Miguel Coyula. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
Con el nombre de Audiovisual Joven se celebró la primera edición de la muestra en el 2001. Devino entonces un espacio definitivamente necesario para que se conociese el cine que se realizaba en el país y que no era generado por la industria. Miguel Coyula fue uno de los seleccionados para integrar esta presentación inicial con su cortometraje Clase Z Tropical, que enunciaba los matices y singularidades en la proyección fílmica de este realizador. Nueve años después trae a la Muestra Joven su segundo largometraje, Memorias del desarrollo, una de las propuestas más pretensiosas y sólidas de las últimas décadas del cine nacional.
—¿Cuál ha sido la relación de Miguel Coyula con la muestra de cine joven?
—Bueno, La Habana fue la primera ciudad donde realmente pude exhibir mi obra ante un público bastante grande en aquel momento, gracias a la Muestra que representó un espacio importante para quienes estábamos haciendo cine independiente fuera del ICAIC.
«En lo personal, la Muestra ha sido, en esencia, el evento donde he exhibido todas mis obras. Y ahora, al cabo de diez años, vengo con mi segundo largometraje, Memorias del desarrollo, que posiblemente sea el último que concurse porque tengo 33 años y esta película me tomó cinco para realizarla. No creo que pueda terminar otro largometraje en menos de dos años».
—¿Qué entiendes por «cine joven»?
—Me interesa esclarecer lo siguiente: muchas veces el concepto «cine joven» se entiende como cine independiente. La diferencia es que el llamado cine independiente no siempre es tal desde el punto de vista estético y de contenido, aunque sí en lo económico. Sin embargo, en muchas ocasiones los cineastas toman esa independencia para desarrollar fórmulas de un cine que ya existe, con vistas a ser aceptados posteriormente por la industria.
«Se habla de cine joven, pero yo conozco muchos jóvenes que en realidad están haciendo un cine “viejo”, si lo vemos en términos de vanguardia cinematográfica. Ya la verdad es que es entre los 20 y 30 años cuando prácticamente se sientan las bases de lo que será tu obra finalmente. Es cierto que muchos realizan trabajos renovadores en esa etapa, pero luego se academizan. Una excepción de eso es Fernando Pérez, quien con los años ha ido experimentando cada vez más, como hizo con Madrigal. Ahora mismo es la primera película que me viene a la mente donde el discurso no está atado a una realidad específica de Cuba, sino que se preocupa por cuestiones existenciales mucho más universales. Yo creo que el cine de Fernando sigue siendo joven a pesar de que está hecho por un cineasta que no es joven. Por eso el término «cine joven» es un poco ambiguo. Sí, agrupa a aquellos que se han desarrollado dentro de la tecnología digital, pero la obra a veces es cuestionable.
«Ahora hay un gran dominio de la técnica digital y eso es importante porque permite que existan muchas personas realizando sus obras. Mas no se trata solo de utilizar la tecnología digital como sustituta del cine, sino de utilizar las posibilidades expresivas del lenguaje que te brinda la misma tecnología.
«Los jóvenes entre los 20 y 30 años, que generalmente no tienen una responsabilidad económica y además están fuera de la industria, tienen la libertad para experimentar, y deben explotarla. Más adelante, cuando se integren a la industria, pueden rescatar esa etapa y aplicar todo lo que antes descubrieron, experimentaron e innovaron. Eso podría resultar muy beneficioso y atractivo. Por eso es que me parece tan significativa esa primera etapa de la que te hablo».
—¿Un joven que realice un cine no necesariamente vanguardista y renovador, pero con una obra ingeniosa, depurada y además sólida, en términos estrictamente cinematográficos, puede insertarse en el espacio de la Muestra?
—Yo creo que sí. Lo que sucede es que cuando se habla de muestra de cine joven, al menos lo que a mí me viene a la mente desde un primer momento, o como primer objetivo, es vanguardia, es decir, renovar. Por supuesto que es muy válido que pueda participar aquel que quiere trabajar para la industria, concebir un cine de buena factura, con determinados códigos tradicionales. Hay cineastas que son vanguardistas como Jean Luc Godard, por ejemplo. Y después vienen otros que toman de esos elementos de ruptura o vanguardia y crean un cine tradicional con ellos. Para mí lo esencial es no copiar las fórmulas que ya existen o tratar de extrapolar el cine narrativo de Hollywood y montarlo en Cuba, porque eso no tiene sentido. Siempre hay que tratar de traer algo nuevo a la bandeja.
—Diez años después, ¿cómo ves la Muestra?
—Pienso que para un festival especializado en una Isla tan pequeña como Cuba, donde no existe una producción demasiado grande, se hace un tanto difícil mantener un nivel de calidad estable en cada edición. En ese sentido resultaría interesante, por ejemplo, que se expandiera la sección de competencia a concursantes extranjeros. Ello permitiría escapar un poco de la mentalidad de Isla y a la vez establecer comparaciones para obligar a la producción nacional a subir de nivel. A la larga pudiera resultar una alternativa provechosa.
—¿Como se despediría Miguel Coyula de la Muestra de cine joven?
—Trataré de seguir siendo joven aun en mi vejez. Es una lucha constante pero yo creo que hay que mantenerse joven de espíritu, e independiente también de espíritu, no solo desde el punto de vista económico.