Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Mi pasión absoluta es la música

Se nombra La buena vida y es la tercera producción discográfica de Mauricio Figueiral, esas mismas con las cuales este talentoso creador ha intentado contar parte de la historia de su vida

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Se nombra La buena vida y es la tercera producción discográfica de Mauricio Figueiral, esas mismas con las cuales este talentoso creador ha intentado contar parte de la historia de su vida. De ahí que «las canciones sean sumamente autobiográficas, también que los discos respondan a una ética y a una estética más o menos común entre sí mismos. Los tres: este, Mauricio Figueiral (2012) y Flores de tequila (2015) han salido bajo el sello Bis Music, un colectivo que siento como mi familia, después de casi una década trabajando juntos.

«Excepto la canción titulada El hijo de Chavela, que suma varios años, los restantes 12 temas de La buena vida son de mi autoría, nacidos específicamente para el CD. La mayoría las escribí fuera de Cuba, no porque me lo hubiera propuesto, sino porque parece que en esas circunstancias gozo de más espacios de silencio y  tranquilidad.

«Ahora me doy cuenta de que La buena vida se escribió desde la distancia; desde la añoranza por mi país, por lo nuestro, y por tanto, es un álbum que por primera vez en mi discografía responde, de manera consciente, a los códigos de la música cubana en cuanto a los géneros musicales, en cuanto al lenguaje de “lo cubano”, a lo literario, a la poética. No creo que en esta producción haya grandes muestras de madurez ni palpables diferencias con respecto a las canciones de las entregas anteriores».

—¿Cuando hablas de lo cubano, te refieres a que haces un paseo, digamos, por diversos temas, por diversos géneros que puedan ser reconocibles dentro de la Isla?

—Cuando hablo de lo cubano me refiero por una parte a los géneros musicales, a pesar de que mi propuesta siga siendo una mezcla con los ritmos y estilos que he escuchado y aquellos del mundo con los que me he ido permeando en mis recorridos fuera de Cuba. Sin embargo, considero que más que en lo musical ese fenómeno al cual me refiero se aprecia en lo literario.

«Canciones como Hambre y frío, Balcón a la calle y Mátame evidencian un lenguaje bien nacional, tratan temáticas que reflejan nuestro contexto cotidiano desde el humor, pero también con un poco de esa tristeza que a veces nos cerca en la vida. De cualquier modo, cuidé que este nuevo fonograma fuera lo más universal posible, para que sea entendible en otras culturas».

—Supongo que por ser autobiográficos, también los temas reflejan a tu generación, a los jóvenes de Cuba y del resto del mundo, ¿o es que has tenido una existencia de novela que ha provocado todas esas canciones?

—Cuando digo que es autobiográfico es porque tiene que ver con lo que he vivido, con mi manera de percibir el entorno que me rodea. Yo soy una esponja, y estoy convencido de que para poder crear canciones debo primero ser el protagonista de mi vida. No sería capaz de escribir ni dos versos si antes no he tenido experiencia, si antes no he buscado la forma de salir de mi zona de confort, de ponerme en riesgo, de abrirme a lo nuevo.

«Lo que busco en estas canciones, e incluso en las que sigo haciendo para un posible cuarto disco, es hacer una toma de posesión clara con respecto a lo que me rodea para dar mi criterio de manera humilde y sincera. Tal vez cuando la gente escuche el título que nombra el disco, La buena vida, imagine que habla de grandes placeres, pero nada más lejos. Es una canción que se refiere al derecho que tenemos los seres humanos de dudar, de sospechar de todo hasta que nos convenzan».

—Tus discos han sido publicados en 2012, 2015 y 2019, casi uno cada tres años. ¿Es que te gusta tomarte ese tiempo para crear o son las circunstancias las que te han obligado?

—Casi un año después de presentarme a Bis Music con la propuesta del primer disco, me enteré, cuando ya no lo esperaba, de que había sido elegido para grabar entre una serie de proyectos. Después de Mauricio Figueiral consideré que podría ser provechoso tomar a Bis Music como la disquera con la cual podía desarrollar por lo menos una década de carrera, si era posible.

«En un principio me propuse realizar un disco cada dos años (uno para escribirlo y otro para grabarlo, producirlo y sacarlo al mercado), pero sucede que los tiempos de la vida son mucho más complejos, sobre todo los tiempos de la producción discográfica en Cuba, que son impredecibles.

«En un año he compuesto los temas para los discos, he cumplido con mi parte del sueño, pero después grabar, mezclar y masterizar pueden tardar largos meses, mientras que en tanto que se imprime o se pone en las plataformas online —que es hacia donde se está derivando la venta de la música en el mundo—, transcurre un período similar o hasta más largo.

