¿Lo mejor del año en la escena?

¿Lo mejor del año en la escena? Ante esa pregunta-título habría que responder de inmediato: al menos según la crítica especializada, o un considerable grupo de la sección respectiva en la Asociación de Artistas Escénicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), que año tras año, a fines de diciembre, se reúne para seleccionar los espectáculos de danza y teatro, tanto nacionales como foráneos, presentados en salas cubanas que por mayoría de votos obtienen los Premios Villanueva, así nombrados en honor a la importante efemérides dentro del teatro insular.

Como es habitual desde estas páginas, al habernos referido durante su estreno a la mayoría de esos títulos, comentaremos solo aquellos que por alguna razón escaparon a esa práctica en su momento, mientras otros quedarán para próximas temporadas en 2020 (concretamente Hierro y Oficio de Isla) por no haber sido apreciadas aún.

Un cetáceo desde Dinamarca

Entre las visitas ilustres que tuvo la escena cubana durante 2019 figuró Odin Teatret, prestigioso colectivo danés con sede en la ciudad de Holstebro, fundado y dirigido por el italiano Eugenio Barba desde 1962, al frente del cual estará hasta el próximo año, según anunció en una carta de despedida.

No es la primera vez que este ensemble nos enfrenta a su preci(o)so método, sus competentes histriones —también músicos—, sus intensas parábolas en torno a lo contemporáneo partiendo de fuentes antiguas y diversas. Realmente somos sus anfitriones desde hace aproximadamente 25 años, a lo largo de los cuales hemos asistido a algunos de sus más importantes títulos (Mytos, Kaosmos, La vida crónica…) así como a talleres y clases magistrales que no se han limitado a la capital.

Ahora trajeron En el esqueleto de la ballena, basado en un texto de Kafka, y Ante la ley, acerca de un campesino sumiso y pusilánime que no logra trascender la Puerta de la Ley. Los actantes se mueven en el largo escenario que devino la sala Tito Junco, del Centro Bertolt Brecht mediante una dinámica coreografía que incluye pausas, canciones, textos recitados… Cada uno de ellos protagoniza una acción relativamente independiente que tributa a la línea central del relato, el cual parte de un versículo bíblico perteneciente, en concreto, al Libro de Mateo en torno al cual se edifica la plataforma idéica del texto, en una suerte de revisionismo o resignificación de la palabra encaminada a erigir un quinto, apócrifo evangelio. En tal sentido la bifurcación del espacio, óptima y creadoramente aprovechado, indica un contrasentido: la soledad compartida, paradójica ante el conglomerado.

La música, entonces, de profunda esencia diegética, va marcando acciones dramáticas que se encadenan con suma organicidad y discursan en torno a males de siempre, que sobre todo sufren países tercermundistas y solo se han agudizado hoy (la aguerrida canción A desalambrar, de Víctor Jara, es una de las recurrencias en la solfa) para conformar un texto donde el sarcasmo, el cinismo y la más amarga ironía denuncian las desgarraduras y desesperanzas del mundo en que vivimos.

La interrelación de lo hablado con lo cantado, los solistas y el coro en perfecto juego antifonal, lo declamado y lo actuado, lo sugerido y lo explícito, se alternan y complementan de manera sutil y coherente en el desempeño de esos virtuosos histriones que se desdoblan, se transforman, se disfrazan y desfasan en una labor tanto individual como de grupo, sencillamente admirable.

Ad infinitum

Entre los espectáculos danzarios del patio ganadores del Villanueva figura Infinito, de Mi compañía, coreografiado por su directora, Susana Pous, quien hasta hace poco lideró DanzAbierta (fundado por Marianela Boan) y en cuya etapa disfrutamos de títulos muy atendibles como Malson, Showroom y Welcome.

