo, Brasil, en 1963, Cuevas disparó tres jonrones en un desafío, para erigirse en el primer pelotero cubano en rubricar la hazaña en un evento internacional después del triunfo de la Revolución.

Fue en la sexta salida de los criollos, en la que encabezó la ofensiva en el triunfo contra Brasil, 17 carreras a 3, cuando
todavía faltaban varios años para la inclusión del nocaut beisbolero, por lo que el encuentro duró nueve innings y los criollos dispararon 16 inatrapables, entre ellos los jonrones de Jorge Trigoura, Ramón Echevarría y Cuevas, quien, colocado como jardinero izquierdo y sexto turno, largó los tres bambinazos mencionados.

Tal vez muchos no sepan o recuerden que el 23 de febrero de 1971 Miguel Cuevas resultó
elegido entre los deportistas más destacados de la década del 60 del pasado siglo y mucho menos que fue el jugador que anotó la primera carrera, robó la primera base y sacó el primer out —cedido por Martín «Guagüita» Ferrer de Orientales— en nuestros campeonatos nacionales.

Todo eso ocurrió en el día inaugural de las series nacionales, el 14 de enero de 1962, fecha en que Azucareros conquistó la victoria, seis a cero frente a Orientales, y Cuevas alineó como cuarto bate e inicialista de los ganadores.

Sucedió cuando los dulcísimos —como les decía un fallecido narrador de la emisora villaclareña CMHW, Héctor Alomá, a los Azucareros— vinieron a consumir su turno al bate en la cuarta entrada. Everildo Hernández recibió pelotazo, Cuevas lo forzó en segunda y luego se robó la primera base en las series nacionales, con César Torres actuando como receptor. Llegó posteriormente a tercera por wild pitch y anotó la primera carrera por infield hit de Rafael  Font, en una jugada en que el lanzador Ricardo Díaz de Quesada pasó rápido al receptor César Torres, pero en la colisión con Cuevas perdió la pelota, así el destacado toletero se convirtió en el primer pelotero en pisar la goma en un choque en las series nacionales de béisbol.

«No esperaba que Fidel estuviera en mi retiro»

Cuando me encontraba escribiendo el libro Fidel nunca se poncha, con motivo del 90 cumpleaños del Comandante en Jefe, conversé con Cuevas y me contó que el 21 de noviembre de 1974, cuando desarrolló su último juego, defendiendo los colores de Camagüey frente a un equipo de Japón que estaba de gira por Cuba, recibió un diploma firmado por Fidel que decía: «A Miguel Cuevas, ejemplo de deportista revolucionario, en reconocimiento del pueblo por su aporte al desarrollo del béisbol de aficionados».

«No esperaba que Fidel estuviera en mi retiro. Cuando aquello, se hacía todos los años la elección de la estrella y sus luceros. Yo las trasladaba en mi carro en el Paseo de los Carnavales y una vez se rompió el carro. El día de mi retiro activo del béisbol, Fidel me preguntó sobre el estado del carro y decidieron cambiármelo por un lada».

 

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