El director Carmelo E. Rubio (a la derecha), y el director de posproducción Esteban Vázquez, durante la edicion y sonorización de los últimos capítulos de En fin, el mar. Autor: Roberto Suárez Publicado: 31/03/2018 | 08:13 pm
Transmitidos hasta la fecha casi una treintena de capítulos de la telenovela cubana En fin, el mar, quizá muchos televidentes coincidirán en apreciar luces y sombras en el dramatizado dirigido por Carmelo E. Rubio y en esgrimir un «me entretiene» como razón para seguir atentos a los conflictos de Marina (Dalaytti Martín) y su estricto y machista padre, asumido por el siempre encomiable Enrique Molina, entre otras subtramas que en esta propuesta toman al mar y al mundo de los pescadores como contexto.
También coincidirán quienes se sientan frente a la pequeña pantalla en las noches de los lunes, miércoles y viernes en que los engranajes narrativos, elaborados por los guionistas Eurídice Charadán y Osvaldo Huerta, ya comienzan a «engancharlos» con una fórmula que, aunque antigua, resulta casi infalible: la de la clásica confrontación entre Capuletos y Montescos, en este caso entre la familia de Marina y la de su novio Javier (Alberto Joel García).
Motivados por la buena acogida que de forma general está teniendo En fin, el mar y con el propósito de conocer detalles sobre su realización, nuestro diario se trasladó hasta el cubículo de edición donde su director, y parte de su equipo, todavía se encuentran inmersos en el montaje y la sonorización de los últimos capítulos de esta novela, que deberá continuar «en el aire» hasta los primeros días de julio.
Que ha sido un gran reto para todos los participantes, lo afirma Carmelo, quien incursiona por vez primera en este género. «Casi todas las escenas de los 71 capítulos estuvieron concebidas para ser filmadas en exteriores (aunque posteriormente se grabaran algunas en estudio), 12 horas de rodaje diarias y más de 200 noches de grabación, además, un gran número de momentos captados en el mar; lo cual supuso un desafío grande para la producción, que se resiente por la falta de recursos, señala Rubio.
«Afortunadamente tuvimos el apoyo de varias empresas pesqueras, y, de manera muy especial, la coordinación de producción de Rafael A. Borroto, a quien le agradecemos el hecho de que, en ocasiones, contamos hasta con siete barcos durante la filmación, amén de que implicaba que los pescadores pararan de trabajar», indica el artífice.
El también director de la conocida serie de aventuras El guardián de la piedra, dice estar convencido de que para asumir un proyecto de la envergadura de una telenovela como En fin, el mar, es necesario disfrutar mucho lo que se hace y sentirse implicado con la temática de la historia. En ese sentido siempre consideró pertinente reflejar el mundo de los pescadores, porque es una parte de la sociedad que desde hacía un tiempo no se visibilizaba en ese espacio televisivo.
Una idea original
De la dupla creativa que conforman Eurídice Charadán y Osvaldo Huerta (los mismos guionistas de Salir de noche), surgió la idea original de En fin, el mar. «A mí siempre me ha gustado el mar, y en algún momento me di cuenta de lo importante que es el telón de fondo donde se desarrolló la historia. Si en Salir de noche lo relacionado con la moda resultó muy atractivo, pensamos que mostrar la vida de los pescadores también lo iban a agradecer los espectadores», comenta Charadán.
«Con el fin de adentrarnos en ese mundo, visitamos el Centro de Investigaciones Pesqueras, fuimos a Batabanó, la Coloma y a otros lugares costeros, en los cuales hablamos con pescadores, biólogos marinos. En cada parada nos dábamos cuenta de que existían muchos espacios que nos podían servir para crear a los personajes.
«Recuerdo que íbamos saliendo de Batabanó y dijimos que la narración se debería desarrollar en un pueblo pesquero. La trama salió del mismo género de la telenovela: una historia de amor a la que había que ponerle obstáculos. Nos propusimos que fueran dos familias enfrentadas y así empezamos a crear el hilito de Ariadna que nos guio hasta el final.
«Los personajes y las subtramas los creamos en función de las necesidades dramáticas, aunque algunos sí los obtuvimos a partir de lo que nos decían los entrevistados durante la investigación, y también de la revista Mar y pesca, de la cual extrajimos, por ejemplo, escenas como la del tiburón».
