A nadie asombra que José Martí, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Virgilio Piñera sean los escritores más célebres fuera de nuestras fronteras. Quizá por esa razón, el conocimiento de la literatura cubana en otras partes se limita, por lo general, a la lectura de las imprescindibles obras de esos criollos ilustres. Y España no es una excepción. De ahí que el reconocido autor de Manual de literatura para caníbales y Sangre a borbotones, Rafael Reig, nos invite a que «¡cometamos adulterio!».
Para que nuestros lectores no se escandalicen con la original convocatoria, el propio ensayista, novelista y crítico literario, se explica: «Un español en Cuba nunca se siente extraño, como mismo sucede con un cubano cuando está en nuestra tierra. Tenemos un vínculo tan estrecho, que casi se ha convertido en una relación matrimonial de un desconocimiento mutuo absoluto. Ya es hora de que cometamos adulterio para que exista entre nuestros dos países una relación “pecaminosa” que posibilite conocernos de verdad, y descubrir “la parte de tu mujer o de tu marido que no habías visto”. Hay que buscar la visibilidad de la literatura cubana en España».
De izquierda a derecha: Manuel Fernández Cuesta, Bogoña Huertas, Eduardo Vilas y Rafael Reig. Y claro, para facilitar el «adulterio» nada mejor que un hotel. En este caso, el Hotel Kafka, institución cultural que en conjunto con el Instituto Cubano del Libro (ICL) ha permitido que se haya realizado en La Habana —concluyó ayer— el I Seminario de narrativa para jóvenes escritores, entre cuyos profesores se encuentra Reig, así como la escritora Begoña Huertas, ganadora del prestigioso Premio Casa de las Américas por Ensayo de un cambio: la narrativa cubana en la década de los 80, y autora de novelas como Déjenme dormir en paz y Por eso envejecemos tan deprisa; el editor Manuel Fernández Cuesta, colaborador habitual del periódico digital Rebelión y de Mundo Obrero; además del escritor y editor Eduardo Vilas (Lo malo del talento), director de Hotel Kafka. Ellos vinieron para impartir de manera simultánea cuatro materias: Novela española contemporánea (Reig), Mercado editorial (Fernández Cuesta), Curso práctico de novela (Huertas) y Escritura creativa para jóvenes narradores (Vilas).
El Hotel Kafka es no solo un nombre, sino también un espacio físico ubicado en la ciudad de Madrid, en el mismo local que antaño ocupó la editorial del escritor Benito Pérez Galdós. Sin embargo, aunque siempre se pensó como un proyecto «portátil», según la clasificación de Reig —se ha movido por otras ciudades españolas y ha tenido alumnos de las más diversas nacionalidades—, esta es la primera vez que tiene una vivencia trasatlántica. «Era necesario que fuese así para generar intercambios a una escala mayor. En verdad lo que hacemos es agitación cultural y generamos la necesaria comunicación».
De este lado del Atlántico«Estoy encantada», asegura a Juventud Rebelde Begoña Huertas cuando se le interroga sobre esta nueva experiencia. «Este ha sido un curso corto pero muy intenso, el cual me puso en contacto con 15 alumnos, muchos de los cuales ya han publicado o preparan libros. Hemos acabado conociéndonos todos e intercambiando impresiones, ideas, sugerencias de cómo escribir... Son personas que saben de qué se está hablando. Si les brindé algún consejo fue que trataran de escribir visceralmente, de golpe, acudiendo a la inspiración, pero que después echaran una segunda mirada, revisitaran fríamente lo que escriben, sabiendo de antemano adónde quieren llegar».
Por su parte, Rafael Reig se adentró en el estado de la novela española actual. «He intentado transmitir la mayor cantidad posible de información, a partir de tres libros que son accesibles en Cuba: El lado frío de la almohada, de Belén Gopegui; El vano ayer, de Isaac Rosa; y Olivo roto, de Teresa Aranguren, porque en el Hotel todo es muy de manos en la masa. Eso me dio pie para referirme a otras 30 novelas.
«Espero que se hayan llevado una visión personal y apasionada. Eduardo nos sugirió que el último día de clases preparáramos una lista de lecturas recomendadas y que cada alumno nos entregara la suya. Como puedes apreciar, estamos abriendo vías de comunicación».
El análisis de técnicas y recursos narrativos fue el centro del taller dirigido por Eduardo Vila. «Lo más interesante para mí ha sido emplear el sistema pedagógico del Hotel, que se basa en que los alumnos aprenden de sus propios errores. Los convidamos a escribir y por medio de las correcciones mostramos las facetas más técnicas de la narrativa, en lugar de dictar una conferencia, por muy erudita que sea. En ese sentido el intercambio es más rico».
A Manuel Fernández Cuesta le correspondió un curso de poca práctica, pero no por ello menos interesante. «Quise propiciar un acercamiento al mercado editorial tomando como punto de partida lo que sucede en mi país, y de ahí mostrar el proceso que existe desde que aparece el manuscrito hasta que concluye la edición, y lo más difícil de todo: una vez que el libro está en la calle, qué hacemos con él».
