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Bailar con los oídos del corazón

Dailiet baila y entonces no importa el silencio perpetuo que le impone la sordera. Gracias a los esfuerzos de una instructora de arte y una intérprete de lengua de señas cubana se desvanecen las limitaciones para esta adolescente

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

JATIBONICO, Sancti Spíritus.— El silencio absoluto del mundo de Dailiet Ramírez Figuera se desvanece cada tarde. Su rostro se transforma. La disposición delata el estado de ánimo.

Al comenzar la clase del taller de creación de danza, Dailiet experimenta un recorrido hacia sus esencias, junto a sus amigas, la instructora de arte Ada Lidia Yanes Castellano y la intérprete de lengua de señas cubana Yanelys Méndez Marín. «Me da mucha alegría bailar. Siento que todo vibra en mí», dice con sus manos.

Cuando ingresó el pasado curso en la secundaria Juan Manuel Feijóo Quesada, del municipio espirituano de Jatibonico, como parte del programa de educación incluida, pocos creyeron lo que decía su expediente en relación con sus dotes danzarias.

Por aquel tiempo alertaron a Ada Lidia Yanes Castellano, también recién llegada al centro, para que indagara sobre una peculiaridad no tan usual entre las personas sordas. Parecía imposible, pero cuando de habilidades artísticas y consagración en clases se habla, todas las barreras se pueden traspasar.

«Ella había aprendido algunos pasos en la escuela especial para niños sordos e hipoacúsicos Rafael Morales González, de Sancti Spíritus, donde se hace muy buen trabajo artístico», explicó Ada Lidia.

«Primero comprobé si tenía las habilidades. Al indicarle que repitiera algunos movimientos detrás de los míos, me quedé sorprendida al ver cómo los hacía. No lo dudé y la sumé a mi taller de creación.

«Le he impartido bailes populares y afrocubanos, y siempre me asombra cómo capta con rapidez. La pongo siempre detrás del grupo para que se guíe por el resto de las muchachitas, quienes ya han trabajado conmigo antes. Dailiet muestra mucho interés por aprender. Es muy valiente. Nunca le da pena nada», dice Ada Lidia, quien laboró con anterioridad en la escuela especial Valle Grande de ese mismo territorio.

«Cuando se trabaja con niños y niñas de estas características se precisa de mucha paciencia. Luego de que se enamoran de lo que les impartes, todo fluye. Disfruto mucho lograr una sonrisa en sus rostros.

«Esa experiencia me impulsó a matricular este año la Licenciatura en Sicología. Así tendré las herramientas para realizar diagnósticos con aportes más esenciales para trabajar con ellos y forjarles las habilidades que precisan», añade esta santiaguera de 21 años, aplatanada en el centro de la Isla desde hace tiempo.

«Con ella siempre insisto un poco más, pues la repetición de cada paso es esencial. Cuando presentamos la unidad artística Jóvenes de hoy en una actividad municipal en saludo a los Comités de Defensa de la Revolución, quienes la conocían se quedaron boquiabiertos.

«En los talleres, ensayos y espectáculos la comunicación se establece sin problemas. Además, las muchachitas han aprendido que pueden informarle mediante papelitos o hacer que les lea los labios», agrega.

La intérprete Yanelys labora en el centro jatiboniquense para atender exclusivamente a Dailiet; su presencia es esencial para que el silencio no constituya una barrera en ningún ámbito.

«Es muy intranquila y para lograr resultados no se le puede forzar. Se desconcentra mucho en las clases. En cambio, cuando siente las vibraciones de la música o practica ejercicios físicos, no se precisa conocer el lenguaje de señas para comprender que le fascina y presta atención», explica.

Esta adolescente sorda severa comparte la pasión por la danza con el amor hacia el deporte. En ambos escenarios se siente libre, sin barreras para expresar su personalidad.

«Quiero ser famosa, como bailarina o deportista, y que todo el mundo me conozca», interrumpe Dailiet, a quien se le han hecho pruebas de rendimiento en la práctica de atletismo para ingresar en la escuela de iniciación deportiva Lino Salabarría Pupo, de la provincia, donde encontró el impedimento de la no existencia de una intérprete de lengua de señas cubana.

Ella asegura que el baile y lo aprendido con su instructora la acompañarán siempre. No pocos vecinos del consejo popular norte de Jatibonico consideran que esas potencialidades las lleva en las venas, pues su hermanita Danay, de ocho años y con su mismo padecimiento, disfruta de la música tanto como ella.

«Ellas provienen de una familia en la que la madre es oyente y el padre hipoacúsico. Ambas se han abierto paso dificultad a la sociedad, con la cual interactúan perfectamente», concluye Yanelys.

Mientras que esta adolescente decida hacia dónde enrumbar sus pasos, la danza o el deporte, su instructora de arte Ada Lidia proseguirá, cada tarde, brindándole la oportunidad de que sus necesidades especiales no se conviertan en obstáculo para disfrutar de las pasiones de la vida.

Música para todos

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 360 millones de personas padecen pérdida de audición discapacitante en todo el mundo. Puede deberse a causas genéticas, complicaciones en el parto, algunas enfermedades infecciosas, infecciones crónicas del oído, el empleo de determinados fármacos, la exposición al ruido excesivo y el envejecimiento.

En Cuba se aboga por la enseñanza inclusiva en escuelas, donde cursan otros estudiantes sin ese padecimiento, luego de que los niños y las niñas aprenden cómo comunicarse.

Recientemente, una investigación de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, demostró que las personas sordas sienten las vibraciones en la misma región del cerebro que el resto de los seres humanos usan para oír, lo que permite explicar por qué disfrutan de la música.

El cerebro de los sordos, según esa pesquisa, readapta su estructura para suplir la deficiencia que impone la sordera.

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