Aunque a veces el público cubano espera que este espacio refleje aspectos problemáticos de la sociedad cubana actual, Eurídice advierte que «dramatúrgicamente la telenovela como género no es realista. Es un melodrama y no necesariamente tiene que reflejar la realidad. Ni siquiera la construcción de los personajes tiene que estar cercana a ella, porque por lo general estos funcionan como arquetipos que representan conceptos, como el bien y el mal, la buena y el villano, etc….
«Lo que pasa es que a veces se produce una mezcla o modificación de ese esquema clásico. En el caso de En fin el mar, siempre nos pareció que era bueno retratar la vida de unas personas que están relacionadas con una labor poco reflejada en las últimas telenovelas, y, sin dudas, sumamente interesante».
La Marina de En fin, el mar es asumida por la joven Dalaytti Martín. Foto: Roberto Suárez.
Amén de que Carmelo igualmente considera que los espectadores buscan un momento para relajarse y no ver tantos problemas, no por ello, dice, dejó de advertir en su obra sobre cuestiones como el machismo. «Un ejemplo es Justino, que si bien tiene momentos de armonía y de paz, porque también es muy buena persona, quiere implantar en su casa el mismo férreo mandato que lleva en el barco». Y a su vez acota: «Como Justino hay muchos hombres, pero todos no son como Justino».
Debut como protagonista
Durante seis meses se desarrolló la preparación, incluidas clases de pesca y de buceo, de los más de 70 actores que participan en En fin, el mar. En el casting, explica Carmelo, se propusieron «encontrar» intérpretes que estuvieran relacionados lo más posible con el tema de la novela, o que tuvieran puntos en común con el carácter de sus posibles personajes. Asimismo, dice haber buscado un equilibrio entre profesionales de más experiencia y jóvenes intérpretes y algunos prácticamente desconocidos.
Entre esos «descubrimientos» se halla la joven de 24 años Dalaytti Martín Muñoz, quien interpreta el personaje protagónico de Marina. «De ella me convenció la arrogancia con que llegó a la oficina donde estábamos trabajando en el casting. Cuando le preguntamos si era actriz, nos dijo que era músico, y esa respuesta me pareció muy valiente. Ahí fue cuando me di cuenta de que la personalidad de esta muchachita era muy similar a la de Marina».
Risueña y dulce, Dalaytti comenta que «Marina no es tan jaranera, yo lo soy más. Y, sin embargo, como ella siento un arraigo muy profundo por mis ideales. Cuando determino que voy por una cosa, por muy difícil que sea, trato de alcanzarla. Asimismo, me considero muy familiar y una mujer apasionada».
Graduada de música en la carrera Asignaturas teóricas en el Amadeo Roldán, también ha pasado cursos y talleres de actuación y había tenido un papel de figurante en la novela La sal del paraíso, así como en varios cortometrajes filmados en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Sin embargo, la gran posibilidad se la dio Carmelo, reconoce.
«El verdadero reto y aprendizaje fue aquí. Con las cámaras, los actores, imagínate…. Tuve una responsabilidad increíble al lado de Enrique Molina, toda una eminencia de la actuación, y también al lado de Obelia Blanco, que es una excelentísima actriz, así como estar rodeada de jóvenes muy talentosos, todos graduados de escuelas, con un gran bagaje técnico, y que para estar a su altura tuve que ponerme las botas», cuenta.
—¿Tuviste que prepararte con respecto al tema de la pesca, o ya conocías sobre ello?
—En lo personal me encanta el mar, pero el pescado no me gusta mucho cocinarlo. Y aunque no quiero adelantar lo que está por suceder…, sí les digo que voy a estar muy relacionada con esas labores. Recuerdo que durante el rodaje todos se divirtieron mucho conmigo, porque yo era un desastre a la hora de cortar un pescado, porque no me agrada el olor.
—¿Cómo fue la decisión de pasar de la música a la actuación?
—En mi caso no es tan así. Yo no me considero ni cantante, músico, o actriz, no creo que sea importante cual va primero. Me considero artista en sentido general. Ahora mismo, además, canto en un proyecto llamado HabanaSer, en el cual interpretamos temas de jazz, música cubana, flamenco, bosa nova, entre otros géneros».
—Eres muy joven ¿por dónde andan tus metas…?
—A mí me gustaría no parar de hacer nunca; ya sea en la música o en la actuación. De igual manera me atraen muchí-simo el teatro y el cine, sobre todo las pe-lículas de época. Pero mis aspiraciones no van a algo en específico sino a una energía en general. Yo quiero sentirme enamorada de todo lo que me llegue, y aquello que sea atractivo y con buen fundamento será bien recibido por mí.