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El Plan B (III y final)

Más allá de intentar operar una transformación en el gusto de las personas con respecto al consumo audiovisual, las instituciones culturales se empeñan en invitarlas a que amplíen sus horizontes, a partir de la apreciación de obras de calidad

Autores:

Yelanys Hernández Fusté
José Luis Estrada Betancourt
Jaisy Izquierdo
Aracelys Bedevia
Lourdes M. Benítez Cereijo

Insistente, la interrogante vuelve una y otra vez: ¿Es preocupante que los niños y jóvenes cubanos se interesen por los realities shows, videojuegos, concursos de belleza; el cine comercial, espectacular, de grandes estrellas…? El crítico de cine y medios Gustavo Arcos Fernández Britto, profesor de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca) del Instituto Superior de Arte (ISA), y miembro del ejecutivo nacional de la Asociación de Audiovisuales y Radio de la Uneac, asegura que lo verdaderamente inquietante es «una sociedad que, a la par de la existencia de esos productos o vías de entretenimiento, no logre generar otros de mayor atractivo o calidad estética.

«La cuestión no está en lo que ven, sino en por qué lo ven con tanto interés. Entonces, la pelota se encuentra en nuestra cancha, donde tenemos espectadores acríticos, que persiguen obsesivamente los shows o filmes de más baja calidad, que pagan el dinero que a veces no tienen para consumir discos mal grabados de espectáculos, novelas o películas realmente mediocres.

«Nuestros medios deben saber jerarquizar o promover los productos artísticos de calidad, colocándolos en mejores horarios o salas de cine. Tampoco existe una red realmente funcional de tiendas o locales para alquilar filmes y series de calidad. Los clásicos del cine cubano apenas pueden encontrarse, falta un aparato jurídico que proteja a los creadores audiovisuales... Si además la promoción se muestra deficiente en sentido general, las salas de cine no ofrecen las mínimas condiciones de confort y la televisión nacional no atrapa a su público, los espectadores buscarán su entretenimiento en otros sitios.

«No obstante, un joven culto, con criterios y responsabilidades, puede pasarse horas jugando en su computadora, viendo filmes de pura acción o disfrutando de las “bellezas latinas”, que no será “poseído” por ningún demonio. Sabrá perfectamente discernir donde está lo banal, lo superficial, lo puramente efectista. Podrá distanciarse y encontrar al mismo tiempo dónde hay valores, dónde puede estar lo auténtico, dónde hay detrás un pensamiento interesante.

«De cualquier manera la pregunta es: ¿hemos sabido crear en el ámbito del entretenimiento masivo, la diversión y los consumos culturales, alguna alternativa sustentable que cale realmente en el plano de las emociones, la sensibilidad, el gusto, los sueños, los mitos o el placer de millones de personas?».

«Solo» en casa

Convocado a mirar este fenómeno a partir de las influencias que pudiera ejercer en el mundo infantil, Pablo Ramos Rivero, Máster en Ciencias de la Comunicación y coordinador del proyecto El universo audiovisual del niño latinoamericano, considera que en medio de una relativa mayor oferta de productos audiovisuales, habría que llamar la atención sobre la selección que se hace de dichos productos. Especialmente, dice, porque a veces los que nos encontramos promueven valores que no se corresponden con lo que queremos enseñar a nuestros niños.

En diálogo con JR, el también responsable del área de investigaciones de la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine nos acerca a algunos de los resultados obtenidos a partir de un análisis de la programación infantil en la televisión pública de 24 países de Europa, África y América, incluida Cuba. Después de estudiar 6 375 programas y 14 959 personajes protagónicos humanos se constató que solamente el 32 por ciento de las historias de ficción son centradas por una figura femenina —en la Isla alcanzaba solo el 20 por ciento—; y el 72 por ciento de todos los humanos son blancos «caucásicos».

«La diversidad étnica solo está representada de manera muy superficial, ahonda el investigador. Lo podemos apreciar en animados como las Winx o las Bratz, que reproducen los mismos patrones de belleza de niñas anoréxicas, con cabellos lacios y largos, donde el único cambio radica, apenas, en el color de la piel... Igualmente casi todos los personajes centrales pertenecen a la clase media o clase media alta.

«De esta manera se están consumiendo patrones culturales y de belleza que no responden a la realidad. Ese es el gran reto que debe enfrentar la educación para un consumo más crítico o más activo de los medios audiovisuales o de comunicación en general».

