El alemán Joachim Löw, durante el entrenamiento de su equipo para el duelo crucial con Argentina en Sudáfrica 2010. Autor: AP Publicado: 21/09/2017 | 04:59 pm
No hay nada mejor para refrescar la memoria y mirar con claridad el futuro, que acudir a la historia. Para quienes —por edad—, nos perdimos casi tres cuartos de la vida de los mundiales, es cuando menos imprescindible desempolvar archivos ante los inminentes choques de cuartos de final, con dos clásicos del deporte de las multitudes en cartelera.
Le toca descorrer las cortinas de la decisiva ronda a un duelo que se ha resistido a ausentarse de las últimas citas universales. El Brasil-Holanda de hoy promete ser tan excitante como diferente a sus precedentes, pues tanto el «Scratch» como la «Orange» ya no son lo que fueron en el verano de hace 36 años.
El virtuosismo de aquella escuadra verdeamarelha con el «Lobo» Zagallo al mando, y que venía de ganar de forma espectacular su tercera corona, fue barrido por una generación con onda hippie y mucha capacidad para desarrollar el fútbol total.
En aquel lejano recuerdo se sostienen las esperanzas de una afición que ha visto a los suyos mutar de la belleza a la efectividad, y que sangra por las heridas sufridas en los mundiales de 1994 y 1998, a manos de los propios brasileños. Las dos con Dunga sobre el césped, y la última gracias a la capacidad del arquero Taffarel para tapar los penales de Cocu y Frank de Boer, ambos ahora asistentes del técnico holandés Van Marwijk. Así son los caprichos del destino.
También los discípulos de Dunga han hecho a un lado su jogo bonito, pero aun así han demostrado a lo largo del torneo que cuentan con recursos suficientes para alzar la corona. La historia les favorece, pero tendrán ante sí el reto de frenar la verticalidad de Robben, y sostener el pulso del medio campo sin Elano y Ramires. Por ahí pueden andar las claves.
El otro pleito explosivo de la ronda volverá a poner en lados opuestos del campo a alemanes y argentinos, quienes juntos acumulan un historial nada apacible.
Si inolvidable resultó el pase del ahora estratega Diego Armando Maradona a Burruchaga para sentenciar a los alemanes en la final de México 1986, también imborrable fue la venganza germana en la final de Italia 1990, con aquel polémico penal pitado por el árbitro mexicano Edgardo Codezal a muy poco de finalizar el partido.
Pero más frescos en la memoria están los episodios de Alemania 2006, cuando los anfitriones sometieron a los gauchos en la rifa de los penales, antesala de un conato semi-violento entre algunos jugadores de ambos equipos.
De ahí la temperatura límite que acompañará al partido de mañana, para el que no han faltado las declaraciones provocativas desde uno y otro bando.
Más allá de los cruces verbales, se plantarán sobre la cancha dos de los equipos que más han gustado a lo largo del certamen. En la balanza estarán la frescura de la nueva generación de futbolistas alemanes y la contundencia de un ataque argentino que inspira temor a cualquier rival. Sobre la zaga de cada contendiente descansarán las mayores responsabilidades, mientras que todos los reflectores mediáticos estarán a la espera de la mil veces anunciada «explosión» de Lionel Messi, y su primer gol del torneo.
Con menos revuelos se vivirán los enfrentamientos entre Uruguay-Ghana y España-Paraguay, donde los primeros salen como favoritos. Por lo pronto así lo indica la historia, a menos que un inesperado final inscriba sus resultados entre las clásicas sorpresas de los mundiales.