Mirar a Martí a los ojos

Quienes se han sumergido en el misterio de dibujar a José Martí y trasladar su esencia al lienzo coinciden en que esa labor despierta una fascinación difícil de explicar, es como un hechizo que les hace volver una y otra vez a su figura, hasta que logran descifrar un enigma, un enigma que conversa, acompaña, guía e ilumina.

Así también lo percibe la artista de la plástica y profesora Adela María Suárez, merecedora en 2022 de la Distinción por la Cultura Nacional. Nacida en Sancti Spíritus en 1936 y graduada en 1962, en la Escuela Provincial de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, de Villa Clara, en la especialidad de Dibujo y Pintura, para ella la presencia martiana en su producción pictórica ha sido un referente constante.

—Cada destino tiene un origen. ¿Cuál fue el suyo?

—Mi origen fue el de una niña feliz. Nací en Sancti Spíritus en una familia querida. Crecí con mi madre y mis hermanos. Desde la enseñanza primaria conocí a José Martí, y ahí aprendí los versos sencillos que luego recitaba. Ahí comenzó mi destino de caminar con Martí.

—¿Cómo recuerda los inicios de su trayectoria? ¿Qué era lo que más le gustaba hacer?

—Desde niña me gustó dibujar. Creo que nací con el don y luego con orientación exacta de mi madre y los profesores desarrollé facilidades. Seguí ese camino y luego comprendí que era mi especialidad, lo que siempre me gustó hacer.

—¿Cuándo llegó el Apóstol a sus obras en las artes plásticas?

—Los primeros dibujos que realicé sobre la figura martiana fueron en la secundaria, bajo las orientaciones de la profesora Antonina Ramos. Disfruté tanto dibujarlo que la experiencia se quedó en mi mente.

—¿Por qué José Martí?

—Como artista de la plástica, en mi obra siempre ha estado presente la naturaleza de mi país. En un momento de reflexiones me sentí vinculada con las poesías de Martí y participé en exposiciones individuales inspiradas en esto.

—¿Cómo recuerda la primera vez que lo pintó, qué sensaciones tuvo?

—Hay un momento en que el compañero Manuel Heredia me invitó a una exposición sobre el Apóstol en la Casa de la Ciudad y a partir de ese momento me sentí motivada para emprender un proyecto propio de divulgar, desde mi obra, la figura martiana. La sensación fue que, a través de esos retratos, pude mantener viva su presencia, legado y patriotismo en todas partes.

«El mayor logro que he tenido es que mi creación está en diferentes lugares de Cuba y también en diversas latitudes. Sentí la necesidad de llevarlo a todas partes y es satisfactorio saber que esa iniciativa de divulgación de nuestro mejor cubano cumplió su propósito».

—¿Se le ha agotado alguna vez esa inspiración?

—Nunca.

—¿Qué es lo que más le gusta de pintar al Maestro?

—Me gusta su rostro, sobre todo su mirada y ubicarlo en un entorno natural. La motivación la encuentro en mi sencillo estudio, siempre me ha gustado en el mes de enero tener en ese espacio un Martí.

—En una ocasión, un pintor en cuya obra José Martí es uno de los pilares fundamentales, me decía que cada quien tiene y puede construir su propio Martí. ¿Cómo es el suyo?

—Es sencillo, cubanísimo, honesto, el mejor representante de Cuba. Quien dice Martí dice patria, Cuba, por eso me gusta mostrarlo al público de esa forma natural. Aunque nació en La Habana, le gustaba el campo, amó a Cuba entera, al campesino, a los humildes, y así es como prefiero representarlo.

—¿Qué es lo más difícil de pintarlo?

—No lo es, porque lo hago con todo el amor que lleva. Mi corazón y patriotismo me inspiran.

—Se podría decir que a lo largo de tantos años dibujando a Martí, ya ese hecho rebasa la presentación pictórica para convertirse en una relación de acompañamiento...

—Es exactamente así. Cuando lo estoy pintando me siento acompañada y hasta que él no me mira, la obra no está terminada.

—¿Cuáles son sus proyectos futuros?

—Continuar pintando a Martí y realizando mi obra hasta que la vida me lo permita.