¿Germán y Padilla? ¿Godínez y Pacheco? ¿Giraldo y Urquiola? ¿Puente y Anglada? Un análisis de las estadísticas despeja esas incógnitas
Tengo en mis manos una bomba y conozco a muchos que estrujarán el periódico cuando lean este análisis sobre las mejores combinaciones de doble play en nuestras series nacionales. ¿Germán y Padilla? ¿Godínez y Pacheco? ¿Giraldo y Urquiola? ¿Puente y Anglada? ¡Allá va eso!
Les cuento que la mejor yunta son los avileños Yorbis Borroto y Mayito Vega, quienes exhiben average de 980 y casi un doble play por juego (0,93). Luego aparece la fórmula azul de Germán Mesa y Juan Padilla, con acumulado de 972 y 0,75 como promedio de doble matanzas.
De ahí en adelante, los datos de nuestro estadístico Benigno Daquinta sugieren tomar dos caminos. En average la lista sigue con los santiagueros Evenecer Godínez y Antonio Pacheco (971), los pinareños Giraldo González y Alfonso Urquiola (969), y los espirituanos Rigoberto Rodríguez y Miguel Rojas (967). También puede citarse a la otra pareja emblemática de Industriales, Rodolfo Puente y Rey Vicente Anglada (965), así como a la de Agustín Arias y Andrés Telémaco, que trascendió con el equipo Mineros.
Sin embargo, en el promedio de doble play por juego el orden se altera de la siguiente manera: Rodríguez-Rojas (0,66), Giraldo-Urquiola (0,65), Godínez-Pacheco (0,64), Arias-Telémaco (0,59) y Puente-Anglada (0,54).
Ahora bien, si nos guiamos por el rango defensivo, una variable más completa que incluye las asistencias y los outs realizados, además de los errores y el total de lances, de nuevo salen a flote Yorbis y Mayito (6,00). Después se ubican Rodríguez-Rojas (5,77), Arias-Telémaco (5,76), Germán y Padilla (5,70), Giraldo y Urquiola (5,58), Puente-Anglada (5,55) y Godínez-Pacheco (5,42).
Quedan muchas variantes, pues no hay una combinación perfecta. Pero tampoco existe la mujer ideal y siempre nos decidimos por alguna.
Recuerdo, por ejemplo, el dúo camagüeyano de Luis Ulacia y Sergio Quesada, o el matancero de Armando Dueñas y Carlos Kindelán. En tanto, otros como el torpedero villaclareño Eduardo Paret o el camarero capitalino Enriquito Díaz, no tuvieron la dicha de un compañero estable. Así es el béisbol tan parecido a la vida.