La valoración de los cuatro sobre el resultado es unánime en cuanto al éxito de este encuentro inicial que de seguro no será el último. Aunque este sea un proyecto autofinanciado y no cuente con el respaldo económico del Estado, las actividades se han desarrollado aquí de manera gratuita. No obstante, Eduardo se apura para enfatizar que «nunca es una pérdida venir a Cuba. Todo lo contrario, es estupendo. En este caso buscamos financiación y patrocinio de empresarios que laboran en la Isla. Les explicamos nuestras intenciones y estuvieron muy interesados desde el principio».
De cómo surgió la idea, Manuel comenta que es amplio el vínculo que existe entre ellos y algunos escritores del patio. Fue él quien «arrastró» a Vilas para que viera con sus propios ojos y se sorprendiera con la Feria Internacional del Libro cubana. También propició el contacto de este con Abel Prieto, ministro de Cultura, y con Iroel Sánchez, presidente del ICL. «Propusimos traer nuestro Hotel Kafka, y uniendo fuerzas conseguimos estar acá».
El porqué de KafkaComo si esperase desde hace rato la pregunta inevitable, Eduardo Vilas sonríe y explica por qué el Hotel no se llama Cervantes, Lorca, Machado o Hernández. «Siempre tuvimos muy claro que no queríamos ser escuela, ni taller, y el concepto «hotel» nos gustaba mucho. Los muchachos que estaban trabajando en la identidad y en el nombre concluyeron que cuando uno aprende algo, empieza a mirar todo lo demás con otros ojos, se produce como una metamorfosis. Eso fue lo que me dijeron y a mí, sin creérmelo mucho, tampoco me pareció mal.
«Me resulta muy difícil explicar de dónde vienen las ideas. Aunque más que una idea al crear el Hotel estábamos satisfaciendo el deseo de formar un centro de estudios literarios que se manejara entre los dos campos en que se mueven este tipo de instituciones en España: por una parte, están las que utilizan una pedagogía muy académica y donde la intervención de los alumnos es muy breve; y por la otra, existe un tipo de programa que se lleva a cabo entre “amiguetes”, donde los profesores suelen ser muy condescendientes, donde se le da menos importancia a la parte técnica y más a la creativa, en la que la literatura es una especie de juego, una vía de escape, etc.
«Hotel Kafka es un intermedio que posibilita la relación menos formal entre los participantes, pero con una docencia y una técnica bastante poderosa. Cuando lo fundamos en el 2006 hablamos con los mejores escritores de España, les explicamos el proyecto, y decidieron venir todos enseguida».
Amplía Begoña, quien en estos momentos escribe una novela, cuyo título provisional es En el fondo, que en el Kafka «además de las clases —cursos cerrados para la gente que ha matriculado—, hay una librería que está abierta a todo el mundo. Y es que el Hotel también es un lobby donde se realizan presentaciones, conciertos, lecturas de poesía, se dictan conferencias...; actividades que no son solo para los alumnos sino también para las personas que estén interesadas.
«Al mismo tiempo, ofrecemos tutorías personales: alguien que esté escribiendo un libro y lo quiera llevar adelante, se reúne con un tutor y va trabajando en él desde el primer borrador hasta la publicación. Aunque no tenemos capacidad de decisión, si el manuscrito lo merece, movemos nuestros contactos».
En esta empresa nunca han permanecido solos estos cuatro intelectuales. Se hacen acompañar tanto por escritores de su generación (Belén Gopegui, Isaac Rosa...) y por aquellos que los antecedieron (el académico Antonio Muñoz Molina, por ejemplo), como por los más noveles. «Pero no invitamos únicamente a nuestros colegas, afirma Rafael, sino que traemos a otros especialistas cuando convocamos cursos innovadores como «Lectura irrespetuosa para reírnos de los clásicos», que permite que la gente se enfrente a ellos sin miedo; o cuando preparamos uno sobre literatura policiaca, donde los profesores son policías, médicos forenses...».
A pesar de que estar involucrados en este proyecto podría aparentemente incidir de modo negativo en sus respectivas obras como autores, Reig se apoya en lo planteado por Henry James para dejar claro que la ganancia es total: «Un escritor es aquella persona para la que nada se pierde. Todo le vale».
«Quien más aprende dando una clase, añade Vilas, es el escritor-profesor, porque se ve obligado a revisar los textos, a recordar cosas que tenía olvidadas, a aplicar esas enseñanzas que imparte a sus propios proyectos literarios. Una y otra vez les inducimos a revisar y a leer los clásicos, a incluir nuevas novelas, y esa es una herramienta fundamental para un escritor. De hecho, creo que escriben mejor desde que trabajan en el Hotel (ríe)».
«Hoy en día, gracias a la tecnología, señala Rafael Reig, contamos con una página web (www.hotelkafka.com), que funciona literalmente como un hotel, donde cada uno puede pedir una habitación y tener un espacio para expresarse; relacionarse con los vecinos, e incluso escuchar cómo se enamoran los de la habitación de al lado. Esperamos tener en lo adelante no pocos huéspedes de Cuba».