Yalennis (arriba) siempre mostró superioridad técnica. Foto: Reuters BEIJING.— Esta vez sí era de nosotros. Prefiero pensar que la medalla se cayó al suelo y el oro se astilló. Yalennis Castillo, la judoca que subió de peso a la carrera para tapar el hueco que dejó en los 78 kilogramos la traición de quien ocupaba esa plaza, estuvo a un pasito de proclamarse campeona olímpica.
No sucedió por una mala decisión de los árbitros, quienes votaron a favor de la china Xiuli Yang cuando el combate por el cetro terminó empatado. Minutos antes, sin embargo, Yalennis había marcado una koka, la cual fue anulada sin explicación aparente. Y el juez que la vio, se retractó después en el juicio final.
Les cuento que el público chino reaccionó con cautela y solo al rato explotó su alegría. Abajo, en la zona mixta donde los periodistas conversamos con los atletas, la holguinera era un mar de lágrimas. Y pedirle que no llorara sonaba absurdo, pues somos de sangre bien caliente.
«Confíen en mí, voy a prepararme mejor y en la próxima Olimpiada me llevaré el oro», dijo cuando por fin pasó un poco la tensión. Así somos los cubanos, luchadores. Nuestro camino nunca es fácil, pero ahí vamos. Sucederá de nuevo y volveremos a levantarnos.
De regreso al Centro Principal de Prensa, mientras la lluvia frenaba una y otra vez el paso del autobús, colegas brasileños y españoles nos preguntaron por la ruta de Yalennis hacia la discusión del título. Entonces rememoramos que ganó por ippon sus dos primeros combates, frente a la kazaja Abikeyeva y la india Diviya, respectivamente.
Luego, aventajó a la francesa Stephanie Possamai y en semifinales liquidó a la sudcoreana Jeong Gyeonmi, medallista de bronce en el pasado campeonato mundial. Caramba, el recuento revivió las emociones y no pudimos pegar un ojo en el largo viaje.