Es ignorar a una persona por prestar atención al teléfono móvil. Autor: Adán Iglesias Publicado: 14/05/2022 | 09:21 pm
«¡No le hablo más si no me atiende mientras converse con ella!». Este encabezamiento llamó poderosamente mi atención cuando leía la más reciente carta de mi fraterno amigo. En párrafos posteriores fue cuando pude entender con claridad a qué se debía este violento comentario de mi cofrade, que siempre ha sido pausado y reflexivo. Floro revela:
«En casa no hay manera de entablar un diálogo fluido, o sostener una conversación profunda acerca de algún tema, sin que no esté el teléfono mediante. Tanto Elena, mi esposa, como mi hija Florita, no sueltan el móvil ni para ir al baño… porque literalmente van al baño con el móvil, para lo que sea.
«La casa se vuelve un insoportable espacio de ruidos o timbres electrónicos constantes que ya no sé si estoy en lo que otrora fuera mi dulce hogar, o dentro de la más sofisticada nave espacial como en las películas de ciencia ficción. Tin, tilín, tatatán, ring ring, rang rang. Cientos de alarmas y anuncios de entradas de mensajes, llamadas, chats y promocionales, durante las 24 horas… ¡Es inaudito!
«Lo peor no es ese ir y venir constante de metálicos acordes. Siento que se me llena la copa cuando trato de dialogar con alguna de ellas, y sin levantar la mirada de la lumínica pantalla del celular me responden con monosílabos o cortas frases: Sí… No… No sé… Más tarde… Quién sabe… Después vemos eso… Búscalo tú… En el refrigerador hay arroz y huevo… Tú también puedes cocinar…
«La tapa al pomo se la pone Elena cuando, llegada la hora de dormir, me acuesto a su lado e improviso alguna caricia, y ella tajante, sin apartar la vista del móvil espeta: «¡Ahora no!», y continúa sin inmutarse, ni dejar de prestar atención al teléfono, sin ni siquiera responder a mi irónico “Hasta mañana”. Te juro, amigo JAPE, que estoy al pedirle el divorcio o al menos una indemnización afectiva. No estoy seguro si la culpa la tiene Etecsa, por la constante promoción de paquetes de datos, ¡pero alguien debe tener la culpa!».
Estimado colega, si en algo te sirve de consuelo te diré que ese es el mal más novedoso que aqueja a la sociedad, en particular a las familias y a los matrimonios. Se le conoce como phubbing. Es ignorar a una persona por prestar atención al teléfono móvil. Es una combinación de las palabras phone (teléfono) y snubbing (hacer un desprecio) en inglés. En español se dice ningufoneo, que viene de la palabra ninguneo: menosprecio, indiferencia o desconsideración hacia otra persona.
Es lamentable, pero creo que todos hemos sido víctimas o victimarios de esta acción, que más allá del distanciamiento social ha creado no pocas rupturas de relaciones familiares y de pareja. La culpa no la tiene Etecsa, y ni siquiera podemos señalar con dedo acusador al desarrollo de las comunicaciones, porque eso sería negarlo e ir contra el progreso de la humanidad. Las personas más inteligentes han creado una serie de acuerdos o reglas intrafamiliares (que bien podrían extenderse a ciertos entornos sociales) para evitar que el phubbing o ningufoneo rompa con el equilibrio familiar y el intercambio social.
Entre estos acuerdos tenemos el de no permitir el uso del celular en reuniones familiares. Acordar horarios y normas de uso del celular en la casa, sobre todo a los menores. Prohibir el uso del celular durante las comidas. Dejar el celular apagado en otra habitación para los momentos de estudio y la realización de tareas escolares. No usar celulares justo antes de ir a dormir.
Estas son algunas normas; tú puedes crear otras al efecto, porque cada familia tiene sus propias experiencias. No obstante, hay algo que sí me queda claro sobre lo que dice tu familia y leí entre líneas: Floro, ¡tú también puedes cocinar!