Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Agustín Urra: ¡siempre amigo!

Fue escritor de literatura humorística y primer director del dedeté en los primeros años de su aparición dentro de las páginas de Juventud Rebelde

Autor:

JAPE

El primer objetivo por el cual fue creado Los regañones es el de homenajear, traer a la memoria, a quienes desde el humor y el periodismo hicieron posible acumular un profundo legado en lo más auténtico de nuestra prensa, nuestra cultura y nuestra nación. Muchas personas han considerado la importancia de este espacio e, incluso, han querido también poner su granito de arena en tan sentida y necesaria labor.

Muestra de interés y colaboración ha sido la reciente nota que me han enviado dos grandes del humor gráfico cubano de todos los tiempos: Wilfredo Torres Albuenes (Torres) y Hernán Henríquez (Hernán H.), el creador de la legendaria historieta Gugulandia, quienes pidieron que dedicara uno de estos números para hablar de Agustín Urra, escritor de literatura humorística y primer director del dedeté en los primeros años de su aparición dentro de las páginas de Juventud Rebelde. Ambos me han hecho llegar su valoración personal, y pienso que estas palabras son la mejor manera de homenajear a este hombre que impulsó una de las más importantes publicaciones de humor gráfico nacida con los albores del periodismo más crítico y revolucionario que se recuerde.

Según nos cuenta Wilfredo Torres, para él «Agustín Urra era un tipo feo, muy feo, requetefeo…, pero tenía algo que solo tienen los grandes humoristas: sabiduría, inteligencia y bondad. Lo conocí en el año 1970. Yo recién había salido del SMO (Servicio Militar Obligatorio) y me encontraba a prueba en el diario Juventud Rebelde. Urra dirigía el dedeté (suplemento humorístico de Juventud Rebelde). En un encuentro que sostuvimos me pidió que ingresara al dedeté como realizador. Ese día, en el que pude dialogar con él, junto a Virgilio Martínez, creo que fue uno de los días más importantes en mi vida profesional.

«En el dedeté lo conocí a plenitud y pude calibrar su alto nivel profesional. Era lo que se dice en el mundo editorial un big leaguer. Discípulo del gran Marcos Behmaras, no hubiera podido ser diferente. Comentar sobre su obra como escritor no me corresponde. Eso es papel de los críticos y estudiosos del humor, pero Hernán y yo sí podemos hablar del buen ser humano que fue y sus valores. Pienso que Urra era uno de los tipos más sensibles que he conocido y considero que el humor cubano perdió una columna importante con su salida del medio. Todos los grandes que pasaron por el dedeté le deben mucho a él. Su sabiduría, bondad y picardía conformó la simiente de la publicación».

Por su parte, Hernán Henríquez recuerda una anécdota que fue suficiente para calar la calidad de nuestro invitado de hoy: «Me llamaron por teléfono: querían mi Gugulandia, publicado en el periódico Revolución, para publicarlo en El Sable, del recién fundado periódico Juventud Rebelde. Mi reunión fue con Marcos Behmaras, director del suplemento; el caricaturista Virgilio Martínez, y Agustín Urra, escritor. Behmaras me ofreció pagar 50 pesos por la página (en Revolución pagaban 60 pesos) y pensé: «Bueno, son diez pesos menos», pero para mi sorpresa, Urra dijo: «Un momento, Hernán dibuja la historieta, y por eso son 50 pesos, pero hay que pagarle 25 pesos más, porque también la escribe». Me pagaron 75 pesos por cada página.

Yo no sabía nada de Urra, pero sus palabras me dieron a entender que era un hombre justo y de principios. Con el paso del tiempo y sus circunstancias, Urra se convirtió en uno de mis mejores amigos y buen compañero de trabajo».

Otros recuerdos y anécdotas afloraron en el intercambio de correos, pero como siempre digo, yo simplemente daré una referencia para que usted indague más sobre estas personas, estos creadores que han dado vida y prestigio al periodismo y la cultura cubana.

Según Torres y Hernán H., un justo epitafio para este entrañable colega de mil batallas en defensa del buen humor sería: «Agustín Urra: humilde en su origen, firme en sus principios, siempre amigo».

Wilfredo Torres Albuernes. Licenciado en Historia del Arte. Caricaturista, ilustrador, pintor y ceramista. Profesor de Artes Plásticas en diferentes centros de altos estudios. Pasó a formar parte de la plantilla del dedeté desde sus inicios y se convirtió en su diseñador por excelencia durante muchos años. Particularmente, por su diseño revolucionador en la gráfica cubana del pasado siglo, le fue otorgado al dedeté, el premio a la mejor publicación anual de Sátira en el Mundo, Forte Del Marmi, Lucca, Italia 1885.

Ante cada problema

Conversando con un viejo jubilado, o mejor dicho, con un jubilado viejo, me manifiestó que él tenía un remedio para enfrentar los problemas que le había dado mucho resultado y era acostarse a dormir. Pues bien, les voy a narrar lo que me sucedió después de esa conversación.

La primera ocasión que tuve de aplicar el remedio del viejo, fue cuando mis fiñes llenaron de fango la escalera acabada de limpiar por el encargado del edificio. Como a ellos no les podía hacer nada, fue a cogerla conmigo y me dijo hasta «botija verde» sabiendo bien como yo me llamo.

Mis hijos me habían buscado un problema de seis pies y dos pulgadas y ante tamaño problema, me acordé del remedio del viejo, cerré la puerta como pude y me acosté a dormir.

Hace cuestión de tres meses, al dirigirme al trabajo, la guagua se demoraba una barbaridad y empezó a preocuparme llegar tarde al trabajo. De pronto me acordé del viejo, viré para la casa y me acosté a dormir.

Al levantarme y ya calmado por completo, fui hasta la parada, cogí la guagua y fui sentado hasta la fábrica. Al llegar el jefe de departamento me preguntó a qué se debía mi tardanza. Le expliqué y me contestó que si hubieran sido 15 minutos o media hora, se podía creer, pero no tres horas.

¡Qué incomprensible!, ¡qué berrinche cogí! Pero me acordé del viejo y con la misma salí por donde entré, regresé a mi casa y me acosté a dormir.

El remedio lo apliqué regularmente hasta la última asamblea donde no fui electo trabajador de avanzada. ¡Recio berrinche! Pero me acordé del viejo y lo mandé a dormir junto con los problemas.

Urra, dedeté, primera generación

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