¿No te has percatado de que hay varias frases, similares entre sí, «hospedadas» detrás de las aseveraciones más intrascendentes? Son, entre otras: «pa’ que lo sepas», «pa’ que te des cuenta», y la peor: «pa’ que lleves carta». Se apocopa la preposición (en honor a la verdad, ese «pa» no me lastima nada; los cubanos lo usamos en familia, y nos queda muy bien).
Constantemente repiten: «Esta gripe es mala (¿cuál es la buena?) y se siente una morir, pa’ que lo sepas», o «estudiamos en la misma escuela, pa’ que te des cuenta» («pa’ que lleves carta»). Dejemos «la carta», el cartero... Claro está, no se trata de esos escasísimos casos, en que hace falta que te des cuenta de algo, que sepas algo; sino del empeño de lastrar la conversación con palabras huecas. El tono y la expresión del rostro son los mismos; igual la boca abarquillada de quien las repite.
Mientras tecleaba estas cosas —con dos dedos, ¡qué pena!—, recibí una llamada del destacado pintor Reynaldo López. Él hace un análisis de lo que se oye más frecuentemente en el mes, y después me telefonea para comunicarme el resultado. Salvo contadísimas excepciones, ha existido siempre paridad de criterios entre nosotros. En esta ocasión, la expresión ganadora fue: «Para nada». Es muy cierto: ya nadie o casi nadie —que, como diría el admirado cantautor, «no es lo mismo, pero es igual»— contesta con un simple «no» alguna pregunta.
Puedes decir: ¿estás ocupada?, ¿te gusta el apio?, ¿se siente mal?, ¿permutó su cuñado?, ¿crees que lloverá esta tarde?, ¿te molesta el humo? ¡Todas serán respondidas con el omnipresente: «¡Para nada!». En relación con esta última —«¿te molesta el humo?»—, ¿te has fijado que los fumadores la hacen, invariablemente, con el cigarro entre los dedos y el fósforo ya encendido? ¡Qué desconsideración!
Es verdad que los años te vuelven demasiado sensible; pero no puedo dejar de confesarte cuánta lástima siento por el pobre «no». ¡Tan pequeño, tan útil y en inminente peligro de extinción! —dije, en confianza, a mi amigo, el artista de la plástica. Por supuesto, muy dentro guardo la esperanza de que así no sea.
¿Desaparecerá al fin? —murmuró él, también en broma, fingiendo consternación. ¡Para nada! —fue mi respuesta consoladora. No podía ser otra; los disparates se pegan más que un torero bravo.
La respuesta de hoyLuis Alberto (así, sin apellido), de La Habana Vieja, pregunta: ¿«Buen día» o «buenos días»? Lo he dicho antes: las fórmulas de cortesía son invariables. Otros hispanoparlantes usan el primero, pero los cubanos, más conservadores en eso, seguimos diciendo «Buenos días». Al despedirnos, sí usamos algunas expresiones como: «¡Que tenga muy buen día!», «¡Que pase un buen día!».