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Sócrates Villalón: Cien años

Humberto Sócrates Villalón Hechavarría orgullosamente guantanamero, padrazo, notable abogado, notario, pianista acompañante, compositor, arreglista, y profesor ha vuelto en su centenario

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Guantanamero, orgullosamente guantanamero. Un padrazo, un notable abogado y notario, pianista acompañante, compositor, arreglista, profesor. Director de la orquesta Ideal y de espectáculos del cabaret Bayatiquirí. Ostentaba el grado 33 de la Masonería y era de esas personas siempre dispuestas, siempre abiertas. Todo en uno.

Hubiera querido conocer a Humberto Sócrates Villalón Hechavarría (23 de agosto de 1924-18 de julio de 1992). Vengo a su casa en busca de su leyenda. Toco en Beneficencia 973 y me recibe toda una ciudad en el homenaje a su centenario. La escalera señorial se ha convertido en grada. Su hija, Paula Celerina Villalón Fernández, estomatóloga, profesora y cantante, abre los brazos. Un tema de su padre, el filin flota.

El octogenario  Enrique Letarneaut Parra, secretario de la figura a la que se rinde tributo, lo evoca como notario probo, «siempre lejos de cualquier sinvergüencería». Aguzo los oídos para escuchar la anécdota de la que fue testigo, cuando elogiaron «el tumbao de Sócrates» en el piano. Hay un suspenso cuando pregunta, cuando responde: «¿Sabes quién era, quién lo hizo?... Lilí Martínez».

Entramos en la profundidad de la música cubana.

El actor Ury Rodríguez, recién electo presidente de la Uneac en el más oriental de los territorios cubanos, cuenta, sonríe al revivir las reuniones de amigos en casa de Sócrates, aquellas tertulias denominada «Consejos de Dirección». Se hablaba de lo humano y lo divino, surgían proyectos, la vida se coloreaba y, por supuesto, se saboreaba.

Una iniciativa hermosa ilumina la sala. Iselis Danger Bott, directora del Centro Provincial para la Superación de la Cultura (fundado en 1986), comunica la intención de dar el nombre de Sócrates Villalón a esa institución. Es justo y es coherente. Los antecedentes pueden hallarse en propuestas como la de la Escuela de Superación para Músicos Profesionales que Sócrates creó en los 70, junto a otros incondicionales como Antonia Luisa Cabal (Tootsie).

Muchos rememoran los sonidos que inundaban los altos de la pizzería Génova, donde estuvo ubicado. Se impartieron clases de solfeo y la enseñanza de instrumentos, asumidos tantas veces con carácter voluntario. Lo hizo justo a tiempo cuando algunos comenzaban a mirar a los músicos del corazón, a los músicos populares, por encima del hombro.

Esa preocupación constante por la sensibilidad artística y el reconocimiento legal, unía los mundos de Sócrates. Ese afán de crecimiento colectivo, de impulsar a su gente y a su ciudad, es a la larga uno de los grandes aportes de Sócrates Villalón a la cultura y la sociedad guantanameras.

Razones asisten a Adolfo Rodríguez Fernández Rubio, director de Bufetes Colectivos en Guantánamo, cuando nos confirma que el evento Abogacía 2024 (8-10 de junio venideros) se dedicará a esta insigne figura. Por «el legado de sus saberes jurídicos, por la práctica de sus valores, porque los hombres del derecho integran la avanzada intelectual de la nación, y Sócrates fue un ejemplo de ello».

Leo las notas que su hija, María Josefa Villalón Fernández envía desde Luanda: «No había una pregunta que le hiciéramos que no supiera orientarnos. Era un lector insaciable y parte de sus entradas las dispuso para comprar libros. Siempre estuvo en su agenda familiar tratar a las personas con respeto. Sin embargo fue siempre cariñoso y en muchas ocasiones, consentidor».

A Paula, la anfitriona en esta casa llena, se le agolpan los recuerdos sobre su padre: los casos judiciales difíciles que consultaban con él, su escrupuloso cuidado de la documentación legal, el amor que sentía por su esposa Dixiana, el piano… Y necesita ponerse en pie, necesita volver a cantar. Abre los brazos. Sócrates Villalón ha vuelto en su centenario.

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