Asimismo, Pablo nos pone al tanto de otro estudio internacional reciente, que indagaba sobre aquellos programas que los niños consideraban educativos. «Hubo una coincidencia entre infantes de Argentina, Estados Unidos y Cuba, que señalaban como sus preferidos a los dibujos animados —en Alemania y Reino Unido apuntaban a otros programas de corte documental—, pero en el caso de los nuestros una gran cantidad identificó a Elpidio Valdés y a Chuncha entre los que les ofrecían determinados contenidos educativos, y eso estimula a que se continúen realizando nuevos materiales que tengan una aceptación por el público infantil. Lo mismo digo con el cine cubano: ahí está Habanastation para demostrarlo. Lo esencial es promover una mayor cantidad y diversidad en la oferta».

Ramos Rivero se muestra a favor de que existan estas nuevas posibilidades de opción, «lo que justamente hay que hacer es educar a los padres y maestros para que tengan un sentido crítico sobre aquello que expondrán a sus hijos o estudiantes. El problema no es tanto que no vean determinados programas, sino que al niño lo dejan solo frente a la televisión o a los distintos medios de comunicación, generalmente sin una compañía adulta que pueda hacer reflexiones en relación con lo que se está viendo. Hay que darle al niño su libertad pero acompañada de criterios adultos que le permitan discernir qué es bueno o malo, y con cuáles personajes se puede identificar mejor.

«Resulta esencial orientar a los padres desde la prensa y los medios en general. Por otra parte, ni los docentes ni los mismos instructores de arte están totalmente capacitados. La escuela debe asumir este desafío de una educación audiovisual. Generalmente lo que se ha hecho es tener una lectura crítica de los mensajes».

Embrujo de amor

Desde la página web del diario, «Eduardo Velasco» comparte la idea de que nos hallamos ante un problema bien agudo. Desde su punto de vista, de formación cultural. «Tuve la oportunidad de estudiar en la Universidad de La Habana, a principios de los años 70, y eso me permitió disfrutar de excelentes programaciones de la Cinemateca de Cuba. Pero eran mis propios compañeros quienes me indicaban lo que debía ver. Recuerdo que en la primera ocasión que “traté” de ver El ciudadano Kane no la pude terminar, volví una y otra vez sobre ella, y hoy la tengo en mi PC. Entre los estudiantes no faltaba quien te decía: “Vete a ver El señor de las moscas, que está en La Rampa, no te la pierdas”... Solo quiero llamar la atención sobre la «socialización” de la cual gozaba el buen cine entre los estudiantes».

Han transcurrido más de cuatro décadas de esas experiencias a las cuales hace referencia Eduardo, y a pesar del nuevo escenario la historia se puede repetir una y otra vez. Así lo cree Yiliams Cobas García, asesora de la Dirección de Extensión Universitaria del Ministerio de Educación Superior (MES).

El hecho de que, históricamente, el profesorado ha identificado materiales que sirven como apoyo a las asignaturas de los diferentes planes de estudios, apunta a favor de que se produzca un fomento de la cultura audiovisual en la comunidad universitaria, ejemplifica Yiliams.

«En no pocos centros de educación superior también permanecen los cines clubes, donde nuestros estudiantes pueden promover un debate crítico de los documentales y películas que se proyectan en las universidades.

«Pero no solo habrá que potenciar estos espacios en todas las casas de altos estudios, sino seguir estimulando que los estudiantes produzcan sus propios audiovisuales. De igual manera convocaremos a talleres de apreciación cinematográfica y a otros proyectos de educación audiovisual no curriculares.

«Una de las principales acciones que acometemos de conjunto con el Icaic, institución que rectorea el Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual, radica en conformar un catálogo integrado en un principio por 200 películas de valía, que satisfagan la diversidad de gustos y preferencias de nuestro estudiantado, y que se conviertan en referentes, porque es evidente la pérdida de jerarquías del cine dentro de ese universo que conforman también las series, teleplays, videoclips, etc.

«Fundamental será la promoción que realicemos a través de todos los medios con que contamos: radio, páginas web, boletines..., de modo que consigamos motivarlos, en lo cual también influirá que invitemos a personalidades del territorio que provoquen debates a la altura de nuestros estudiantes».

La comunidad

Por supuesto que las organizaciones estudiantiles y ministerios como el de Educación, Educación Superior y Cultura, no han sido los únicos convocados para llevar adelante el «Plan B», como ha llamado JR a este Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual que, claro está, nada tiene que ver con el título de una de esas comedias románticas intrascendentes que protagoniza Jennifer López, geniales exportadoras del american way of life, y que tanto gusta programar nuestra televisión en espacios de alta teleaudiencia como Arte 7.

Plan B porque se encamina hacia nuevas acciones que persiguen avivar en individuos y grupos la capacidad culta y crítica de apreciar el cine y las obras audiovisuales. Por esa razón participan en este significativo esfuerzo, además, la Uneac, la AHS, la Biblioteca Nacional José Martí, el Consejo Nacional de Casas de Cultura..., y sobre todo el Icaic y el ICRT.

¿Qué podrían hacer las bibliotecas públicas, por ejemplo? Tal vez generalizar experiencias como las que desarrolla la capitalina librería Fayad Jamís, donde se brinda servicio de préstamo de películas para los asociados al Club de lectura. «Los filmes que se ponen a disposición, explica Osmar Lorento, jefe de turno, se basan en clásicos de la literatura. Realizamos las solicitudes al Canal Educativo a partir de los criterios de los clientes. Y este se encarga de “quemar” los discos con los títulos pedidos.

«Contamos con 159 películas de casi todos los géneros: comedia, drama, acción, suspenso, terror, animados, etc. A veces ocurre que los asociados prefieren el disco antes que el libro. Ese servicio ha gozado de la presencia de los lectores que se acercan a nuestra instalación».

Idéntico empeño pone el ICRT, consciente de las debilidades presentes en la riqueza y variedad de su oferta, lo cual no pocas veces aparece asociado a las limitaciones financieras para la adquisición de derechos de exhibición de películas de calidad, que puedan cubrir la alta cifra de espacios cinematográficos distribuidos en todos los canales; esos que entonces ocupa, con excesiva frecuencia, el cine norteamericano.

En medio de ese panorama, Eunice Peña Sardiñas, jefa de la División de Dramatizados de la TVC, señala que nunca antes el ICRT ha laborado tan estrechamente con el Mincult, con el propósito de establecer las necesarias jerarquías. Se aprecia, dice, en la cada vez más activa relación con el Consejo Nacional de Artes Escénicas —no solo de asesoría sino también de producción—, que ha posibilitado más recientemente la grabación de piezas teatrales multipremiadas como Ay, mi amor y Escándalo en la Trapa, por solo mencionar algunas. Igual ha sucedido, asegura, con el Centro Promotor del Humor.

«Sin embargo, enfatiza, siento que este vínculo se aprecia mucho más en áreas como la música y la cinematográfica. En esta última no solo se atiende la superación de programadores, asesores y directores, sino también nos empeñamos en crear o reforzar programas dirigidos a la formación de capacidades de apreciación audiovisual en el espectador.

«Es innegable que son fuertes los patrones de consumo asociados al cine de entretenimiento. Por ello se incide en una mejor selección de las películas, con énfasis en las propuestas del fin de semana, en espacial en espacios de alta audiencia como Película del sábado y Arte 7. Y en ello no se pierde de vista el tema de la diversidad.

«Otro asunto primordial es la estrategia de comunicación de esas mismas películas, de esos materiales de calidad que el Icaic y la televisión exhibirán. Se hace imprescindible significar lo meritorio. La colaboración se ha extendido al campo de la producción, lo cual ha posibilitado la realización de nuevos telefilmes como Penumbras, de Charlie Medina, y Los desastres de la guerra, de Tomás Piard.

«Nos hallamos en proceso de cambios, que no son únicamente para el verano; perfilando mejor los canales, de modo que en CV, destinado al entretenimiento cultural, tendrá un peso significativo el audiovisual. Se estudian los horarios para ubicar más temprano los espacios cinematográficos de interés como La séptima puerta».

Por supuesto que los dramatizados de factura nacional ocupan un lugar cimero en los «desvelos». «Ya están los proyectos de nuestras seguidas telenovelas hasta el 2014, y estamos velando porque el guión y las actuaciones contribuyan a la aceptación del público. Esa es la gran preocupación y ocupación de la Redacción de Dramatizados, aunque cuesten muchísimo esfuerzo y recursos.

«Asimismo, andamos pensando un proyecto de revista del audiovisual cubano, que incluya además de los unitarios que hacemos (telefilmes, cortos, mediometrajes, teatros, cuentos...), los de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca), muchos de los que participan en la Muestra Joven Icaic, nuestra documentalística, animación para adultos, etc.

«Cada una de las acciones que desarrollemos estarán encaminadas a realizar la televisión que le hace falta a nuestro país, a este pueblo, a pesar de la circulación libre de miles de audiovisuales, a partir de explotar recursos atractivos, que comuniquen, que provoquen que la gente se quede sentada porque les estamos presentando un gran espectáculo».

¿Diferencias irreconciliables?

Como el ICRT, el Icaic permanece muy activo para poner en marcha con éxito el Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual. Para referirse a las estrategias, Roberto Smith, vicepresidente de dicha institución, parte de una realidad: la preferencia por los filmes y, en general, por los audiovisuales que solo proponen el entretenimiento más simple, es un fenómeno que se remonta a los mismos orígenes del cinematógrafo.

«Aunque pudo haber existido en los hermanos Lumière una voluntad de querer decir más allá de la imagen en movimiento, después de estos primeros tanteos, el cine se ha bifurcado en dos direcciones, dicho de un modo que simplifica una historia más compleja: por una parte la utilización de esa tecnología en función del arte: para expresar ideas, emociones, poesía; y por la otra, como un intento para ganar dinero.

«Uno se percata de que efectivamente una buena parte del cine que se realiza en el mundo tiene el objetivo de vender. Pueden ser películas muy bien hechas, pero no dejan de ser una mercancía. Y estamos hablando de un mundo donde cada año se filman alrededor de 6 000 filmes, pero son los norteamericanos los que han copado los mecanismos de exhibición, distribución, promoción y publicidad. Es un gran negocio.

«Dicho lo anterior, que constituye una función legítima del cine también, creo que es necesario dejar claro que, incluso ante esa rotunda verdad, hay que respetar el gusto de cada cual a la hora de elegir. Lo que casi siempre siento es que cuando muchos reclaman esa libertad de elección, terminan aferrados a lo único que han visto, convirtiéndose, como los clasificaba Julio García Espinosa, en espectadores cautivos. Sin embargo, desperdician la oportunidad de acercarse a otras propuestas que pudieran enriquecerlos. Por tanto, con este Programa no deseamos operar una transformación en el gusto de las personas, sino más bien invitarlas a que amplíen sus horizontes.

«El Programa convoca a que exploremos más allá del entretenimiento y se despierte nuestra curiosidad de conocer por qué se habla tan bien de una obra determinada: te vamos a recomendar una buena película y ya nos dirás».

Roberto Smith insiste en que en ningún momento se trata de prohibiciones o censura. «Nadie tiene el derecho a condenar el gusto de cada cual. No, no, sigue consumiendo lo que prefieras, pero además te convido a que aprecies otras cosas diferentes. Si de todas maneras no te complace, perfecto, pero que no sea por falta de opciones».

—Entonces, ¿cuál será el papel de las instituciones culturales?

—Creo que estamos hablando de un problema que no se puede subvalorar, porque el rol del audiovisual en la sociedad contemporánea es mucho mayor que en cualquier época anterior. En la actualidad es superior el tiempo que se le dedica a esta actividad, muy por encima del que se emplea en otros consumos culturales. Y la calidad conlleva un peso en la formación de cada persona, pues su personalidad se erige a partir de su relación con el mundo que lo rodea, donde la preponderancia del audiovisual no es desestimable.

«Tampoco se trata de exagerar asegurando que porque veas una mala película, violenta, te vas a convertir en un ser violento. Es una manera mecánica de pensar y reduccionista. Pero obviamente si un individuo solo se enfrenta a películas de violencia extrema, después de diez años puede aparecer dentro de su espíritu algo condicionado por ese consumo... Como mínimo puedo decir que se ha perdido, en esa década, la posibilidad de enriquecer su personalidad con otras influencias culturales.

«Por ende, las instituciones no deben perder de vista esta realidad. No pueden subestimarla y ni dejar de actuar en correspondencia con este nuevo escenario. Por esa razón se presentó el mencionado Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual, que intenta coordinar las acciones de todas aquellas vinculadas al consumo y la educación audiovisual, para entre todos encontrar alternativas para ofrecer a nuestra gente opciones de calidad, sin que estas sean sinónimo de aburrido, lento, de “ladrillo”, es decir, opciones que no estén muy distantes del gusto del público medio.

«Habrá que continuar en esa empresa compleja, en esta etapa de limitaciones económicas, por rescatar un grupo de salas donde se puedan ver las películas con las condiciones mínimas (sobre todo en provincias con situaciones muy desventajosas, como Pinar del Río).

«Al mismo tiempo, hay que trabajar todavía con mayor intencionalidad en las películas a las cuales se pueda tener acceso (ya sea gratuita o pagada), para que se puedan disfrutar en las casas, donde se introducen los mayores consumos audiovisuales como tendencia en el mundo entero. Paralelo a la ineludible educación audiovisual, debemos llegar a la mayor cantidad posible de lugares, con una presencia y una promoción que ayude a legitimar el concepto del buen cine».

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