La nueva propuesta de la maestra española establecida en Cuba desde 1999, con la cual estrenara también su propio grupo, discursa en torno a la (in)comunicación, los nexos que a veces interrumpe el mismo ser humano y la vocación por reconectar con el otro desde el derribo de barreras absurdas; también emplaza el abuso, la intolerancia, el arribismo…

Claro que, fiel a su poética, ello se expone en un discurso sutil, que va tejiendo acciones danzarias y dramáticas con imaginación escénica, que incorpora como es habitual, la audiovisualidad al correlato integrado y expresivo —un árbol inmenso preside la escena, testifica y condiciona, símbolo de vida y crecimiento ininterrumpido—, interrelaciona con sapiencia los tempos internos de la narración y saca partido al espacio habitado y recorrido por unos bailarines que dialogan entre ellos y aquel.

Hay algunas subtramas que se desearían mejor desarrolladas e integradas al relato principal, mas ello no estorba para un tratamiento danzario y dramático preciso y riguroso, donde la música y la iluminación desempeñan roles protagónicos.

Física y… química

El célebre dramaturgo Josep Maria Miró estuvo presente en el estreno de su texto El principio de Arquímedes a cargo de Abel González Melo, en una coproducción entre Argos Teatro y Los Impertinentes.

Llevada al cine un par de veces y representada no poco en varios escenarios internacionales, la obra —36to. Premi Born de Teatre 2011— se mueve en el terreno de la duda, la manipulación y la desconfianza, tres cabezas de una hidra que como el cuerpo sumergido que sale del agua, según reza el principio físico que le da nombre, surgen de un suceso posible: un entrenador de natación besa en los labios a un niño. A partir de este hecho que, real o no, pone en jaque al acusado, la directora de la institución, los padres, compañeros de trabajo, las redes sociales y con ello la opinión pública, se sondean aguas que implican contradictorias posturas individuales y colectivas.

Miró, un autor que juega en todos sus textos con la otredad, la ambigüedad y las refracciones del espejo (La mujer que perdía todos los aviones, Nerium Park, Tiempo salvaje…) explor(t)a también aquí el espacio como resultante, cómplice y prolongación de estados anímicos y reacciones.

En su lectura escénica, González Melo (dramaturgo que va pulsando con éxito la dirección y que como autor comparte algunas de esas inquietudes con su colega catalán) ha logrado transmitir las sutilezas y enveses de la escritura, mediante procedimientos analépticos, bilateralidad espacial y angulaciones invertidas que junto a la reiteración de acciones, y un sentido del reflejo —la piscina en tanto espacio semantizado, la variedad de puntos de vista— invitan no solo a la polisemia sino a la participación del espectador como sujeto «dudante», que reflexiona y se cuestiona buscando más un juicio ético que un veredicto de tribunal, objetivo del texto que la puesta ha sabido proyectar con la complicidad de factores esenciales, tales como la escenografía (Omar Batista), la banda sonora (Denis Peralta) y el diseño de luces (Jesús D. Acosta) junto a desempeños matizados, interiorizados y seguros del elenco (Alberto Corona, Amaury Millán, Yailín Coppola y Frank Andrés Mora).

Los elegidos de 2019

Nacionales: Hierro (Carlos Celdrán, Argos Teatro), Todo está cantando en la vida (Rubén Darío Salazar, Teatro de las Estaciones), El principio de Arquímedes (Abel González Melo, Argos Teatro y Los Impertinentes), Ocurre en domingo (Raúl Martín, Teatro de la Luna), Infinito (Susana Pous, Mi Compañía), La clemencia de Tito (Carlos Díaz, Ulises Hernández, Liceo Mozartiano), y Oficio de Isla (Osvaldo Doimeadiós, CNAE-CPH).

Internacionales: El círculo de tiza caucasiano (Berliner Ensemble), En el esqueleto de la ballena (Odin Teatret) y Vida (Javier Aranda).

La ceremonia de entrega tendrá lugar el próximo 22 de enero, Día del Teatro Cubano, en la sede de la Uneac.

Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana