Ciro Bianchi. Autor: Tomada de Twitter Publicado: 13/02/2025 | 06:06 pm
«Me parece que todo lo que haga fuera del periodismo
es perder el tiempo»
Ya estamos en plena Feria Internacional del Libro de La Habana, y una nota sobre la programación de este evento me parece ideal justificación para traer de invitado a un querido amigo en lo personal y en lo profesional: martes 18 a las 2:00 p.m., en la sala Alejo Carpentier, de La Cabaña, presentación del libro La Habana de Hemingway y otras historias, de Ciro Bianchi.
Estoy seguro de que muchos estarán presentes ese día como muestra de aprecio a su obra, particularmente a sus crónicas que por muchos años han aparecido en las páginas de Juventud Rebelde y que llevan un sello muy particular acompañadas por las ilustraciones de Laz.
Pero Ciro va más allá de sus conocidas crónicas. Yo diría que es un verdadero ejemplo de un periodista que ama y conoce a profundidad todas las herramientas y subterfugios de la profesión, incluyendo el buen humor que nunca falta en sus refrescantes, atractivas y didácticas prosas.
Ciro Bianchi Ross nació en La Habana el 31 de octubre de 1948 y se inició en el ejercicio profesional muy joven. A los 17 años estudiaba en el preuniversitario de la Víbora, y en una máquina de escribir que le prestaron redactó un artículo que mandó por correo a Wangüemert, director del periódico El Mundo. El texto salió publicado y Ciro le envió un segundo artículo… y uno más… Luego del tercero, Wangüemert le pidió que llevara sus trabajos a la Redacción que estaba en Virtudes 257, esquina a Águila. Y allí cobró su primer salario de treinta pesos por cada texto.
Pues sí, este escribidor, como siempre dice cuando habla de sí, con toda modestia, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Periodismo José Martí en 2018, así como el Premio Nacional de Periodismo Cultural (1999), el Premio Latinoamericano de Periodismo (1992), y el Premio del Lector por sus volúmenes de venta, entre otras múltiples distinciones que sin duda alguna hablan de su genialidad profesional.
Ciro Bianchi se ha convertido en uno de los periodistas más conocidos en Cuba por su página en JR y por sus programas de radio y televisión que le han dado una popularidad notable.
En los sitios especializados aseguran que «aparece entre los principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958)».
Ha publicado, entre otros medios, en La Gaceta de Cuba, de la Uneac, en la revista Cuba, la Revista de Prensa Latina y la revista Cuba Internacional.
Este espacio es breve para comenzar a destacar toda la obra de este amigo campechano que llega a nuestra Redacción acompañado de su esposa y nos inunda de cuentos y risas, desde todo el trabajo que pasó para entrevistar a Gabriel García Márquez hasta cuando en el 2010, estando ingresado, mandó a buscar su laptop y de memoria escribió sobre las comidas en el año 1958 en Cuba, para desquitarse del régimen dietético a que estaba sometido en el hospital. Aún estando delicado de salud, su crónica no dejó de salir al siguiente domingo.
En una entrevista que le realizara la colega Flor de Paz ante la pregunta ¿qué es para usted el periodismo?, Ciro respondió: «Es dedicación, entrega, compromiso, fidelidad y respeto. Respeto al lector, a esa persona que te lee, que te busca, que confía en lo que tú dices, que da como cierto lo que tú dices, o que polemiza contigo también, que es muy importante».
Que me muero, Macorina
(fragmento)
Estoy seguro de que si a usted le preguntaran quién fue María Calvo Nodarse no sabría qué responder a ciencia cierta. Pero si le dijeran que se trata de la primera mujer que tuvo cartera dactilar en La Habana y que, de hecho, fue la primera mujer que condujo un automóvil en Cuba, comprenderá entonces que le hablan de La Macorina, la dama que a bordo de un convertible rojo que llegó a hacerse célebre, gustaba de pasearse por las tardes a lo largo del Paseo del Prado y el Malecón. Entonces, a los permisos para conducir no se les llamaba cartera dactilar ni licencia de conducción. Se les llamaba títulos. Y esos títulos equivalían para aquellos choferes a un diploma universitario.
Segundo Curti, que durante los gobiernos auténticos de Grau y Prío (1944-1952) fue ministro de Gobernación y de Defensa, no pudo olvidarse de ella, y en 1999, en una conferencia autobiográfica que dictó en La Maqueta de La Habana, evocó a La Macorina al volante de una cuña europea, cuando, a partir de las cinco de la tarde, transitaba por Malecón, Galiano, Dragones, Prado y Zanja hasta la calzada de Infanta, donde se alzaba un árbol frondoso. Allí daba la vuelta y volvía a empezar el recorrido.
En 1934, siendo tesorero del Ayuntamiento de La Habana, Curti pudo conocerla personalmente, cuando ella, como propietaria de inmuebles, concurría a pagar la cuota que imponía el municipio por los servicios de agua y alcantarillado. Precisaba Curti que fueron presentados por Regino López, uno de los empresarios del teatro Alhambra; un actor que interpretaba un papel estupendo de borracho y que nunca se emborrachó en su vida.
Ciro Bianchi
Juventud Rebelde, 03 octubre 2009