«Me encantaría ser capaz de acortar esos tiempos, porque siento que tengo mucho que decir —y uno siempre teme que después la existencia no le alcance—, mas no me interesa averiguarlo, lo que quiero es seguir haciendo canciones, continuarle aportando, desde mi humilde posición, a la cancionística cubana».

—¿Cómo te descubres trovador? ¿De dónde surgió esa pasión por contar historias y además por contarlas cantando?

—Me gradué de la Famca, de la Facultad de Medios Audiovisuales, en el año 2008, como director. Pero cuando apareció esa carrera por el curso regular diurno, ya llevaba seis años componiendo canciones y cantándolas en la Lenin, como parte del movimiento de aficionados de la escuela. Muchos de esos temas llegaron a festivales nacionales y hasta a la televisión a través de las tribunas antimperialistas. Para mí resultó genial tener la oportunidad de grabar en los estudios de Radio Progreso con 16 años de edad. Así nació mi vocación, específicamente por el placer de escribir canciones (y después cantarlas). Esa es mi gran pasión, a lo que me quisiera dedicar por siempre.

«No obstante, aclaro que no me considero un cantante, por eso me cuesta mucho decidir interpretar alguna pieza de otro autor, porque muchas veces el registro vocal me queda un poco incómodo, o porque siento que no defiendo orgánicamente el discurso de otro creador; entonces, prefiero cantar mi propia obra, desde la base de la trova cubana, desde la herencia de la trova cubana, a pesar de que algunos no me asocien a ese género por hacerme acompañar muchas veces de una banda, por los videoclips que reflejan una puesta en escena que va más allá de la intimidad propia de la trova.

«Sin embargo, me considero un trovador. Dentro de mis canciones el mayor interés lo pongo en la poética de las letras, más que en la música, más que en la línea melódica, más que en la armonía. Yo creo que si ha habido algo de éxito en mi carrera como músico se debe fundamentalmente a mi modo de contar las canciones.

«En mi familia no hay músicos. El único artista, por ambas partes, era mi abuelo paterno, Donato Figueiral, un gallego que vivió la mayor parte de su vida en Cuba y se desempeñó como un actor importante dentro del Teatro Político Bertolt Brecht y apareció en varias de las películas de Tomás Gutiérrez Alea de inicios de la Revolución: Las doce sillas, La muerte de un burócrata. Es decir, que la música se adueñó de mí por pura intuición, porque ella me eligió».

—Al final estudiaste una carrera que muchos jóvenes sueñan: director, pero preferiste seguir con las canciones antes que ponerte detrás de una cámara...

—Sí, es así. Mi pasión absoluta es la música. Estudié la carrera de medios de comunicación audiovisuales por una coyuntura que se presentó en un año preciso en el cual esta apareció por primera vez de manera regular diurna y me tocaba decidir qué iba a hacer con mi futuro. Quería sicología, pero el promedio no era suficiente porque es una especialidad de mucha demanda nacional. Me presenté entonces para probar, de cierto modo obligado por mi madre, quien me dijo: “harás todos los exámenes de ingreso, porque tú tienes que ser universitario, aunque después te dediques a la música”. Tenía 17 años...

«Te imaginarás que cogí la carrera un poco en contra de mi voluntad, pero a medida que fue pasando el tiempo me fui encontrando con ese lenguaje de las imágenes que está también en mis canciones, con esa poesía que me interesa como fenómeno de la humanidad. Se trata de una carrera que he aprendido a amar paulatinamente y que, sobre todo, he aprendido a utilizar en función de mi verdadero amor, promoviendo mis canciones y las de mis amigos, quienes con frecuencia no cuentan con los presupuestos que se necesitan para realizar un videoclip o un documental».

—Con La buena vida conseguiste tu tercera nominación al Cubadisco. O sea, que has dado en el clavo siempre...

—Bueno, no tanto, porque no he resultado premiado finalmente, aunque tampoco es lo más importante. Sin haber sido un músico de estudio, de academia, sentirme por estos resultados dentro del panorama de la música cubana, a mis 34 años de edad, es una bendición tremenda. Ese sí que es un gran premio y un compromiso inmenso. Que artistas que admiro me miren a los ojos y me traten con respeto, constituye un regalo que llevo conmigo.

«Esta vez me nominaron en la categoría de Canción contemporánea, pero con anterioridad me situaron en otras. Quiere decir que mi música es, de alguna forma, cambiante, que no responde a un único canon, a una única forma, y eso me gusta porque es lo que busco».

 

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.