Gonzalo Fernández de Córdoba ganó el Reino de Nápoles para Fernando el Católico. A pesar de su hazaña, fue acusado de malversación, y se le exigió que presentara una explicación detallada de sus gastos. Él envió una relación que terminaba con las siguientes palabras: «Diez mil (ducados) en guantes perfumados para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo, setenta mil en poner y renovar campanas rotas con tanto repicar por nuevas victorias alcanzadas todos los días… y cien mil millones por la paciencia en escuchar ayer, que el Rey pedía cuentas a quien le había regalado un reino». De ahí procede la expresión: «Las cuentas del Gran Capitán». La frase se emplea en ocasión de que alguien declara gastos en los que las partidas son arbitrarias o no están debidamente justificadas.
Espurriar o espurrear, voz onomatopéyica, es rociar con cualquier líquido expelido por la boca. De «es», y el sonido «purr», que produce quien espurria (sí, se conjuga como gloriar). Los planchadores lo hacen con agua para humedecer la ropa.
Tararear, mejor que tatarear, aunque ambas están aceptadas, significa cantar entre dientes y sin articular palabras. También de origen onomatopéyico por el ta,ra,ra que generalmente se emite.
Recuerda que es: exiliar, exiliado, y no: «exilar», «exilado». Mario Benedetti creó la voz: «desexilio». Lo he repetido: «Quien es capaz de crear, no tiene que obedecer».
La respuesta de hoy
Enagua, prenda interior femenina llega a la lengua española de nagua, una palabra taína, que significaba, según Julián Vivanco, vestido de las mujeres.