CANGAMBA, Angola. Agosto de 1983. Solo queda la zanja abierta de la trinchera que se abre paso alrededor de lo que, hacía solo unos meses, había sido un pueblo. En ella, soldados cubanos y de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) resisten. Superviven a la ausencia de agua, la escasez de municiones, a las heridas que han lesionado varios miembros de sus cuerpos.
A 25 años de la epopeya, Kangamba, un filme de Rogelio París coproducido por el ICAIC y el MINFAR, devela su otra historia —también límite—, la de su realización.
Como locación principal para su filmación se escogieron las llanuras del norte de Camagüey debido a las similitudes geográficas que estas guardaban con el territorio angolano. Aquella zona había sufrido cinco años de perenne sequía.
Pero, por esas paradojas con que juega el destino, a unas semanas de comenzado el rodaje, la tropa de Kangamba tuvo que enfrentarse a unas persistentes lluvias que aplazaron, irremediablemente, el tiempo de su culminación.
A las inclemencias del tiempo se alió la tierra en una suerte de confabulación: el suelo reseco y de arena dura, escondía bajo la superficie una capa rocosa que, a la primera detonación, estallaba en montones de piedras en derredor, poniendo en peligro la seguridad del equipo.
Además de convertirse en un riesgo, las rocas supusieron todo un reto a la hora de cavar los dos kilómetros de trinchera donde transcurre gran parte de la trama; también la plantación de los 99 eucaliptos adultos que, solo con el uso de dinamita pudieron abrirse los hoyos en que se asentaron sus raíces.
Al árbol insigne de la geografía angolana se unen, en pos de lograr una genuina ambientación, las decenas de kimbos que conforman el caserío, y las pocas casas levantadas por los colonos portugueses, quienes fundaron el pueblito de Cangamba. Una reproducción minuciosa que se preocupa, más allá de los detalles físicos, por esas otras pinceladas culturales aún más difíciles de captar, puesto que trascienden la estampa de una ropa típica o de una actitud costumbrista.
Africanizar una película que, a diferencia de Caravana —también obra de París—, no cuenta con un plano ejecutado en suelo del continente, fue una de las metas indispensables.
Ni los extras —más de cien entre combatientes y reservistas de las FAR— pudieron escapar de una selección minuciosa donde se privilegiaran las fisonomías más cercanas a los rasgos angolanos.
Uno de estos esfuerzos para lograr una mayor verosimilitud, capaz de trasladar al espectador a los hechos recreados fue, sin duda, el doblaje en voz de los propios actores a la lengua portuguesa. Un portugués que se aleja de las academias y se acerca más al que se hablaba en el sur de Angola durante la década de 1980.
Estos modos del lenguaje fueron reconstruidos a partir de las experiencias de los ex combatientes, y contó también con la asesoría de una profesora de portugués, quien ofició como traductora durante dos años de las tropas de la FAPLA.
Si difícil resultó el proceso de filmación, no menos complicado había sido el camino hacia el guión definitivo. Ocho textos le habían precedido en el intento de contar una historia donde confluyeran tantas experiencias; además de la intensa labor investigativa para la cual se entrevistó, con un equipo multidisciplinario, a la mayoría de los participantes.
Deviene entonces Kangamba con K —alertándonos de la presencia de la ficción a la hora de narrar unos acontecimientos verídicos—, en un filme que le es fiel a la memoria bélica de Cangamba, capaz de convencer a cualquiera que haya participado (o no) en una batalla.
La película tendrá su estreno nacional el 2 de octubre en 271 espacios, que incluyen cines y salas de video, además de otras alternativas como proyecciones al aire libre o en instituciones culturales, habilitadas tras el paso de los huracanes Gustav y Ike.
Una exhibición especial será realizada un día después en la ciudad de Bayamo, donde actualmente residen 40 ex combatientes, incluido Fidencio González, Héroe de la República de Cuba, figura a quien representa el personaje principal de Kangamba.