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El indio Viswanathan Anand, siempre uno de los favoritos. Foto: FIDE
Un dato basta para llamar la atención: aunque «no están todos los que son», el campeonato mundial de ajedrez 2007 se inaugura mañana en la capital de México con el aval de ser el de más alto nivel en la historia del juego ciencia.Y es que el coeficiente ELO promedio de todos sus participantes supera los 2750 puntos y lo convierte en un «huracán» de categoría XXI, adonde muy pocos torneos han podido llegar.
Por si lo duda, repasemos la nómina y recordemos el linaje de los candidatos al trono: en primer lugar, está el vigente campeón del orbe, el ruso Vladimir Kramnik (2769), quien además comparte actualmente los puestos dos y tres del escalafón mundial con uno de los grandes ausentes a la cita: el búlgaro Vesselin Topalov.
Se presentarán también en la batalla el indio Viswanathan Anand (2792, líder del ranking universal), el húngaro Peter Leko (2751), el armenio Levon Aronian (2750), el israelí Boris Gelfand (2733) y otros tres rusos: Peter Svidler (2735), Alexander Morozevich (2758) y Alexander Grischuk (2726).
Como ven, se trata de verdaderos «monstruos», y en lo personal, además de Topalov, solo echaré de menos al ucraniano Vassily Ivanchuk (2762), quien está en la cumbre de su carrera.
Se competirá por el sistema de «todos contra todos» a doble vuelta, así que cada contendiente tendrá la posibilidad de enfrentar a sus adversarios una vez con piezas blancas y otra con negras. Nada más justo para elegir al campeón.
Serán en total 56 partidas en 14 días, a partir de este jueves, con tres fechas de descanso: 17, 22 y 26 de septiembre. De ser necesario, el 30 se efectuarán los cotejos de desempate, antes de la ceremonia de clausura.
¿Pronósticos? Es muy difícil adivinar, aunque Kramnik y Anand parecen los favoritos. Y conste que no es solo por el ELO, sino por la consistencia de su juego. Este año, por ejemplo, ambos han tenido momentos de gloria: el ruso ganó el supertorneo de Dortmund, Alemania, y el indio se impuso en el de Morelia-Linares.
Pero dejemos que sean ellos, en lugar de nosotros, quienes «se rompan la cabeza».
