Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La venta

El pintoresquismo de una Feria que lleva el libro a puro pregón

Autor:

René Camilo García Rivera

Hay gente que tiene vena para vender. Y gente que ni regalando le hacen caso. La ciencia debería aclararlo, para que algunos no pierdan su tiempo y otros exploten el don. ¿Será una cuestión hereditaria?, ¿un gen oculto en la sangre? O, por el contrario, ¿cuestión de habilidad, de experiencia, de práctica de muchos años? Cuando se decidan los científicos, la Feria del Libro de La Habana sería un experimento perfecto.

Existen diferentes tipos de vendedores. Están los agresivos, que te meten el producto por los ojos aunque no lo quieras; y están los indiferentes, a los cuales les preguntas por la mercancía y se quedan embobecidos con el celular. Encuentras también a los sinceros, quienes confiesan que el producto no es «de la mejor calidad»; y los embaucadores, para los que la mayor baratija tiene un valor de lujo y así lo hacen saber. Y peor aún: lo cobran.

Anda por ahí el vendedor culto, que mientras espera a los compradores hojea los libros; y está también el farsante, que ofrece a Paulo Coehlo como «el más refinado escritor del boom latinoamericano».

El éxito del estudio depende de la objetividad. No interferir con los sujetos. Dejarlos actuar, darles hilo, verlos moverse en su hábitat natural y sacar conclusiones. Eso hice con una vendedora en La Cabaña…

Era casi el mediodía y ningún comprador «picaba». La mujer parecía al borde del desquicio. La Feria, ya lo sabemos, es más que un evento cultural. Entonces el fino pregón, poderoso y tropical, le salió del fondo del pecho: «¡Vaya, vaya, las mejores ofertas… aquí están… vengan, vengan! ¡Libros para colorear, rompecabezas, juegos didácticos! ¡No te lo pierdas!». Pero la gente la seguía ignorando.

Cuando una vendedora se lo propone, puede ser muy persistente. La empeñada volvió a la carga. Esta vez se colocó las manos frente a la cara como un altoparlante: «¡Vengan, vengan… lo mejor de lo mejor!... ¡Dale que se acaba! ¡Diccionarios, libros de historia, libros de cocina, historietas!». Pero nadie le hacía caso. Parecía cubierta por un manto de invisibilidad.

Fue entonces cuando sacó su as bajo la manga, su carta de triunfo, la opción «nuclear»: «¡Vengan, vengan! ¡Almanaques de Shakira! ¡Retratos de Justin Bieber! ¡Mochilas de Cristiano Ronaldo, de Messi, de Neymar! ¡Tu balón de fútbol rebajado!». Y el público, de súbito, como ganado, inundó la carpa.

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