Para Kiusbell Rodríguez fomentar el amor por el teatro es una necesidad. Autor: Vicente Brito Publicado: 21/09/2017 | 06:53 pm
Fomento, Sancti Spíritus.— La complicidad peligrosamente realista e inquietante que se respira en la escena mantiene la atención del público que hace suyo cada segundo. La suerte del personaje protagónico, Karel Darín, está echada. Nadie lo duda, pero sufren por su destino, permeado de tantas responsabilidades propias y ajenas. Al final, múltiples sabores dejan las actitudes de violencia, escapatoria y reconciliación que ofrece Chamaco, obra del dramaturgo Abel González Melo y que, en esta ocasión, se aplatana en el parque de una comunidad montañosa en el centro de la Isla, adaptado por otro joven: Kiusbell Rodríguez Castiñeira.
«Me gusta mucho la novel escritura teatral cubana. Estuve varios días ante la disyuntiva de que si Talco o Chamaco, ambas del mismo autor, pero consideré que esta última me permitía más aterrizar sus códigos en Fomento.
«Lo otro fue que debí reajustar los personajes pues, por vez primera, tengo en el grupo más hombres que mujeres y adapté, también, los escenarios al territorio. Puedo decir que es una versión libre con detallado respeto a la línea temática de la obra y todas sus subtramas. Es Chamaco desde Fomento y para Cuba porque la historia existe en cualquier lugar», explica, quien desde hace varios años dirige Agón teatro, uno de los colectivos con mayores reconocimientos dentro del movimiento de artistas aficionados en Sancti Spíritus.
—Tras tres años en Venezuela como protagonista de la misión Cultura corazón adentro, ¿cómo anda Agón…?
—En junio pasado comencé con los talleres para preparar el colectivo y trabajamos muy fuerte, pero al llegar septiembre varios de los muchachos se fueron para sus escuelas fuera del municipio, por lo que en octubre volví a lanzar la convocatoria. Desde entonces, integramos el grupo alrededor de siete jóvenes que no descansamos.
—¿Por qué seguir en el movimiento de artistas aficionados?
—Tiene que ver con mi formación como instructor de arte. Me encanta descubrir a aquellas personas que los deseos por conocer y hacer los impulsan hasta el teatro. A diferencia de los profesionales, ellos guardan todas sus energías para las horas de ensayo que son compartidas con otras responsabilidades, ya sea en un centro de trabajo o de estudio. Disfruto fomentar el placer y deleite por esta manifestación artística en los otros y ver cómo crean sus personajes.
—Después de incursionar detrás de las bambalinas internacionales, regresas a Fomento, un pueblo ubicado en el corazón de la serranía espirituana. ¿Qué motivó el retorno?
—A pesar de que tuve propuestas muy tentadoras en la capital, la ausencia de mi familia durante tres años pesó mucho. Pero, lo que realmente me atrapó fue que a mi regreso un trabajador por cuenta propia me dijera: «llegó el teatrista de Fomento».
«Este lugar es un pueblo donde se disfruta mucho del teatro. Respetan lo que haces. No sé si será por la impronta de Olga Alonso y la historia del festival que lleva su nombre. A mi juicio, después de recorrer gran parte de la Isla, junto a Camagüey, este municipio se ha convertido en plaza fuerte del mundo de las tablas», añadió.
Cuando palpita el arte
Kiusbell Rodríguez Castiñeira corre de un lado a otro. Los niños captan las señas. Se descorren las cortinas. En el medio del escenario, la abuela Rosa Inés teje una historia que tiene sus inicios en la casita de palma y piso de tierra, ubicada en Sabaneta de Barinas y que cubre la vida de uno de los hombres latinoamericanos más importantes del siglo XXI: Hugo Rafael Chávez Frías.
El público llora, ovaciona cada pasaje narrado. Tras bambalinas está el responsable de la adaptación teatral del texto Cuentos de el Arañero, titulada Mi amigo Hugo. No podía ser otro el homenaje hecho por un cubano desde el arte.
«Siempre fui muy inquieto con respecto al teatro latinoamericano y el estar en Venezuela me premió al montar algunos de esos textos con dos grupos que creé. Por supuesto, que la que más me marcó fue Mi amigo… porque la recepción del público fue indescriptible.
«Todo inició con los padres de los integrantes del proyecto, pues la mayoría había vivido el proceso revolucionario protagonizado por Chávez. Eso me permitió dialogar con personas que conocieron los inicios de su vida en Sabaneta. Recorrí casi todo ese país y se la presenté a los Cinco Héroes en su visita a Barinas y al propio presidente Maduro».
—Además de esa experiencia, ¿qué recuerdos trajiste de allá?
—El fomentar en niños el amor por el teatro, algo desconocido hasta que creamos los dos proyectos. Trabajamos en una comunidad marginal y logramos proponerle espacios atractivos, donde prevalecía la cultura.
—¿Cuál es tu método al dirigir?
—Mucha disciplina y estudio para que se formen con un carácter integral. Dosifico un plan de lecturas porque sin eso es imposible montar alguna obra.
—¿Qué debe tener un texto para ser llevado a escena?
—Busco que sean un chispazo para que el público se sienta identificado. De no existir esa relación nada vale la pena.
—Además de Chamaco, ¿qué más se cocina en los ensayos de Agón teatro?
—Queremos promocionar esa obra por Sancti Spíritus, Santa Clara y La Habana. También estamos trabajando en una pieza más íntima, con banda sonora exclusiva. Y todo ello, lo presentamos en la peña Entre acto para viernes, que hacemos en el Café Express La Modelo, de Fomento, a fin de que el público nos diga sus opiniones.