Ismael recuperó la corona mundial cuatro años después de haberse titulado campeón en el torneo celebrado en Las vegas. Autor: UWW Publicado: 16/09/2019 | 07:21 pm
Hablar a estas alturas de las dificultades que entraña el ascenso hasta el Olimpo deportivo, es tema que todos damos por trillado. Talento, sacrificio, dolor y un poco de suerte son factores que se saben fundamentales para llegar a la cima, pero muy pocos se preguntan cómo se hace para no bajar de ahí. El caso de Ismael Borrero es uno que debería servir de ejemplo.
Santiaguero de origen, este ligero luchador grecorromano de los 67 kilogramos fue rey del planeta en Las Vegas 2015 y monarca olímpico en Río de Janeiro 2016. Los años siguiente las cosas no salieron del todo bien, pues en 2017 una serie de situaciones le impidieron acudir a París a defender su premio dorado, y en 2018, a pesar del título centrocaribeño de Barranquilla, Borrero se fue sin medallas en la cita del orbe que acogió Budapest. Pero si grande se es en la victoria, igual hay que serlo cuando todo sale mal.
Para esta temporada, el indómito gladiador decidió echar al fuego los reveses, y usarlos como materia prima para forjar un arma nueva, de cara a las batallas que estaban por llegar. El estreno de la herramienta llegó en Lima, plaza en donde Ismael sólo mostró una fracción de su verdadero poder. El despliegue total llegaría en septiembre.
A Nur-Sultan, nombre con el que también se conoce a Astaná, capital kazaja, llegó el guerrero de la tierra caliente con la claridad de otros momentos. Los primeros en caer como trigo fueron el iraní Hamed Mousa Tab y el rumano Mihai Radu Mihut, ambos por idéntico marcador de superioridad (9-0).
Luego, cuando la escalada comenzó a ponerse más difícil, tampoco le tembló el pulso. Incluso el germano Frank Staebler, triple campeón del mundo, sufrió la furia titánica de Ismael, y quedó fuera de las medallas tras ser vencido 11-0 en octavos de final.
En cuartos, el antillano eliminaría por puntos (3-1) a otro «monstruo» como Hansu Ruy, doble monarca del orbe, y ya por el pase al oro, el egipcio Mohamed Ibrahim Elsayed Ibrahi Elsayed tuvo que conformarse con luchar por el bronce, tras perder por pizarra de 6-2.
Sólo le quedaba deshacerse de un último obstáculo para alcanzar la redención total. El ruso Artem Sukov, vigente titular de la división, hizo lo que pudo por retener su primacía, pero al parecer nadie le avisó que es en vano intentar detener a una fuerza de la naturaleza. Tres a uno fue el marcador final que certificó el regreso del gran Ismael Borrero a lo más alto en un torneo de élite.
Ahora, con el boleto a Tokio más que seguro, el cubano tiene claro lo que está por venir. Por aquí, sólo les advierto de algo: no sería sorpresa ninguna si el próximo verano lo vemos de nuevo con una presea dorada al cuello. Igual si no lo logra, tampoco le vamos a reprochar nada, pero con un héroe como él nunca es lógico pensar en algo diferente a la victoria.
Pino hace la tarea
También en la fecha de este lunes, el cubano Oscar Pino avanzó a la final de los 130 kilogramos del estilo clásico, y aseguró a la división para los Juegos Olímpicos. El habanero venció por ese orden a Naveen Naveen (India, 9-0), Heiki Nabi (Estonia, 2-1), Murat Ramonov (Kirguistán, 6-4) y Amir Mohammadali Ghasemimonjezi (Irán, 6-2), y discutirá el título frente al turco Riza Kayaalp.