Intelectuales y artistas se dieron cita en el pasacalle. Autor: Donis Guerrero Publicado: 21/09/2017 | 06:42 pm
Martí lo dijo, y como tanto que expresó el Apóstol en sus lejanos días, se percibe vigente y pleno: en estos tiempos de divisiones, de disensiones, la fila de árboles que sugirió se apretaran impidiendo el paso del «gigante de las siete leguas» se hace cada vez más necesaria, así como «el recuento y la marcha unida».
Y obedeciéndolo al pie de la letra, en Holguín el apotegma se torna carne y sangre, cuerpo y alma en cada Fiesta Iberoamericana que la Casa homónima convoca a finales de octubre y a la que, raudos y veloces, acuden cientos de hermanos de toda la región —y de mucho más allá— dispuestos a eso: marchar, (re)contar, y como si fuera poco, cantar, consolidar, compartir, algo que desde el habitual pasacalle —con el desfile de todos los participantes— conforma el evento.
Intelectuales y artistas se dan cita en la Ciudad de los parques que también lo es, y tanto, de la cultura y el pensamiento, y esta edición lo fue mucho más comoquiera que se cumplían 23 años de fundada la institución matriz. Por eso la arrancada no podía ser otra que una ofrenda floral justo al frente del hermoso inmueble, en el parque Carlos Manuel de Céspedes —declarado Plaza de Iberoamérica— escoltados por la cada vez mejor sonante Banda Provincial de Conciertos, que regaló piezas representativas del acervo en la región y universales (como la Rapsodia Bohemia de Queen, en respetable versión).
Dedicado entre otros temas a los 130 años de la abolición de la esclavitud —algo que reflejó también el ciclo audiovisual en la restaurada sala Ateneo, con clásicos del cine cubano—, el ya tradicional Congreso Iberoamericano de Pensamiento permitió valorar, en su 11na. edición, ponencias e intervenciones muy motivadoras.
Dentro de lo artístico, siempre es poco el espacio para referirse a lo disfrutado en los diferentes lugares habilitados para los encuentros, tanto salas y teatros cerrados (empezando por el majestuoso Eddy Suñol) como tribunas al aire libre, parques y centros nocturnos o las propias descargas en la Casa Ibero, trascendiendo ya la madrugada.
Pero valga resaltar, entre ellas, el Iberocuento, que se erigió en microevento, con la participación de maestras (inter)nacionales como Mayra Navarro, Elvia Pérez o la santiaguera Fátima Patterson, junto a colegas locales que se sumaron a esa manifestación íntima y a la vez compartida de fundir la literatura y el teatro.
Los conciertos de Interactivo, David Blanco, Ángel Bonne (al piano), Manguaré, el maestro mexicano Avelino Pérez con el Mariachi Holguín, las compañías danzarias (flamencas de Reinier Mariño y Yoel Zamora o la local Codanza), el grupo humorístico Jácara y valiosos trovadores holguineros, regalaron algunos de los momentos inolvidables de la Fiesta, donde hubo cabida para ítems tan diversos, al menos aparentemente, como la meditación yoga, los vinos artesanales y la comida criolla, sin olvidar los coloquios, talleres y presentaciones de libros, o las exposiciones y performances en las que confluían lo tradicional y lo novedoso. (Aun cuando no pudimos asistir a la clausura —Frank Fernández con la Sinfónica anfitriona— supimos que esta devino la magnificencia esperada).
Tampoco faltaron las siempre entusiastas visitas a lugares emblemáticos fuera de la ciudad que se conectan con la historia local, nacional, regional (Birán, Bariay y Gibara…)
La Fiesta, sin embargo, debe repensar algunos aspectos que atentan contra su organización (y organicidad); resulta esencial «casar» las tipologías artísticas con el sitio donde se programan: ubicar, por ejemplo, un grupo de trova en un espacio roquero, alternativo como Gabinete Caligari cuando existe una prestigiosa y concurrida Casa de la Trova es un error que se paga con la falta del público adecuado y por tanto, los pobres resultados de las presentaciones.
Anunciar una actividad para las 9:00 p.m. en la Casa Ibero y que esta comience casi dos horas más tarde (cierto que a veces la lluvia disculpaba los retrasos) siempre genera confusiones y colisiones.
Y, aun cuando la ingente cantidad de actividades y presentaciones impide que se pueda apreciar siquiera la cuarta parte de todo, una mejor pensada y estructurada planificación pudiera impedir (o al menos reducir) las frecuentes coincidencias entre las más importantes, esas que bajo ningún concepto «hay que perderse».
Como todo es perfectible, mucho más cuando tantas fuerzas y cabezas se unen para el logro de este, uno de los eventos más prestigiosos e importantes del país, la Fiesta Iberoamericana superará esas y otras limitaciones y continuará fiel a su legado y perspectiva aglutinadora, inclusiva y multidisciplinaria.
Para próximas ediciones, seguros estamos, crecerá y volverán a ondear las banderas presididas por su vocación martiana, convocando una vez más el concierto de voces unidas para fortalecer la patria iberoamericana, esa que tiene en Holguín, sin lugar a dudas, su patria chica.